|
Visita
Pastoral a Croacia
SS.
Juan Pablo II
Angelus,
Domingo 4 de octubre de 1998
Amadísimos
hermanos y hermanas:
1. Al
final de esta celebración eucarística nuestro pensamiento va a la santísima
Madre de Dios, invocada y venerada en los santuarios, grandes y pequeños,
dedicados a ella en muchos lugares de esta tierra croata. Nos dirigimos
a ella con las palabras con que el ángel le dio la buena nueva de la
salvación, preparada por Dios para la humanidad.
Después
de la peregrinación de ayer a Marija Bistrica, hoy por la tarde iré al
santuario de la Virgen de la Isla, en Salona, testimonio milenario de la
fe de vuestro pueblo.
2. A
la luz que emana del dulce rostro de María, dirijo un saludo especial a
los queridos habitantes de Split, que están celebrando el XVII
centenario de su ciudad. Saludo, asimismo, a los fieles de la provincia
eclesiástica de Split-Makarska, y a todos los demás fieles que se han
unido a esta santa misa con sus pastores.
Me
siento cercano, de modo especial, a cuantos con ansia esperan aún
noticias seguras sobre sus seres queridos, desaparecidos durante la
reciente guerra. También estoy cerca de los que, arrancados de sus
casas por la violencia de la guerra, aún no han podido volver a ellas
o, si han vuelto, necesitan ayuda para realizar los trabajos de
reconstrucción de su hogar, a fin de reanudar una serena vida de
familia.
Y
¿cómo no recordar aquí con emoción y participación la tragedia que
está teniendo lugar en la región no lejana del Kosovo? Ojalá que
reinen la comprensión, el respeto recíproco, el perdón y la
reconciliación, en lugar de la violencia y las devastaciones. Para
lograr este objetivo, es necesario que, con gran sentido de solidaridad,
la comunidad internacional preste su ayuda oportunamente.
3. Encomendemos
estos deseos a la intercesión de la santísima Madre de Dios, invocando
su protección para vuestras familias, para los enfermos y los ancianos,
para cuantos sufren las consecuencias del reciente conflicto y para
vuestros pueblos y vuestras ciudades. Oremos a la Virgen por todo el
sudeste de Europa, a fin de que los pueblos que habitan en esa región,
finalmente reconciliados entre sí, puedan conocer la paz y participar
con iguales derechos y deberes en la vida de la gran familia humana.
Fuente:
vatican.va
|
|