Jornada Mundial de la Paz 

SS. Juan Pablo II

 

Angelus,  1 de enero de 2003 

1. Al inicio del nuevo año elevemos al Señor nuestro profundo agradecimiento por este tiempo "nuevo", don de su amor misericordioso, que comienza en nombre de Jesús y de su Madre virgen, María. En efecto, hoy, octavo día desde la solemnidad de la Navidad, se celebra la fiesta de la maternidad divina de la Virgen, y el evangelio nos recuerda que al Niño nacido en la cueva de Belén le "pusieron por nombre Jesús" (Lc 1, 42), que significa "Dios salva".

¡Sí! Sólo del Señor el mundo puede esperar la salvación. Únicamente Cristo conoce a fondo el corazón del hombre: al acoger la fuerza de su gracia, cada uno puede realizarse plenamente a sí mismo.

2. Sostenidos por esta certeza, los creyentes no pierden la esperanza, incluso cuando se multiplican los obstáculos y los atentados contra la paz. Hace cuarenta años, en un contexto de graves amenazas a la seguridad mundial, el beato Juan XXIII publicó, con gran valentía, la encíclica Pacem in terris.

Me referí a ese significativo acontecimiento en el Mensaje para la Jornada mundial de la paz, que celebramos hoy. Como entonces, también actualmente es necesario que cada uno dé su contribución para promover y realizar la paz, mediante opciones generosas de comprensión recíproca, de reconciliación, de perdón y de atención efectiva a quienes se encuentran en dificultades. Hacen falta gestos de paz concretos en las familias, en los lugares de trabajo, en las comunidades, en el conjunto de la vida civil y en las organizaciones nacionales e internacionales. Es necesario, sobre todo, orar continuamente por la paz.

¡Cómo no expresar una vez más el deseo de que los responsables hagan todo lo posible por encontrar soluciones pacíficas a las numerosas tensiones existentes en el mundo, particularmente en Oriente Próximo, evitando ulteriores sufrimientos a aquellas poblaciones ya tan probadas! Que prevalezcan la solidaridad humana y el derecho.

3. Amadísimos hermanos y hermanas, encomendemos esta incesante petición a María, a quien hoy veneramos con el hermoso título de Madre de Dios, la "Theotokos". Ella, elegida para ser la Madre del Salvador, al pie de la cruz se convirtió en Madre de todo ser humano.

Que ella nos obtenga un año sereno y favorable, durante el cual se multipliquen "gestos de paz" que revistan siempre el carácter de la profecía, es decir, la humildad de quien no busca brillar, sino que proclama el gran ideal de la paz (cf. Mensaje para la Jornada mundial de la paz, 9).