Capítulo III de la Encíclica de Su Santidad Juan Pablo II, “Rosarium Virginis Mariae”

+ Fernando Chávez Ruvalcaba, Obispo de Zacatecas

 

1.- INTRODUCCIÓN.

Desde la reunión anterior hemos estado estudiando y reflexionando el Capítulo III de la Encíclica de Su Santidad Juan Pablo II, “Rosarium Virginis Mariae”. Hoy intento explicarles los últimos puntos que quedaron pendientes de este Capítulo y tener así una visión completa del mismo.
Hemos dicho, que el Papa nos presenta el camino que lleva a rezar bien el Rosario como oración eminentemente mariana. Se trata, decíamos, del método o camino para lograr los frutos espirituales que esta práctica piadosa puede dar a los cristianos quienes con fe y amor se acercan a María para que ella los lleve a su divino Hijo y crecer poco a poco en la adquisición de virtudes que los santifique y esperen alcanzar los frutos de la redención eterna, mientras se desarrolla en este mundo la vida de peregrinos.

2.- LAS DIEZ “AVE MARÍAS”.

Este es el elemento más extenso del Rosario y hace que esta práctica sea mariana por excelencia. Desde luego que esta devoción e invocación a María no desvincula ni se opone al contenido cristológico, que en el fondo permanece en toda la estructura del Rosario. Por María y con ella, vamos a Cristo. Con las “Aves Marías” nos acercamos a la contemplación del misterio de la encarnación del Hijo de Dios que se realizó con el consentimiento de la Virgen al anuncio del ángel y bajo el poder del Espíritu Santo. Este rezo del Ave María “nos acerca a la complacencia de Dios: es júbilo, asombro, reconocimiento del milagro más grande de la historia. Es el cumplimiento de la profecía de María: Desde ahora todas las generaciones me llamarán bienaventurada (Lc. 1, 48 )”.
Si analizamos la estructura del Ave María, encontraremos una primera parte y una segunda cuyo nudo central es el Nombre y la invocación del Jesús. De esta manera el Rosario expresa con intensidad la fe cristológica, aplicada a los diversos momentos de la vida del Redentor. De esta manera, invocando los nombres de Cristo y María nos adentramos profundamente en la vida de Jesús. “De la especial relación con Cristo, que hace de María la Madre de Dios, la theotókos, deriva, además, la fuerza de la súplica con la que nos dirigimos a ella en la segunda parte de la oración, confiando a su materna intercesión nuestra vida y la hora de nuestra muerte”.

3.- EL “GLORIA”.

La invocación de la Santísima Trinidad al final de cada misterio del Rosario, es la meta de la contemplación cristiana. Cristo es el camino que nos conduce al Padre en el Espíritu. De esta manera nos encontramos al final de cada misterio con cada una de las Personas en la unidad de su naturaleza divina. Así, alabamos, glorificamos, adoramos, impetramos y damos gracias a Dios uno y trino. Esta invocación trinitaria en ciertos momentos y situaciones diversas del rezo del Rosario, se puede enfatizar cantándola, para exaltar aún más el pleno sentido de la plegaria cristiana..La invocación trinitaria con Cristo y María “adquiere su justo tono contemplativo, como para levantar el espíritu a la altura del Paraíso y hacer revivir, de algún modo, la experiencia del Tabor, anticipación de la contemplación futura: Bueno es estarnos aquí” (Lc. 9, 33).

4.- LA JACULATORIA FINAL.

Según varían las costumbres, después de la invocación trinitaria al final de cada misterio, sigue una jaculatoria. Esta intenta asegurar los frutos de la contemplación del misterio. De esta manera se subraya la conexión del misterio contemplado con la vida cristiana. Debemos realizar lo que dice una bella oración cristiana, que lleguemos a “imitar lo que estos misterios contienen y a conseguir lo que nos prometen”.
Estas jaculatorias expresan la variedad de formas por las cuales se expresa la variada contemplación de los misterios de acuerdo a las diversas tradiciones espirituales de las comunidades. Se pueden escoger y aclarar con breves meditaciones estas jaculatorias, de modo que el Pueblo de Dios pueda acceder a toda auténtica riqueza espiritual, encontrando así una ayuda para la propia impersonal contemplación.

