La Asunción de María en la tradición de la Iglesia

Thalia Ehrlich Garduño


(Catequesis del Papa Juan Pablo II, 9 julio, 1997)

La Tradición perenne y acorde de la Iglesia enseña como la Asunción de la Bella María es parte del designio de Dios y está fundamentada en la participación de la Madre de Dios en la Misión de Jesús.
Durante el primer milenio los autores sagrados se expresaban en este sentido.

Algunos testimonios, en verdad embozos los podemos ver en san Ambrosio, san Epifanio y Timoteo de Jerusalén.
San Germán de Constantinopla (+ 733) pone en boca de Cristo, quien se prepara para llevara su Madre, estas palabras: “Es necesario que donde yo esté, estés también tú, Madre inseparable de tu Hijo…” (Hom. 3 in Dormitionem: PG 98,360).

Además, la tradición de la Iglesia ve en la Maternidad Divina de la Joven de Nazaret la razón fundamental de la Asunción de la Virgen.

Vemos un indicio interesante de esta convicción en una narración apócrifa del siglo V que se le atribuye al pseudo Melitón. Él imagina que Jesús le pregunta a Pedro y a los otros Apóstoles que destino merece su Madre, y le responden: “Señor, elegiste a tu esclava para que se convierta en tu morada inmaculada (…). Por tanto, dado que, después de haber vencido a la muerte, reinas en la Gloria, a tus siervos nos ha parecido justo que resucites el cuerpo de tu Madre y la lleves contigo, dichosa, al Cielo” (De transitu V. Mariae, 16: PG 5,1.238).
De esta manera se puede afirmar que la Maternidad Divina, que hizo de la Doncella de Nazaret la morada inmaculada del Señor, funda su destino Glorioso.

En un escrito colmado de poesía, san Germán sostiene que el Amor de Jesús a su Madre pide que Ella se vuelva a unir con su Hijo en el Cielo: “Como un niño busca y desea la presencia de su madre, y como una madre quiere vivir en compañía de su hijo, así también era conveniente que tú, de cuyo Amor Materno a tu Hijo y Dios no cabe duda alguna, volvieras a Él. ¿Y no era conveniente que, de cualquier modo, este Dios que sentía por ti un Amor verdaderamente filial, te tomara consigo?” (Hom. 1 in Dormitionem: PG 98,347).
El autor en otro escrito dice el aspecto privado de la relación entre Jesús y la Bella María con la dimensión salvífica de la Maternidad, y sostiene que: “Era necesario que la Madre de la Vida compartiera la morada de la Vida” (ib: PG 98,348).


Algunos Padres de la Iglesia dicen que otro argumento en que se fundamenta el privilegio de la Asunción se deduce que la Madre de Dios participa en la obra de la Redención.
San Juan Damaceno pone en relieve la relación que hay entre la participación en la Pasión de Jesús y el destino glorioso: “Era necesario que Aquella que había visto a su Hijo en la Cruz y recibido en pleno corazón la espalda de dolor (…) contemplara a ese Hijo suyo sentado a la diestra del Padre” (Hom. 2: PG 96,741).

Viendo a la luz del Misterio Pascual, de manera particularmente clara se puede ver la oportunidad de que, al lado del Hijo, la Madre también fuera glorificada después de la muerte.

El Concilio Vaticano II recuerda en la Constitución Dogmática de la Iglesia el Misterio de la Asunción, capta la atención al privilegio de la Inmaculada Concepción: porque fue: “preservada libre de toda mancha de pecado original” (Lumen Gentium, 59), la Hermosa Virgen de Nazaret no podía quedarse como las demás personas en estado de muerte hasta el de los tiempos.
La ausencia del pecado original y la santidad, perfecta ya desde el primer momento de su vida, pedían para la Madre de Dios la completa glorificación de su alma y de su cuerpo.

Observando el Misterio de la Asunción de la Bella María, se puede entender el Plan de Dios con respecto a la humanidad: después de su Hijo Jesús, Verbo encarnado, la Hermosa Doncella de Nazaret es la primera persona humana que realiza el ideal escatológico, y así, anticipa la plenitud de la felicidad que fue prometida a los elegidos mediante la resurrección.

Se puede ver también en la Asunción de la Bella María la voluntad de Dios de promover a la mujer. 
En el comienzo del género humano y de la Historia de la Salvación, en el proyecto Divino el ideal escatológico no podía manifestarse en una persona, sino en una pareja.
Entonces, en la Gloria Celestial, junto a Jesús resucitado, hay una mujer resucitada, su Madre María: el nuevo Adán y la nueva Eva, primicias de la resurrección de todos los cuerpos de la humanidad.

Efectivamente, la condición escatológica de Cristo y de la Hermosa Virgen no están en el mismo nivel. La Bella María, nueva Eva, recibió de su Hijo, nuevo Adán, la plenitud de Gracia y de Gloria Celestial y fue resucitada por mediante el Espíritu de Dios por el poder soberano del Hijo

Estas reflexiones breves, nos dejan poner en relieve que la Asunción de la Bella María manifiesta la nobleza y la dignidad del cuerpo humano.

La sociedad de hoy se somete frecuentemente a la profanación y envilecimiento en particular, el cuerpo femenino, el Misterio de la Asunción proclama el destino sobrenatural y la dignidad de todo cuerpo humano, llamado por nuestro Señor a que sea instrumento de santidad para que participe en su Gloria.

La Hermosa María entró en la Gloria, porque cobijó en seno virginal y en su corazón. Contemplando a la Joven Virgen, cada cristiano descubre el valor de su cuerpo y aprende a cuidarlo como Templo de Dios, esperando la resurrección.

La Asunción, Gracia concedida a la Madre de Dios, tiene un valor inmenso para la vida y para el destino de la humanidad.