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Carta
a Su Santidad Alexis II con ocasión del regreso a Rusia del icono de la
Madre de Dios de Kazan (28 de agosto de 2004)
A
Su Santidad
ALEXIS II
Patriarca de Moscú
y de todas las Rusias
Después de un largo período de pruebas y sufrimientos, que se han
abatido sobre la Iglesia ortodoxa rusa y sobre el pueblo ruso durante el
último siglo, el Señor de la historia, que lo dispone todo de acuerdo
con su voluntad, nos concede hoy vivir en la alegría y la esperanza común,
con motivo del regreso del icono de la Madre de Dios de Kazan a su
patria.
Con el gozo y los sentimientos de comunión que me impulsan y que han
impulsado a mis predecesores, siempre interesados por el pueblo ruso, me
alegra que Su Santidad reciba hoy a la delegación que le he enviado. La
delegación, guiada por los cardenales Walter Kasper y Theodore Edgar
McCarrick, tiene la misión de entregarle a usted este sagrado icono,
tan íntimamente vinculado a la fe y a la historia de los cristianos de
Rusia.
Por un insondable designio de la divina Providencia, durante los largos
años de su peregrinación, la Madre de Dios, en su sagrado icono
conocido como Kazanskaya, ha reunido en torno a sí a los fieles
ortodoxos y a sus hermanos católicos de otras partes del mundo, que han
orado fervientemente por la Iglesia y por el pueblo que ella ha
protegido a lo largo de los siglos. Más recientemente, la divina
Providencia permitió que el pueblo y la Iglesia en Rusia recuperaran su
libertad y se desplomara el muro que separaba la Europa oriental de la
occidental. A pesar de la división que lamentablemente aún persiste
entre los cristianos, este sagrado icono es como un símbolo de la
unidad de los discípulos del Hijo unigénito de Dios, de Aquel hacia
quien nos guía a todos.
El Obispo de Roma ha orado ante este sagrado icono, pidiendo que llegue
el día en que todos estemos unidos y podamos proclamar al mundo, con
una sola voz y en una comunión visible, la salvación de nuestro único
Señor y su triunfo sobre todas las fuerzas del mal que atacan nuestra
fe y nuestro testimonio de unidad.
Hoy me uno en la oración a usted, querido hermano, al Episcopado de la
Iglesia ortodoxa rusa, a los sacerdotes, a los monjes y monjas, y al
pueblo de Dios que está en Rusia. A esta oración se unen todos los
hijos e hijas de la Iglesia católica en su profunda devoción y
veneración hacia la santísima Madre de Dios. Que esta venerable imagen
nos guíe a todos en nuestro camino evangélico de seguimiento de
Cristo, y proteja al pueblo al que regresa y a toda la humanidad. Que la
santísima Madre de Dios dirija su mirada maternal hacia los hombres y
las mujeres de nuestro tiempo; que sostenga a los creyentes, para que no
se aparten del camino que Dios les ha trazado: el anuncio de
Jesucristo, camino, verdad y vida, y un testimonio valiente de su
fe en la sociedad y en todas las naciones. Hoy oramos con confianza a la
santísima Virgen, porque ella implora para nosotros y para todas las
naciones el don de la paz.
Con estos sentimientos de caridad, en la alegría por el acontecimiento
que celebramos hoy, y con la mirada puesta en la santísima Madre de
Dios, intercambio con Su Santidad un beso fraternal en nuestro Señor.
Vaticano, 25 de agosto de 2004
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