“Mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador”

Fr. Javier Américo Bravo, OP

 

Homilía para la Asunción, domingo 15 de agosto de 2010, Convento de Mendoza, Argentina.


La Iglesia quiere celebrar hoy de modo gozoso y solemne el misterio de la Inmaculada Madre de Dios, siempre Virgen Maria, que terminado el curso de su vida terrena, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial. La celebración de este misterio quiere hacernos comprender además que María, en la gloria, es prenda segura de Esperanza para la Iglesia.

La Palabra de Dios nos afirma hoy que todos resurgiremos, que todos reviviremos en Cristo, cada uno según el orden que le corresponda, primero Cristo y después todos los que están unidos a Él; como lo escuchamos en la segunda lectura.

Sabemos que de entre todos los que están unidos a Cristo hay una persona que es de Cristo de una manera única y singular: su Madre, aquella que lo generó como hombre y la que hizo posible que todos nosotros pudiésemos ser regenerados en Él. Respecto de su Madre, Cristo no esperó el tiempo final de su venida para unirla a su gloria, muy pronto la incorporó a su gloria no permitiendo que su cuerpo conociera la corrupción.

No tenemos gran exactitud de cómo es la condición de los resucitados, pero lo que sabemos es que María está “junto al Señor” en su condición gloriosa y ese es el corazón del misterio que hoy celebramos.

Tenemos dos puntos de atención para la contemplación de este misterio por un lado centrarnos en lo que la celebración nos dice de María; o por otro lado, lo que esta celebración implica para toda la Iglesia.

Del mismo modo que María al pie de la cruz era símbolo y casi personificación de la Iglesia que peregrina entre las vicisitudes del mundo, así también ahora en el cielo ella es personificación y primicia de la Iglesia glorificada, la piedra mas preciosa y excelsa de la ciudad santa, según aquella imagen del Apocalipsis.

Cada vez que contemplamos a María en la tierra en cualquiera de los acontecimientos que vivió, Ella (María) se convierte en signo de todo aquella que la Iglesia está llamada a ser, hoy en cambio queremos contemplar a María como signo real de lo que la Iglesia algún día será.

En María, Dios quiso demostrar cuan grande y profunda fue la redención operada por Cristo y a qué gloria y altura puede conducir a la criatura que se deja penetrar completamente por la gracia de la salvación. María en la Gloria nos indica cómo llegar a Dios. Así lo dice el magisterio de la Iglesia en la LG (Lumen Gentium nº 68): “La Madre de Jesús, de la misma manera que, glorificada ya en los cielos en cuerpo y alma, es imagen y principio de la Iglesia que habrá de tener su cumplimiento en la vida futura, así en la tierra precede con su luz al peregrinante pueblo de Dios como signo de Esperanza cierta y de consuelo hasta que llegue el día del Señor”.

María es el más claro ejemplo y demostración del cumplimiento de la Palabra de Dios: “Si participamos de sus sufrimientos, participaremos también de su gloria. Nadie ha sufrido tanto con Jesús como María y por ello nadie es más glorificado con Jesús que Ella.

María es el reflejo claro del humilde sabio e inteligente, del creyente, del que con claridad y luminosidad se deja conducir dócilmente por Dios y del que asume la Voluntad de Dios. Esta es la Razón por la que Maria es “Feliz por haber creído”. “Su espíritu se estremece de gozo en Dios su Salvador”.

Vivimos tiempos difíciles, de desorientación, de desconcierto, de desánimo, de desesperanza, de desilusión; muchos hermanos están golpeados. La vida nos estrecha en nuestras preocupaciones, en nuestros pensamientos y en juicios que a veces se hacen mezquinos. María quiere alcanzarnos un corazón inmenso, Ella quiere enseñarnos que nuestra vocación es la Gloria de Dios; y, que la Gloria es un claro conocimiento que se mezcla con alabanza. El entusiasmo de María nos devuelve los grandes espacios. Ante la magnificencia de Dios, tienen que caer nuestras estrecheces para que también nosotros tengamos un corazón grande. María realiza la vocación para la que toda criatura humana y toda la Iglesia ha sido creada: María es en el cielo “Alabanza de la Gloria”

Hoy contemplamos a María en la Gloria porque ella es la imagen y la prenda de lo que un día será toda la Iglesia. María alaba a Dios y alabando, se Alegra y Exulta. Hoy más que nunca es necesario mirar a Nuestra Madre y confiar en el poder de su intercesión, que en el cielo es distinto del realizado aquel día en Caná, cuando dijo: “No tienen vino”, María obtiene gracias inmensas para la Iglesia peregrinante. Le pedimos que nos obtenga la misericordia que abraza toda miseria humana. Que nuestra fe y nuestro amor por Cristo se mantengan intactos aún en la oscuridad o en medio de nuestros grandes sufrimientos. Que junto con María podamos decirle a Dios: “Estoy seguro de tu Palabra”

Que María nos consiga la gracia de estar siempre unidos a Cristo aquí en la tierra para que podamos un día entrar en su Gloria.

Fuente:  claraesperanza.trimilenio.net