Carta Pastoral con motivo de la Inmaculada Concepción de la Virgen María

+Monseñor Bosco M. Vivas Robelo, Obispo de León

 

28 de noviembre 1992 

Al Vicario General y al Cabildo Catedralicio. 
A los Sacerdotes de la Diócesis. 
A los Religiosos y Religiosas. 
A los catequistas y Delegados de la palabra. 
A todos los fieles católicos de León y Chinandega. 


LA GRACIA DE JESUCRISTO, NUESTRO SEÑOR, LES ACOMPAÑE SIEMPRE 

HERMANOS Y HERMANAS: 

La Consagración de Nicaragua al purísimo Corazón de María, el 28 de Noviembre de 1982, fue un reconocimiento a la Madre del Señor por el amor que en toda nuestra historia nos ha demostrado; fue igualmente una súplica filial para que, en las circunstancias dolorosas vividas entonces, hiciese sentir a nuestra patria su intercesión maternal ante su Divino Hijo adelantando la hora de la liberación de los males que oprimían a los nicaragüenses. 

Las fiestas en honor a la purísima nos dan la ocasión de rogarle que "vuelva a nosotros sus ojos misericordiosos" y que nos consiga de Cristo, a los nicaragüenses, la sincera conversión y que nos fortalezca para hacer realidad el cambio, la auténtica reconciliación, la paz, que tanto hemos anhelado. 

Con la firme esperanza de que María Inmaculada sea para todos nosotros "Causa de nuestra Alegría"; les escribo esta carta para que meditando en la persona de la Virgen María y en su Misión en la obra de la Salvación, nos animemos, con su ayuda maternal, a Evangelizar, a promover la dignidad la humana y a rescatar los valores culturales cristianos de nuestro pueblo. 

Iª. PARTE: MARIA INMACULADA Y SU COLABORACION EN LA OBRA SALVADORA. 

Dios Misericordiosos ha querido que en la Encarnación de su Hijo y en la obra redentora realizada por El estuviese presente y colaborase libremente una Mujer de nuestra raza, la Virgen María, que como Nueva Eva junto al Nuevo Adán, Cristo, y bajo la acción del Espíritu Santo, fuese la Madre de la Nueva Humanidad ( Cf. L 6,56) 

1) No hay que olvidar que la Biblia y la Tradición ininterrumpida de la Iglesia Católica, desde los primeros siglos, nos dicen que el ingreso de Jesucristo en la historia humana, es realizó en la "plenitud de tiempos" ( Gal. 4,4) cuando el Padre envió a su Hijo, que por obra del Espíritu Santo se encarnó en el seno virginal de María y se hizo hombre sin dejar de ser Dios ( Cf. Mt.1, 18- 25; Lc. 1,26- 38) y "habitó entre nosotros" (Jn. 1, 14). 

2) Este Hijo Dios e Hijo de María, Jesucristo, llevó a cabo la redención de toda la humanidad, cancelando con su Sangre y su Sacrificio en la cruz, la deuda del pecado del mundo ( Cf. Gal. 1, 4).

En el Calvario, el Padre acepta la inmolación de su Hijo que muriendo, entrega su espíritu ( Cf. Jn. 19,30). 

"Junto a la Cruz de Jesús está su Madre" (Jn. 19, 25), que con su "Corazón atravesado por la espada del dolor" ( Cf. Lc. 2, 34- 35), se une a la obediencia de su Hijo y, bajo la acción del Espíritu, acepta la maternidad sobre los discípulos del salvador ( Cf. Jn. 19, 27). 

3) Una vez que Cristo resucita de entre los muertos y habiendo subido al cielo, cumple su promesa de enviar al Consolador ( Cf. Jn. 15, 26; 16, 7- 15) sobre la Iglesia, que, ese mismo día de Pentecostés, inicia de fe por el mundo (Cf. Hech. 2, 1-13). 

En ese momento, la Madre de Jesús. María se encuentra en oración con los Apóstoles y discípulos del Señor (Hech. 1, 14), siendo para ellos modelo de fe y caridad y Madre amorosa que, desde ese instante, velará y rogará por ellos a Dios; esa mediación materna de María Santísima no faltará nunca a la Iglesia y aún ahora, desde el cielo, donde ella está viva y gloriosa en Cuerpo y Alma, la sentimos "los desterrados hijos de Eva". 

4) Esta ha sido, pues, la experiencia de la Iglesia Católica en sus casi dos mil años de peregrinación por la tierra. 

La Madre de Dios garantiza con su presencia en la Iglesia, la fidelidad de los cristianos a Jesús y a sus enseñanzas; garantiza además en cada discípulo del Señor el fortalecimiento en la fe y en la caridad ( Cf. Mt. 2, 1-12; Jn.2,11). 

En la lucha contra el poder del demonio que la Iglesia tiene que enfrentar, María Santísima es el "Gran signo" que Dios da a cada cristiano y a la misma Iglesia, como certeza de segura victoria y salvación (Cf. Ap. 12, 1-18). 

