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María Inmaculada. El Sí a Dios
Padre
Eusebio Gomez Navarro SDB
María es inmaculada, es la totalmente hermosa,
es la mujer vestida de sol (Ap. 12,1). Es su belleza la que salvará al
mundo de la fealdad en que se encuentra inmerso lleno de discordias,
odios, guerras, muerte de indefensos, terrorismo, alarmante laicismo y
de todo pecado contra la humanidad.
El punto de partida de la teología de la Inmaculada Concepción no hace
referencia a Adán o al pecado, sino a Cristo. Así afirma K. Rahner, "se
puede comprender a María sólo partiendo de Cristo". Si Cristo es el
único mediador y redentor del mundo, si en su muerte y resurrección se
ha producido de una vez para siempre e irrevocablemente la
reconciliación de la humanidad con Dios (2cor 5,18-21), se sigue que él
en su misterio pascual es el salvador también de su madre. La teología,
elaborada en los siglos cristianos precisa que María fue preservada del
pecado original "en vista de los méritos de Jesucristo, salvador del
género humano".
El dogma de la Inmaculada Concepción nos habla de belleza, de nueva
creación, de un nuevo mundo. María es la mujer cercana a Dios y
totalmente cercana a la humanidad. La inmaculada concepción implica que
María "está unida en la estirpe de Adán con todos los hombres que han de
ser salvados" (LG 53) y ha recibido, en su radical incapacidad de
autosalvación, la gracia redentora más poderosa que se puede imaginar.
Así lo entendió y expresó Duns Scoto cuando afirma : María "es la más
grande perdonada; ha recibido una remisión tan plena que la puso al
resguardo de toda culpa. La inmaculada concepción es el más grande
perdón de Dios.
Santa Teresa de Lisieux llegará a ver como perdón también la ausencia
del pecado actual. La razón última de la Inmaculada Concepción es el
amor gratuito de Dios; el fundamento próximo de la misma es la
prerrogativa de la madre de Jesús, que histórica y lógicamente incluye
una santidad proporcionada a su unión íntima con el Hijo.
San Maximiliano Kolbe, a la pregunta: "¿Quién eres, Inmaculada
Concepción?", responde refiriéndose al Espíritu Santo, que es "una
concepción increada, eterna, prototipo de cualquier concepción de vida
en el universo..., una concepción santísima, infinitamente santa,
inmaculada". Puesto que María "está unida de modo inefable con el
Espíritu Santo, por el hecho de ser su esposa, se sigue que la
Inmaculada Concepción es el nombre de aquella en la cual él vive con un
amor fecundo en toda la economía sobrenatural". El Espíritu Santo, por
consiguiente, "mora en ella, vive en ella, y esto desde el primer
instante de su "existencia".
Teilhard de Chardin, el cual saluda a María como "perla del cosmos" y
habla de la Inmaculada en estos términos: "La Inmaculada Concepción para
mí, es la fiesta de la acción inmóvil, quiero decir, la que se ejercita
con la simple transmisión de la energía divina a través de nosotros...
En nuestro Señor todos los modos de actividad inferior y agitada
desaparecen en esta sola y luminosa función de atraer, recibir y dejar
pasar a Dios. Para ser activa de este modo y en este grado, la Virgen
santa hubo de recibir su ser en el seno mismo de la gracia, puesto que
ninguna justificación secundaria, por muy acelerada que fuera, hubiera
podido sustituir a esta perfección constitutiva y nativa de una pureza
que presidió la aparición misma del alma".
María es hermana y madre nuestra. Ella es guía y modelo del camino de
nuestra salvación. Nos dice la Constitución dogmática sobre la Iglesia:
"María colaboró de manera totalmente singular a la obra del Salvador por
su fe, esperanza y ardiente amor, para restablecer la vida sobrenatural
de los hombres. Por esta razón es nuestra Madre en el orden de la
gracia" (LG 61). Y poco antes leemos: "La misión maternal de María para
con los hombres de ninguna manera disminuye o hace sombra a la única
mediación de Cristo, sino que manifiesta su eficacia. En efecto, todo el
influjo de la Santísima Virgen en la salvación de los hombres... brota
de la sobreabundancia de los méritos de Cristo, se apoya en su
mediación, depende totalmente de ella y de ella saca toda su eficacia"
(LG 60).
María es grande y pequeña al mismo tiempo. Santa Teresita de Lisieux
subrayó la pequeñez de María. El día de su profesión religiosa escribía:
"¡Nacimiento de María! ¡Qué hermosa fiesta para llegar a ser esposa de
Jesús! En efecto, era ella, la pequeña, efímera Virgen santa, la que
presentó su pequeña flor al pequeño Jesús". Pero nunca cesó Teresita de
cantar las glorias y grandezas de María. Por ejemplo, en su última
poesía titulada ¿Por qué te amo, oh María?, ella dice que la gloria de
María es más brillante que la de todos los elegidos juntos, la llama
reina de los ángeles y de los santos, y habla del resplandor de su
gloria suprema.
María es el triunfo del amor gratuito de Dios. Es toda gracia.
María es el triunfo del amor compasivo de Dios. Dios se apiadó de ella.
María es el triunfo del amor generoso de Dios. La colmó de sí mismo.
El sí de María fue precedido por el sí de Dios. En ella se concentra el
sí de Dios al ser humano y de éste a Dios.
Es bueno pedirle a María que nos ayude a vencer el mal y nos libere de
toda clase de terrorismo y de violencia, de todo atentado contra la vida
humana, de las injusticias, de la mentira y del odio, de toda clase de
pecado.
Fuente:
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