En el 150 Aniversario de la proclamación del Dogma de la Inmaculada Concepción

+ Casimiro López, Obispo de Zamora

 

Un año más nos disponemos a celebrar la fiesta de la Inmaculada, que esta vez tiene un significado singular, pues conmemoramos el 150 Aniversario de la proclamación solemne como verdad de fe definida de la Inmaculada Concepción de Maria por el Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854. En su bula Ineffabilis Deus afirma Pío IX: "declaramos, afirmamos y definimos que ha sido revelada por dios, y de consiguiente, que debe ser creída firme y constantemente por todos los fieles, la doctrina que sostiene que la santísima virgen maría fue preservada inmune de toda mancha de culpa original, en el primer instante de su concepción, por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, Salvador del género humano". Esta declaración fue recibida con alborozo por la iglesia universal y por la diócesis de Zamora en particular, celebrándose diversos actos en su honor. 

La fe en la Purísima Concepción de María está profundamente arraigada y extendida en toda nuestra Iglesia diocesana y, en especial, en Villalpando y los pueblos de su tierra. Ya en el año del Señor de 1466, Villalpando y su tierra hicieron el voto a la Inmaculada; un voto refrendado hasta cinco veces a lo largo de la historia y que culminó en la coronación canónica y solemne de la Imagen de la Purísima de la Villa villalpandina en 1954.

Villalpando y su tierra fueron pioneras en la cristiandad en la expresión de la fe en la Inmaculada Concepción. Las gentes de esta tierra ya habían formulado su fe, su honra y defensa de la Purísima Concepción cuatrocientos años antes de que Pío IX definiera el dogma de la Inmaculada, treinta y un años antes de que la Universidad de la Sorbona de París hiciese su célebre Voto, diez años antes de que el papa Sixto IV publicase la primera Bula en pro de la Inmaculada y cuando aún seguía la discusión entre los teólogos. El Congreso Mariano Internacional de 1908 ratificó que fueron los trece pueblos que componen Villalpando y su tierra los primeros que proclamaron explícita y solemnemente este misterio mariano. De hecho, la contribución española al triunfo del Dogma de la Inmaculada Concepción motivó la decisión del Papa Pío IX de colocar el monumento a la Inmaculada en la romana Plaza de España, junto a la embajada española que, cada 8 de diciembre, engalana sus balcones y ventanas para celebrar la ofrenda floral a la Inmaculada.

Al conmemorar el 150 Aniversario de la proclamación del dogma, se inaugura también un año especialmente dedicado a María, que estará jalonado con diversas celebraciones diocesanas y nacionales. Dios nos concede un año de gracia para reflexionar sobre el sentido de este dogma para la vida de fe y la existencia cristiana; es un tiempo de gracia para purificar y avivar nuestra devoción a María renovando nuestra consagración, personal y comunitaria, a nuestra Madre, la Virgen Inmaculada.

El dogma de la Inmaculada Concepción nos recuerda que María, elegida para ser la Madre del Salvador, ha sido agraciada por Dios con dones a la medida de esta misión tan importante. Ella es la "llena de gracia" (Lc 1, 28), preservada de toda mancha de pecado original en el primer instante de su concepción para ser la digna morada del Señor, para ser su Madre. María acoge la gracia recibida de Dios con total disponibilidad y con la entrega de su persona: "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 38). Por su fe, esperanza y caridad, la Virgen colabora de manera totalmente singular con la obra del Salvador para restablecer la vida sobrenatural de los hombres, la vida de unión con Dios y con todos los hombres. Por esta razón es nuestra madre en el orden de la gracia, asociada para siempre a la obra de la redención; ella continúa procurándonos con su múltiple intercesión los dones de la salvación eterna.

María es "la toda santa", la creyente por excelencia, modelo permanente para todo cristiano de unión con Dios y con los hombres por su fe, esperanza y caridad. De las manos de María recibimos a su Hijo, el Salvador; siguiendo su estela nos encontraremos con Jesucristo y su salvación. Todos los cristianos estamos llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección del amor. Nuestro amor y devoción a María, la "llena de gracia", nos debe impulsar a acoger y vivir, como ella, la vida de Dios, que hemos recibido por gracia de Dios en el Bautismo, y a avivar nuestra fe, esperanza y caridad. Confesar y celebrar la Inmaculada implica acoger con todas sus consecuencias el compromiso que ha de dirigir toda la vida cristiana, personal y comunitaria. Este será el mejor fruto de este Aniversario.

+ Casimiro López, Obispo de Zamora