150 Aniversario de la proclamación del Dogma de la Inmaculada Concepción

Seminario de Celaya, México

 

"En 1854 el Papa Pio IX declaró el Dogma de la Inmaculada Concepción. 
¿Quién causa tanta alegría?... ¡La inmaculada María!

Cuentan que en las circunstancias difíciles por las que atravesaba la Iglesia (1850), en un día de gran abatimiento, el sumo pontífice decía al cardenal Lambruschini, con respecto a la definición del dogma de la Inmaculada: “No he encontrado solución humana a esta situación” y el cardenal le respondió: “Pues busquemos una solución divina. Defina S.S. El dogma de la Inmaculada Concepción” 

Y el 8 de diciembre de 1854, Pio IX rodeado de la solemne corona de 92 obispos, 54 arzobispos, 43 cardenales y de una gran multitud, definía como dogma de fe el gran privilegio de la Virgen María:

“… Para honor de la santa e indivisa Trinidad, para gloria y ornamento de la Virgen Madre de Dios, para exaltación de la fe católica y acrecentamiento de la religión cristiana, con la autoridad de Nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados apóstoles Pedro y Pablo y con la nuestra, declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente , en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles…” (Bula ineffabilis Deus. Pio IX, 8 de diciembre de 1854)

Estas palabras, al parecer tan simples, están seleccionadas una por una y tienen resonancia de siglos. Cada palabra encierra una indispensable idea y con toda la sobriedad de estilo, dureza y línea escueta, propias de una definición dogmática, venía el Papa a enseñarnos que la Inmaculada Concepción es un misterio de Amor. Pues no solo nos definió que la Virgen fue preservada del pecado de origen, sino que lo fue por los méritos de la pasión de Jesús.

Aunque ya desde el siglo VI en la Iglesia oriental se celebraba la fiesta de la Inmaculada Concepción y desde los siglos IX y X en la Iglesia occidental, especialmente en España, Irlanda e Inglaterra, como aparece en el calendario de mármol de Nápoles que dice “ Día 9 de diciembre la Concepción de la Santa Virgen María” No obstante la celebración litúrgica, el significado de la solemnidad no estaba teológicamente fijado. 

¿Evolucionan los dogmas de la Iglesia? Tal podría ser la pregunta que se formule el lector. Sí y no. No evolucionan en su contenido, es decir, lo que hoy es verdadero, mañana o dentro de un siglo no vendrá a ser falso; pero sin evolucionar en lo que afirman o niegan evolucionan en la conciencia que de ellos va teniendo la misma Iglesia. Podríamos decir, para poner una comparación, que cada dogma es una semillita que el mismo Cristo ha puesto en el campo fecundo de su Iglesia, semilla que germina, crece y se desarrolla cuando las circunstancias lo favorecen y en nuestro caso el tiempo favorable lo da el Espíritu Santo de quien dijo Cristo: “cuando yo me vaya, El os guiará y os enseñará toda verdad... ” ( S. Juan 16,13)

Recordemos que la concepción la concepción es el momento en el que comienza la vida humana. María quedó llena de gracia santificante desde que fue concebida en el vientre de su madre santa Ana. Es decir María es la llena de gracia desde su concepción. Cuando hablamos de la Inmaculada concepción no se trata de la concepción de Jesús, quien claro está, también fue concebido sin pecado. 

Los Padres de la Iglesia, se refieren a la Virgen María como la segunda Eva, pues ella desató el nudo causado por la primera Eva. Es decir, que como un nudo no se desata sino pasando los cabos por el mismo lugar, pero a la inversa, así la redención se obró de modo idéntico, pero a la inversa de la caída. Y al respecto nos dice san Ireneo “…De ese modo, el nudo de la desobediencia de Eva, (que fue causa de la muerte) quedó suelto por la obediencia de María, (que fue causa de salvación para sí y para todo el género humano) lo que ató por su incredulidad Eva, lo desató la fe de María Virgen.”

Sin adentrarnos en las discusiones históricas que ayudaron a iluminar el misterio se subraya que era necesaria la presencia final de un gran defensor de la Inmaculada Concepción, el Franciscano Juan Duns Escoto, quien a la pregunta de que si María fue concebida en pecado, responde: No. ¿Motivos? La perfectísima Redención de su Hijo y la honra y honor del mismo. Como hija y descendiente de Adán, María debía contraer el pecado de origen, pero redimida perfectísimamente por Cristo, no incurrió en él. Duns Escoto, continúa diciendo, “¿Quién actúa más eximiamente, el médico que cura la herida del hijo que ha caído, o el que, sabiendo que su hijo ha de pasar por determinado lugar, se adelanta y quita la piedra que provocaría el tropiezo?”, sin duda que el segundo. Cristo no fuera perfectísimo redentor, si por lo menos en un caso no redimiera de la forma más perfecta posible. Y lo ha hecho con María su Madre. 

Las mentes de los santos padres primero y las de los teólogos medievales después fueron comprendiendo que la dignidad de la madre de Dios esta reñida con todo pecado, que su oficio de corredentora exige la inmunidad de la mancha original, a fin de poder merecer dignamente con su Hijo, liberarnos de la culpa. Y por fin, cuando la Iglesia tuvo plena, formal, explicita conciencia de que la limpia concepción de María era doctrina contenida en la revelación, y por tanto objeto de fe, pasó a definirla como tal proclamándose del dogma de la Inmaculada Concepción. 

A la luz de este testimonio de doctrina y de acción, nos encontramos llamados en este 150 aniversario de la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción a CONMEMORAR el acontecimiento, CELEBRAR el misterio y ASIMILAR la verdad del mismo. Puede ser relativamente fácil organizar conmemoraciones y preparar celebraciones, pero ya no tanto el iniciar ese proceso activo de profundizar, de asimilar interiormente hasta llegar a armonizar con coherencia la mente, la vida y el corazón; en una espiritualidad más elevada y un servicio a los demás eficaz y generoso. 

El recordar a 150 años la proclamación del dogma de la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María hace resonar en nosotros un llamado por una parte a la purificación. Ser puros para que Jesús habite en nosotros, y también nos hace una invitación a que nos consagremos al Corazón Inmaculado de María, lugar seguro para alcanzar conocimiento perfecto de Cristo y camino seguro para ser llenos del Espíritu Santo. 

Ante la celebración del acontecimiento y la celebración del misterio dispongámonos a asimilarlo y Digámosle pues a María: “Dios te salve María, hija de Dios Padre: Dios te salve María madre de Dios Hijo: Dios te salve María, Esposa de Dios Espíritu Santo… ¡Más que tú, solo Dios!” (de Textos escogidos de San Josemaría Escrivá).