5.- EL”ROSARIO”.

El “rosario” materialmente considerado es un instrumento que puede hacer caer en la rutina y la superficialidad, pero a la luz de la contemplación que se ha venido subrayando con la enseñanza del Papa, sirve también para expresar un simbolismo, que puede dar una ulterior densidad a la contemplación.
Si nos fijamos bien, el rosario tiene como principio y como fin el crucifijo. De esta manera se quiere decir que Cristo es el principio y el fin de toda nuestra vida humana. Todo parte de El, todo tiende hacia El, todo, a través de El, en el Espíritu Santo, llega al Padre.
El rosario es una cadena que nos une con Dios uno y trino y significa también nuestra comunión fraterna y cristiana que brota del misterio trinitario.

6.- INICIO Y CONCLUSION.

Según las costumbres de cada lugar, el Rosario se comienza con especiales invocaciones como la del salmo 69: “Dios mío, ven en mi auxilio, Señor dáte prisa en socorrerme”. También se suele utilizar el rezo del “Credo” o el “Yo Pecador” y “Señor mío Jesucristo”, que disponen al orante para que con humildad y pureza del corazón obtenga los frutos del rezo del Santo Rosario.
Asimismo, el Rosario se puede concluir rezando por las intenciones del Papa, levantando el alma para pedir por las intenciones de la Iglesia universal. La Iglesia ha querido por eso dar indulgencias especiales al rezo del Rosario para quien lo reza con las debidas disposiciones..
En efecto, si se conjuntan todos estos elementos del Rosario, se descubre que éste es un itinerario espiritual en el que María se hace madre, maestra, guía, y sostiene al fiel con su poderosa intercesión. El rezo de”la Salve” y las “Letanías Lauretanas”cierran de alguna manera el itinerario de contemplación amorosa que se ha desplegado con las “Aves Marías” y los “Padres Nuestros” y todos los demás elementos que hemos recordado, llevando al fiel orante al contacto vivo con el misterio de Cristo y de su Madre santísima.

7.- LA DISTRIBUCIÓN DEL TIEMPO.

El Rosario entero consta de 20 misterios y llena la vida de muchos contemplativos, de enfermos y ancianos que tienen mucho tiempo para rezarlo. La mayoría no está en condiciones de rezarlo completo. Pero pueden rezar alguna parte y de acuerdo a la distribución que ahora el Santo Padre propone. A saber: los lunes y los sábados se rezarán los misterios gozosos; los martes y viernes los misterios dolorosos; los jueves los nuevos misterios de luz y los miércoles y domingos los misterios de gloria.
“No obstante, esta indicación no pretende limitar una conveniente libertad en la meditación personal y comunitaria, según las exigencias espirituales y pastorales y, sobre todo, las coincidencias litúrgicas que pueden sugerir oportunas adaptaciones. Lo verdaderamente importante es que el Rosario se comprenda y se experimente cada vez más como un itinerario contemplativo. Por medio de él, de manera complementaria a cuanto se realiza en la liturgia, la semana del cristiano, centrada en el domingo, día de la Resurrección, se convierte en un camino a través de los misterios de la vida de Cristo, y él se consolida en la vida de sus discípulos como Señor del tiempo y de la historia”.

8.- De esta manera queda explicado el Capítulo III de esta bella y doctrinal Encíclica que el Santo Padre nos ha regalado en el Año del Rosario. Nos resta poner atención a la Conclusión de este documento en la próxima reunión del mes de Agosto del presente año 2003.

+ Fernando Chávez Ruvalcaba,
Obispo de Zacatecas.