Y en el transcurso de la vida eclesial, y mientras llega el Día del Señor, Ella colabora con el Espíritu Santo en la formación de los Santos y asiste a la Iglesia para que pueda cumplir la Misión que le encomendó Jesús de continuar su obra en la tierra, mediante el compromiso misionero y evangelizador. 

5) Es ésta la experiencia que ha tenido la Iglesia en América durante sus quinientos años de historia. 

Nuestros pueblos "... conocidos por Dios desde la eternidad y por El siempre abrazados con la paternidad que el Hijo ha revelado en la plenitud de los tiempos" son escogidos e incorporados a su pueblo Santo y " son partícipes de su Espíritu Santo" ( Cf. Juan Pablo II, Mensaje 1. 4. 92; 12, 10. 92). 

Esta Alianza de Dios con América Latina especialmente con la presencia de la Virgen María y mediante su intercesión, como se demuestra en su aparición en el Tepeyac (México), desde donde con su catequesis maternal siembra en el corazón de sus hijos de estas tierras, la semilla del Evangelio, que bajo la acción vivificante del espíritu, produce desde entonces frutos de santidad y de fidelidad a la Iglesia Católica. 

6) La gracia de la vocación de Nicaragua a la verdadera fe es también obra del Espíritu Santo que, con la colaboración de María Inmaculada, lleva a los nicaragüenses a reconocer a Cristo como a su Dios y Señor, y los integra a su Iglesia, que es su cuerpo. ( Cf. I Cor. 12, ,2- 29). 

Prueba de lo anterior es la devoción y entrega a La Purísima que "nos corre por la sangre a los católicos nicaragüenses " (Cf. Carta CEN 22. 10. 80) 

Este amor a La Purísima "... ha llegado a estar tan dentro del ser nicaragüenses, que podríamos decir que le da a Nicaragua una característica muy particular y le confiere fisonomía propia entre los pueblos del mundo" ( Carta CEN, 8. 9. 87). 

Bien podemos los nicaragüenses cantar "las misericordias del Señor" y de su Santa Madre ya que durante toda nuestra historia, triste o alegre, nos han hecho sentir su presencia y su acción salvadora. 

IIª. PARTE: COMPROMISO DE NICARAGUA CON MARIA INMACULADA. 

Estas reflexiones acerca de la persona de la Virgen María y de su misión de Madre de la Iglesia, debe conducirnos a todos nosotros a un compromiso serio de conversión personal y a trabajar por la transformación de Nicaragua. 

La cultura de la muerte, de la mentira y de la corrupción, presente en Nicaragua, tiene que desaparecer para dar paso a la civilización del amor, mediante el respeto a la vida, a la verdad y a la honradez. 

La Purísima con su belleza y su ternura maternal nos hace atractivo el bien y nos anima a luchar contra el mal, ahora que en nuestra patria hay tantos hombres tantas mujeres que se alejan de Dios por el pecado, o viven como si Dios no existiera o como si Cristo no tuvieses nada que ver con las realidades nuestras y con nuestro país. 

1) Desgraciadamente, la vida, don de Dios por excelencia, es una de la víctimas predilectas del secularismo y del materialismo sea práctico o ideológico. 

Satanás, el padre de la mentira, con su conocida pero no menos peligrosa táctica de presentar el mal bajo las apariencias de bien (Cf. Gn. 3, 1- 24), lleva a no pocos hombres y mujeres a la destrucción de la vida cuando ésta comienza en el seno materno, justificando con "derechos" y "Leyes", a la medida y gusto del criterio anticristiano del mundo, el crimen del aborto. 

El "no matarás" (Ex. 20, 13) debe ser escuchado hoy en Nicaragua. El respeto y amor a la vida del no-nacido es fundamental para que las base de la cultura de la vida sean sólidas; de lo contrario, Nicaragua irá cayendo, como sucede ya en algunas sociedades, en el despeñadero de la eutanasia, la muerte provocada a los enfermos incurables, a los ancianos y a los minusválidos. 

Otros aspectos de cultura de la muerte, presentes en Nicaragua, y que es in dispensable enfrentar con firmeza, son los asesinatos atroces en aumento, el secuestro de personas, las violaciones de niños, el tráfico de drogas y la dureza de corazón ante el sufrimiento y las necesidades de los pobres. 

Pareciera que hemos llegado a una situación tal de alejamiento de Dios y de su Santa Ley que, "sabiendo que la condenación de Dios alcanzará a los que hacen estas cosas ( Rom. 2, 2), sin embargo, se realizan cada vez con más frecuencia, sin que se dé a estos males una respuesta clara y fuerte de parte de quienes deberíamos, a causas de la fe en cristo, ser "Luz del mudo y sal de la tierra" ( Mt. 5, 13- 14). 

