La Inmaculada Concepción. La Mujer que no es corrupta

Pedro de Alcántara Martínez, O.F.M.


La Inmaculada Concepción de María es el dogma de fe que declara que por una gracia especial de Dios, Ella fue preservada de todo pecado desde su Concepción.

El dogma fue proclamado por el Papa Pío IX el 8 de diciembre de 1854, en su bula Ineffabilis Deus.

«...Declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles...» (Pío IX, Bula Ineffabilis Deus, 8 de diciembre de 1854).

La concepción es el momento en el cual Dios crea el alma y la infunde en la materia orgánica procedente de los padres. La concepción es el momento en que comienza la vida humana.

• María quedó librada de toda carencia de gracia desde que fue concebida en el vientre de su madre, Santa Ana. Es decir, María es la «llena de gracia» desde su concepción. Cuando hablamos de la Inmaculada Concepción no se trata de la concepción de Jesús quien, claro está, también fue concebido sin pecado, sino que hablamos de que María no tuvo pecado original.

Fundamento bíblico

La Biblia no menciona explícitamente el dogma de la Inmaculada Concepción, como tampoco menciona explícitamente muchas otras doctrinas que la Iglesia recibió de los Apóstoles. La palabra «Trinidad», por ejemplo, no aparece en la Biblia. Pero la Inmaculada Concepción se deduce de la Biblia cuando ésta se interpreta correctamente basados en la enseñanza de la Iglesia a través de los siglos.

El primer pasaje que contiene la promesa de la redención (Génesis 3, 15) menciona a la Madre del Redentor. Es el llamado Primer Evangelio, donde Dios declara la enemistad entre la serpiente y la Mujer. Cristo, la semilla de la mujer (María) aplastará la cabeza de la serpiente. Sólo el hecho de que María se mantuvo en estado de gracia puede explicar que continúe la enemistad entre Ella y la serpiente. El libro bíblico del Génesis 3, por lo tanto, contiene una promesa directa de que vendrá un Redentor. Junto a Él se manifestará su obra maestra: la preservación perfecta de todo pecado de su Madre Virginal.

En Lucas 1, 28 el ángel Gabriel, enviado por Dios le dice a la Santísima Virgen María: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». Las palabras en español «llena de gracia», no hacen justicia al texto griego original que significa tener abundancia de gracia, un estado del alma en unión con Dios. Aunque este pasaje no «prueba» la Inmaculada Concepción de María, sí lo sugiere.

Otro acto del amor de Dios

Como nos indican las palabras de Pío IX, la Concepción Inmaculada de la Virgen María es un maravilloso Misterio de amor. La Iglesia lo fue descubriendo poco a poco, al andar de los tiempos. Hubieron de transcurrir siglos hasta que fuera definido como dogma de fe. Y no es extraño, porque Dios lo reveló veladamente, y ello en dos momentos decisivos de la historia del mundo y en dos instantes extremos de la vida de Cristo. Y los hombres somos lentos en comprender, en descifrar el íntimo significado de las cosas.

Así, con toda la densidad de concepto -cada palabra encierra una indispensable idea- y con toda la sobriedad de estilo -dureza y línea escueta- propias de una definición dogmática, venía el Papa a enseñarnos que la Inmaculada Concepción es un Misterio de amor, porque no sólo nos definió que la Virgen fue preservada del pecado de origen, sino que lo fue por los méritos de la Pasión de Jesús.

La Inmaculada Concepción de María es una obra de perfecto amor, una perfecta glorificación de Cristo. La preservó del pecado porque la amó más que a nosotros, a Ella, bendita entre las mujeres.

La mujer no es para el hombre, discípulo de Cristo, solamente una compañera en el oficio de procrear y de educar los hijos, o en la tarea de llevar serena y acompasadamente las cargas de la vida. Mucho menos es un objeto de placer egoísta. La mujer es un objeto de amor, pero de un amor tal y como lo entendió Cristo.

La mujer que el hombre busca

La mujer es para el hombre, ante todo, un contenido de valores espirituales a perfeccionar mediante la entrega. Esta entrega se hará muchas veces en cruz. El amor sólo florece en sacrificio: sacrificio de renuncia al placer siempre que éste amenace con arrastrar a la culpa, con ahogar al espíritu; sacrificio de la tolerancia hacia las debilidades del vaso más flaco; de la comprensión hacia sus exigencias íntimas; del respeto por la que es compañera y no sierva en las luchas de la vida, pues posee un alma bañada en la Sangre de Dios.

Sueñe el hombre a la mujer que Dios le dé otra María. Si los hombres se dejan invadir por el hálito divino que irradia la figura de María, si la graban fuertemente en su corazón, si comprenden que Ella es la Mujer, la bendita entre las mujeres, el prototipo de lo femenino, verán cómo su luz ilumina y transforma las figuras de todas las mujeres -las madres, las novias, las esposas, las hijas-, las idealiza, las endiosa. Y entonces el hombre tendrá fuerza para sacrificarse por la mujer como Cristo se sacrificó por María, hasta hacerla aparecer gloriosa de inocencia, de santidad, de fecundidad espiritual.

La Inmaculada Concepción no es solamente una gloria de María. Se ha convertido para nosotros en ejemplo, en poema, en canto de belleza. Nos ha descubierto lo que tiene de perfecto, de grande, de sublime, el humano amor. Nos ha desvelado el secreto de amar.

Fuente: Semanario, Arquidiocesis de Guadalajara, México