Celebración del misterio de la Inmaculada en nuestra liturgia

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Primer tiempo: María con la mujer y la serpiente (Gén.3) 

Este primer tiempo y gesto es bíblico. Acontece en el ámbito mismo de la creación de los seres racionales y libres... Acontece allí donde el amor de Dios creador infundió el aliento de su espíritu para que el barro comenzara a pensar y a amar ... Adán y Eva en el jardín somos todos los hombres. Somos aquella obra genesíaca “meditada” por Dios creador, antes de realizarla, por cuanto trataba de conferir a unas criaturas el don de la palabra, del amor, de la libertad... 

Quien nos creó era muy consciente de que ponía el pensamiento, la voluntad, las pasiones y la libertad en vasijas de barro muy frágil; pero no encontraba forma de darnos una participación de su vida íntima y misteriosa que no fuera frágil ... Y al vernos como “su obra”, le gustamos; era “buena”... ¡Nosotros podíamos darle gloria como él nos dio vida ...! 

Lo malo fue que en el juego de pasiones, libertad, voluntad y entendimiento (como obra finita, limitada, expuesta a pulsiones y contradicciones) , muy pronto se quebró la armonía interior del ser humano, a causa, sobre todo, de que la soberbia imbécil quiso construir su imperio para dominar el campo de acción, y esto le llevó a enfrentarse con el Creador y su ley de vida y amor... 

¡Qué necedad ! ¡Qué irresponsable el hombre! Perdido el equilibrio a golpe de pasiones, su corazón se hizo prisionero de las tendencias malsanas y donde se sembró amor brotó la cizaña del desamor, donde se sembró generosidad germinó el egoísmo, y donde se sembró paz estalló la guerra ... Por esa vía Dios y el hombre se distanciaron y comenzaron a ignorarse, y los hombres fabricaron las leyes de su interés egocéntrico...

El Creador no pudo menos que condenar esas acciones, llamadas pecados, simbolizadas en la desnudez de Adán y Eva que se hizo vergonzosa y provocativa, y en la serpiente que insuflaba pensamientos viles. Y por esa vía la criatura amada se vio privada de experimentar por doquier la divina presencia amorosa. ¡El hombre se hizo errante en el espíritu ...! 

Menos mal que Dios, que no abandona las obras de sus manos, ni las condena para siempre, sino que busca su arrepentimiento y salvación, decidió venir en su ayuda de la forma más delicada y bella: decretando que una mujer nueva, de espíritu limpio, pisoteara a la serpiente o pecado con su virtud y abriera horizontes de esperanza para un mañana de amistad recuperada entre el hombre ante su Dios... Esa mujer sería MARIA. 

Segundo tiempo: el Padre nos elige a María y a todos en Cristo (Ef.1) 

Quien nos creó por amor, por amor quiso perdonarnos...Y abrió en su mente un proyecto nuevo, restaurador, salvífico, en el que nos encerró a todos, sin que ninguno de los creados quedara fuera de su nueva creación en amistad y gracia. Nos re-eligió para salvarnos. 

De ese proyecto formarían parte, ¡oh maravilla!, Dios Padre, Dios Hijo, Dios Espíritu Santo, y una mujer, María . El Padre enviaría a su Hijo al mundo, quien, por obra del Espíritu, tomaría una naturaleza humana en las entrañas de María, y esa naturaleza, al ser pensante, libre, pasional y corporal, le permitiría pisar el polvo de la tierra y clavarse sus espinas. 

El Padre contempló este proyecto y lo amó ... El Verbo se haría carne, hombre, labrado delicadamente por el Espíritu en las entrañas de una doncella, y todos serían salvos en él y por él . ¿Cómo ocultar tal grandioso proyecto? Lo conocería poco y muy nebulosamente Israel a quien el Espíritu se lo revelaría por los profetas. . El Verbo, el Mesías, vendría a salvarnos. Y la primera salvada, redimida, sería la doncella elegida por madre, la Inmaculada. 

Tercer tiempo: la nueva mujer, madre, es concebida sin pecado (Lc.1) 

María es la mujer nueva; y su Concepción, una de las locuras del amor, del amor divino para con nosotros. Veámosla bien: primero, como exenta y libre de pecado, es decir, de todo rastro de infidelidad, pues el Padre la amó y le aplicó anticipadamente toda la obra redentora que iba a realizar su Hijo, Jesús; después, como envuelta en el raudal de gracias con que el Padre la colmó, por ser su predilecta en el concierto de los hijos elegidos . 

Para hablar de esa “agraciada de Dios”, el Evangelio de hoy no tuvo página más bella que la del encuentro de la doncella amada con un mensajero de Dios, el ángel, en su cocina, cámara o taller. Es tan sublime lo que se le comunica a María en esa entrevista, y tan sorprendente la colaboración que se le pide, que cualquier forma literaria resulta insuficiente para describir la intimidad del misterio. 

Dios cuenta con María. María se ofrece a Él. 

¿Qué podemos acentuar al final? 

Señalemos la delicadeza femenina de nuestro Dios en su ternura, y el realismo de una doncella de carne y hueso, costurera y cocinera, amable y piadosísima, que entra a formar parte del plan salvífico de toda la humanidad. 

¡Qué hermoso es hacer presente todo esto en nuestra conciencia de creyentes cuando esperamos la venida del HIJO, Mesías y Salvador!