|
Notas teológicas sobre
la Asunción de la Bienaventurada Virgen María
Padre
Gregorio Alastruey Sánchez
El
nombre de asunción, aunque algunas veces se usa por los Padres y
escritores para significar el paso de los que mueren en el Señor, comúnmente
ha sido reservado para indicar aquella singularísima prerrogativa de la
Bienaventurada Virgen que alcanzó después de su muerte; esto es, que
su cuerpo fuera trasladado al cielo. Entre la ascensión y la asunción
existe esta diferencia: la ascensión se dice de Cristo Señor, que subió
al cielo por su propia virtud; pero la asunción se dice de la Virgen,
que después de resucitada fue por singular privilegio elevada en cuerpo
y alma al cielo.
La asunción de la Bienaventurada Virgen algunas veces es llamada
pausación, término, dormición, natalicio, tránsito; pero ha
prevalecido el nombre de asunción que, como más apto para significar
esta prerrogativa, fue mandado que se conservara por decreto de la
Comisión encargada de la corrección del Breviario durante el
pontificado de Benedicto XIV.
La asunción, considerada estrictamente, prescinde de la muerte y de la
resurrección, y no significa más que la traslación gloriosa de la
Virgen en cuerpo y alma al cielo; porque la asunción habría tenido
plena realidad, aún si María hubiese sido transportada al cielo con su
cuerpo glorificado, sin que hubieran precedido la muerte y la resurrección.
La asunción no está en conexión necesaria con la incorrupción en el
sepulcro, pues como nota Renaudin: "Admitida la incorrupción del
cuerpo de la Virgen por apartar este deshonor de la Madre de Dios, no se
seguiría de esto la asunción, porque dicha preservación pudo hacerse
de tres modos: por la mera incorrupción, separados de modo permanente
el cuerpo y el alma; por la resurrección gloriosa; y por la glorificación,
sin pasar por la muerte".
Sin embargo, si se considera la asunción en concreto, y según se nos
presenta de hecho en la liturgia y en los documentos de los Padres y teólogos,
ciertamente comprende todos estos elementos: muerte previa, preservación
de la corrupción en el sepulcro y resurrección anticipada; y así, en
razón de ello, ha de decirse que la asunción consiste en la unión del
cuerpo con el alma gloriosa, precedida de la muerte, pero no de la
consiguiente corrupción en el sepulcro, e iniciada por la resurrección.
Sobre lo cual advierte Janssens: "Cuidadosamente ha de distinguirse
entre las cosas que son por sí mismas objeto de la historia, como la
muerte de la Bienaventurada María, su resurrección entre los muertos,
su sublimación a las alturas, y las que constituyen el objeto de la
teología, como es la incorrupción permanente del cuerpo, la resurrección,
en cuanto que es gloriosa, y el consorcio de María en la plenísima
victoria de su Hijo. Del primer género de los hechos acaso podrá
juzgar la historia; mas de los segundos hay que juzgar según las normas
de la teología. Y ciertamente es de desear que se advierta que, aunque
faltasen los testimonios históricos del primer género de hechos, no
por eso cabría concluir que no existe revelación alguna del otro género
de verdades».
Es de fe que María, en cuanto al alma, fue elevada al cielo, porque
todo justo a quien nada falta que expiar, inmediatamente después de la
muerte entra a gozar de la visión de Dios. Por lo que toda la cuestión
es de la asunción corporal de la Virgen.
- Si bien los protestantes en general niegan la asunción corporal de
María, los griegos cismáticos no lo hacen;. más aun, el Concilio de
Armenia (1342) lo confiesa expresamente: "Ha de saberse que la
Iglesia de los armenios cree y profesa que la santa Madre de Dios, por
virtud de Cristo, fue elevada corporalmente al cielo ".
La asunción corporal de María a los cielos puede probarse recurriendo
a argumentos extraídos de la Escritura, de los testimonios de los
Padres, de la liturgia, del común sentir de los fieles y de la unánime
opinión de los teólogos.
