María, Madre de misericordia

Padre Miguel Ponce Cuéllar

 

Cuando Pío IX definió el dogma de la Inmaculada Concepción proclamó ante el mundo que María fue liberada del pecado original desde el primer instante de su concepción. Pero con las palabras de la bula el Papa expresaba sólo un aspecto del dogma, porque leído éste en positivo quiere decir que nuestra Señora participa de la plenitud de la gracia de Dios, que fue la especialmente elegida y amada en su Hijo Jesucristo. Esta grandeza de María no la aleja de nosotros, al contrario, la acerca más, porque lo que aleja, lo que establece barreras entre los hombres, es el pecado, mientras que la gracia aúna, religa, ya que la gracia es amor. Por eso María es la criatura más cercana al hombre. Naturalmente no hablo de Cristo que, al ser divina su persona, no podemos considerarlo como sólo referencia a imitar sino como fuente de imitación, también para María. Nuestra Señora recibe la belleza y hermosura del Espíritu Santo, que sin el obstáculo del pecado plasma en Ella la más perfecta Imagen del Hijo, fiel reflejo del rostro paterno, el Padre de las Misericordias. Por eso María proclama en todos los momentos de su existencia, como evangelio vivido, los rasgos del Padre de las misericordias y se transforma en su Icono creatural, como la Madre de las misericordias.

Maternidad y misericordia
Porque en María maternidad y misericordia se unen en un abrazo estrecho. Su gran misericordia se manifiesta en primer lugar en el don de su Hijo, fruto en Ella el más hermoso de la gracia del Espíritu. Qué cercana resulta así para nosotros la misericordia del Padre, fuente de toda misericordia, en su Hijo Jesucristo y en la Madre que nos lo entrega! Y junto a la cruz, de un modo especial, María agranda su corazón abrazando en una nueva maternidad a todos los que su Hijo constituye como hermanos. 

El pueblo cristiano supo bien pronto del corazón misericordioso de María y a Ella acudió aquella comunidad de finales del siglo III, azotada por la persecución, con la plegaria "Bajo tu amparo nos acogemos, santa Madre de Dios". La Iglesia oriental la invoca como la "Eleousa", "la misericordiosa Virgen de la ternura" y los occidentales la proclamamos "Madre de misericordia" en el canto de la Salve. Y tenemos razón, porque en frase de san Bernardo "jamás se ha oído decir que ninguno de los que acudieron a su protección, implorando su misericordia, haya sido abandonado de Ella". María presenta el rostro misericordioso del Padre en su calidad de Madre, porque Ella vive su ser Hija como la Madre llena de amor a su Hijo y a los hermanos de su Hijo. Hoy, llenos de confianza nos dirigimos a Nuestra Señora diciéndole Monstra te esse Matrem! Muéstranos tu corazón de Madre!

 

Miguel Ponce Cuéllar
Secretario de la Sociedad Española de Mariología y Miembro de la Academia Pontificia de Mariología