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Proclama mi alma la
grandeza del Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador
P. Abad Dom Josep ALEGRE Abad de Santa Mª de
Poblet
Hoy celebramos la solemnidad de la Asunción de
Santa María en cuerpo y alma a los cielos. «Hoy —dice san Bernardo— sube
al cielo la Virgen llena de gloria, y colma de gozo a los ciudadanos
celestes». Y añadirá estas preciosas palabras: «¡Qué regalo más hermoso
envía hoy nuestra tierra al cielo! Con este gesto maravilloso de amistad
—que es dar y recibir— se funden lo humano y lo divino, lo terreno y lo
celeste, lo humilde y lo sublime. El fruto más granado de la tierra está
allí, de donde proceden los mejores regalos y los dones de más valor.
Encumbrada a las alturas, la Virgen Santa prodigará sus dones a los
hombres».
El primer don que te prodiga es la Palabra, que Ella
supo guardar con tanta fidelidad en el corazón, y hacerla fructificar
desde su profundo silencio acogedor. Con esta Palabra en su espacio
interior, engendrando la Vida para los hombres en su vientre, «se
levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad
de Judá; entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel» (Lc 1,39-40). La
presencia de María expande la alegría: «Apenas llegó a mis oídos la voz
de tu saludo, saltó de gozo el niño en mi seno» (Lc 1,44), exclama
Isabel.
Sobre todo, nos hace el don de su alabanza, su misma
alegría hecha canto, su Magníficat: «Proclama mi alma la grandeza del
Señor y mi espíritu se alegra en Dios mi Salvador...» (Lc 1,46-47). ¡Qué
regalo más hermoso nos devuelve hoy el cielo con el canto de María,
hecho Palabra de Dios! En este canto hallamos los indicios para aprender
cómo se funden lo humano y lo divino, lo terreno y lo celeste, y llegar
a responder como Ella al regalo que nos hace Dios en su Hijo, a través
de su Santa Madre: para ser un regalo de Dios para el mundo, y mañana un
regalo de nuestra humanidad a Dios, siguiendo el ejemplo de María, que
nos precede en esta glorificación a la que estamos destinados.
Fuente: evangeli.net
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