El primero de los textos escriturarios es el del Génesis 3, 15:
"Enemistades pondré entre ti y la mujer, entre tu linaje y
"su linaje; ella quebrantará tu cabeza... " Las enemistades
establecidas por Dios entre la mujer y el demonio, entre el linaje de la
mujer y el linaje del demonio, se ordenan a que la mujer y su lina je,
ella con Él y por Él, quebrante la cabeza del demonio y obtenga sobre
él un triunfo completo. Este triunfo que Cristo consiguió de Satanás,
en el que María se presenta íntima e indisolublemente unida a su Hijo,
no es sólo el triunfo del pecado y de la concupiscencia, sino también
de la muerte. Así como Cristo resucitado triunfa plenamente de la
muerte, así a María, íntimamente asociada a Cristo, le corresponde la
misma victoria sobre la muerte por su gloriosa resurrección anticipada
y asunción al cielo.
El segundo es el que trae Lucas 1, 28: "Dios te salve, llena de
gracia, el Señor es contigo, bendita tu entre las mujeres... “María
es saludada llena de gracia; mas la plenitud de gracia es el cúmulo y
afluencia de todas las gracias, desde la gracia inicial o concepción
inmaculada hasta la gracia final o glorificación total en el cielo. María
es llamada bendita entre las mujeres; la maldición, común a las
mujeres y los hombres, es triple: de la culpa, de la concupiscencia y de
la muerte. Así como la Madre de Dios es llamada bendita por haber
escapado a la maldición de la culpa y de la concupiscencia, de la misma
manera por haber escapado de la muerte, en cuanto fue librada de su
esclavitud por la resurrección anticipada, Por esto dice Santo Tomás:
"tres maldiciones fueron lanzadas sobre los hombres por el
pecado... La tercera fue común a los hombres y a las mujeres, a saber:
que se convertirían en polvo. Y de ésta estuvo libre la Bienaventurada
Virgen, porque subió corporalmente al cielo. Pues creemos que después
de la muerte resucitó y fue elevada al cielo».
Por lo que respecta a los Padres, los más antiguos, hasta el siglo V
nada dicen expresamente de la asunción corporal de María, exceptuando
tal vez a San Epifanio, que aunque dude de la muerte de la Virgen,
parece no hesitar de su asunción. "¿Cómo no poseerá María con
su carne santa el reino de los cielos, ella que no cometió
deshonestidad ni adulterio, ni fue petulante, ni realizó obra alguna
torpe de la carne, sino que permaneció limpia?"
No debe extrañar el silencio de los Padres de esta época, pues
combatiendo contra los docetas y valentinianos, que decían que el
cuerpo de Cristo era celestial o sideral, y contra los colyridianos, que
intentaban presentar a María como diosa, acaso debieron juzgar más
oportuno callar sobre la asunción corporal de la Virgen para no dar
ocasión a estos herejes de propagar sus errores.
Pero desde el siglo V en adelante, Padres y escritores enseñaron
claramente la asunción corporal de la Madre de Dios. Así, San Gregorio
de Tours: "El Señor mandó trasladar al paraíso en una nube el
cuerpo santo (de María), donde ahora, recobrada el alma, y alegrándose
con sus elegidos, goza de los bienes eternos, que no tendrán fin".
San Juan Damasceno: "Tu alma no descendió al infierno, ni tu carne
sufrió corrupción. Tu cuerpo inmaculado y limpio de toda mancha no fue
abandonado a la tierra, sino que tú, Reina; Soberana, Señora y
verdadera Madre de Dios, fuiste trasladada a las reales mansiones del
cielo”. San Fulberto de Chartres: "Cree la piedad cristiana que
Cristo Dios, Hijo de Dios, resucitó gloriosamente a su La fiesta de la
Asunción de la Virgen, que ahora se celebra solemnemente en la Iglesia
universal, se re monta a los primeros siglos. Por lo que toca a la
iglesia oriental, algunos piensan que se celebraba ya ti siglo V, porque
la conmemoraban los nestorianos y monofisitas, que en aquel siglo se
separaron de la lgte- sia, y no es creíble que éstos hayan tomado de
ella tal fiesta después de su separación. A mediados del siglo VI se
celebraba esta fiesta entre los orientales el día 18 de enero.