Es urgente, pues, que los cristianos reaccionemos con firmeza para disipar las "tinieblas y sombras de la muerte" (Lc. 1, 79) y para llevar adelante la defensa de la vida humana. 

No olvidemos que "si el Señor no construye la casa en vano trabajan los obreros" (Salmo 126); por lo tanto, mientras nos unimos en la defensa de la vida, cada uno, desde el lugar donde vive, y haciendo uso de todos los medios cívicos posibles, deberá orar sin cansarse y ofrecer también penitencias y ayunos al Señor. (Cf. Mt. 17, 21; Lc. 22, 46). 

2) Hay que decir que la pérdida del sentido del pecado a la que he hecho referencia anteriormente, va siempre acompañada por el egoísmo y por la ambición; de aquí fácilmente se cae en el hedonismo, que es la búsqueda desenfrenada del placer, incluido el sexual. 

Los medios de comunicación social, que en sí mismos pueden ser buenos, se vuelven, a causas de los intereses egoístas o por las ambiciones de poder y riquezas, de algunos, en enemigos de la cruz de Cristo y en instrumente de perdición para muchos. 

Una de las más trágicas consecuencias de todo esto, es la destrucción de muchas familias y la grave enfermedad moral en que encuentran otras.

3) Destruida la convivencia familiar y social, no es de extrañarse que se dé en el corazón de no pocos nicaragüenses, el odio, la violencia, la venganza, la intolerancia y la calumnia. No es posible olvidarnos de otros vicios y pecados que, como el robo, el despojo de los bienes ajenos y búsqueda del enriquecimiento fácil a cualquier costo, nos demuestran que los Mandamientos de la Ley de Dios no se tienen en cuenta en la vida diaria. 

La impunidad en que queda tantos crímenes y latrocinios junto con los riesgos que corren quienes los denuncia o piden justicia, debe considerarse una desgracia para el país. Desgracia que cae sobre un pueblo duramente golpeado por la pobreza y por la falta de trabajo. 

María Inmaculada conociendo la necesidad urgente de recuperación religiosa y social que tenemos los nicaragüenses, nos dice a todos hoy: "Hagan lo que Jesús les diga" (Jn. 2, 5 ). La Ley de amor y de misericordia de Jesucristo es el medio para corregir tantos errores y para comenzar a transitar por caminos de fraternidad. 

Si realmente queremos que "la salvación entre en nuestras casas" y en toda Nicaragua, es indispensable que abramos al corazón a Cristo y con la alegría del encuentro con El, se repare todo mal que se haya hecho ( Cf. Lc. 19, 1-10) 

CONCLUSION 

El II Concilio de la Provincia Eclesiástica Nicaragüense, que estamos celebrando nuestro país es, sin duda, una gracia especialísima de Dios a la Iglesia en Nicaragua por medio de la Purísima Virgen María, Nuestra Señora. 

Este Concilio debe darnos a los católicos de nuestra Diócesis un firme impulso misionero con el compromiso de todos, sacerdotes y fieles, de realizar la Nueva Evangelización, que además de anunciar a Jesucristo como el salvador, nos conduzca a trabajar en la defensa de la vida, en la promoción humana y en el recate y fortalecimiento de los valores religiosos y culturales de nuestro pueblo. 

Que todo hogar leonés y chinandegano sea una auténtica "Iglesia doméstica" donde se viva en presencia de Dios, se rece el Rosario y donde reine el amor y el respeto mutuo entre los miembros de la familia. 

Que todo joven de la Diócesis, hombre o mujer, se interese por tener un encuentro vivo Cristo y se convierte así en evangelizador y testigo del señor ante otros jóvenes, muchos de los cuales pudieran andar descarriados en el vicio o en la desesperanza. 

Que todos pongamos especialísimo interés en cuidar y defender a los niños, predilectos de Cristo y de su Madre Santísima; que no les dejemos por ningún motivo sin la instrucción cristiana, sea en el hogar, la escuela o la Parroquia. 

Que todos los leoneses y chinandeganos aunemos esfuerzos, sin distinción de partidos, de clases sociales o credos religiosos, para sacar adelante a nuestra patria junto con los nicaragüenses de todo el país. 

Pidamos a La Purísima que Ella "llene con su ardor nuestros corazones para proclamar con nuevos métodos y nuevas expresiones que Jesucristo es el mismo ayer, hoy y siempre" (Heb. 13, 18; Mensaje IV Conf. Ep. L. A.). 

Con mi bendición y mi plegaria a Cristo y María por todos Ustedes, les saluda su obispo. 

+ Mons. Bosco M. Vivas Robelo. Obispo de León 

León, 28 de Noviembre de 1992. 

Léase y publíquese de la manera acostumbrada. 

Por mandato de su Excia. Rvdma. 
Mons. Sergio Soler Lorío. 
Vice-Canciller. 
M.BVR/smm.


Fuente: Conferencia Episcopal de Nicaragua