Por lo que respecta a la Iglesia occidental, es probable que la fiesta
de la Asunción fuese celebrada en Roma en el siglo V pues en cierto
Sacramentario, en la misa del 15 de agosto se halla la siguiente oración:
"Recibe, Señor, los dones que te ofrecemos en la repetida
solemnidad de la Bienaventurada María, porque redunda en tu alabanza
que verdaderamente haya sido elevada a tu gloria". Y consta
ciertamente que esta fiesta se solemnizaba en Roma por el año 650, el día
15 de agosto, y desde este tiempo no ha dejado de celebrarse.
Todo el pueblo cristiano, como bien ordenado ejército, está unido a
sus Pastores en la profesión de la gloriosa Asunción de la Santísima
Virgen. San Antonino, obispo de Florencia, dice: "Al tercer día
fue elevada con su cuerpo resucitado; esto es piadosamente creído por
los fieles y confirmado por los doctores. Lo que parece había ya
sentido el salmo 131 cuando dice: «Levántate, Señor, de tu reposo, tu
y el arca de tu santificación». Mas el arca de santificación fue el
cuerpo de la Madre... Este arca de santificación, esto es, llena de
cosas santas, se levantó a descansar cuando fue elevada, corporalmente
al cielo". Estos mismos fieles, adoctrinados por sus Pastores,
confiesan la asunción corporal de María, como aparece por las
devociones populares y congregaciones instituidas en su honor; y
singularmente por los innumerables templos dedicados a su Asunción,
sobresaliendo de un modo especial España, que tiene consagradas a tan
glorioso misterio las catedrales de Toledo, Sevilla, Valladolid, Burgos,
Córdoba, León, etc.
En cuanto a los teólogos, desde época de la escolástica todos enseñan
este misterio explícitamente. San Alberto: "Luego resta que (el
lazo de la muerte) no pudo significar incineración; por lo que el
sentido será: no pudo ser oprimida por los lazos de la muerte, esto es,
no pudo ser reducida a cenizas. Y si no hubiera resucitado
inmediatamente, se hubiera convertido en ceniza, como los demás
cuerpos". San Buenaventura: "Los santos doctores se esfuerzan
razonablemente en probar, y los fieles lo aceptan, que la Bienaventurada
María ha sido también elevada corporalmente al cielo y el cuerpo está
ya plenamente glorificado con el alma". Santo Tomás:
"Razonablemente se cree que aquella que engendró al Unigénito del
Padre recibió mayores privilegios de gracia que todos los santos";
mas a los privilegios de gracia pertenecen manifiestamente la resurrección
anticipada del cuerpo de María y su gloriosa asunción, ya que a la
gracia consumada, que principalmente es la gloria del alma, pertenece
también la gloria del cuerpo, que del alma redunda en la carne.
"Por tanto, después de elevar a Dios muchas y reiteradas preces e
invocar la luz del Espíritu de la Verdad, para gloria de Dios
Omnipotente, que otorgó a la Virgen María su especial benevolencia;
para honor de su Hijo, Rey inmortal de los siglos y vencedor del pecado
y de la muerte; para acrecentar la gloria de esta misma Augusta Madre y
para gloria y alegría de toda la Iglesia, por la autoridad de Nuestro
Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo, y
por la Nuestra, pronunciamos, declaramos y definimos ser Dogma de
Revelación Divina que la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen María,
cumplido el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la
gloria celeste" [Fórmula definitoria de Pío XII, bula dogmática
"Munificentissimus Deus ", 1 de noviembre de 1950].
Fuente: Tratado de la Virgen Santísima - Gregorio Alastruey Sánchez - Pról. del Excmo. y Rvdo. Sr. Dr. Antonio García y García Arzobispo de Valladolid. 1945?. Editorial Católica
Fuente:
homiletica.com.ar
|
|