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La Inmaculada Concepción
Padre
Jesús Martí Ballester
REVELACIÓN E HISTORIA.
Comienzo con el apunte relatado por el mismo protagonista, el Cardenal
Suenens: "El día que fui ordenado obispo, dice, algunos profesores de la
universidad de Lovaina tuvieron la delicadeza de enviar flores a mi
madre. Este gesto me fue derecho al corazón y me ha servido en más de
una ocasión para decir a nuestros amigos protestantes: "No tengáis miedo
de honrar a María, es algo que va derecho al corazón de su Hijo". "De
María nunquam satis", decía San Bernardo, y con la seguridad de que a su
Hijo le estamos llegando directo al corazón cuando estamos hablando de
su hermosa Madre, voy a reflexionar con vosotros sobre el misterio de su
Concepción Inmaculada.
El Génesis
El Génesis nos describe poéticamente el momento posterior al primer
pecado de los hombres, que introduce la muerte en el mundo. Intervienen
cuatro protagonistas. Dios, a quien se ofende; la serpiente que tienta,
y Adán y Eva, pecadores. Al desobedecer, pierden la gracia, y de amigos
de Dios se han convertido en enemigos; han perdido también los dones
preternaturales: la inmunidad de la concupiscencia, que les hace verse
desnudos; la ciencia infusa, que les desprovee del don de sabiduría; la
impasibilidad, o incapacidad de padecer y la inmortalidad, por la que no
habrían pasado por la muerte. Se ven despojados, experimentan su
desnudez, creaturiedad, pobreza y desamparo.
Cuando Dios, como Señor supremo, pide cuentas, los culpables presentan
excusas, en vez de reconocer su pecado y pedir perdón con humildad. El
pecado es un fenómeno complejo: el hombre y la mujer pierden la
solidaridad entre ellos, y así, cada uno pretende disculparse. El hombre
atribuye la culpa a la mujer, ésta se disculpa en la serpiente: "Es que
la serpiente me engañó y he comido". Pero la serpiente ya no es
interrogada por Dios. Y el hombre intenta incluso atribuir a Dios la
causa última del mal, porque le ha dado una compañera que le ha
seducido: “La mujer que me diste por compañera me ha dado del árbol...”.
El mal permanece en el misterio, que nadie quiere aceptar.
SE VIERON DESNUDOS
Pero para ellos, es evidente su desnudez: "Se abrieron sus ojos y
conocieron que estaban desnudos". El hombre y la mujer dialogaban con
Dios, cuando "paseaba por el jardín a la brisa de la tarde". La
familiaridad y proximidad entre Dios y sus hijos, los primeros hombres,
queda expresada en que Dios, para hablar con ellos no baja del cielo,
sino que se paseaba por el jardín. ¡Sería tan hermosa aquella
conversación, y tan letificante, para Dios, que "tiene sus delicias en
estar con los hombres" (Prv 8,31), y para los dos hijos de Dios que
participan de su sabiduría, familiaridad y amor! El pecado ha destruido
esa maravilla, ha roto esa deliciosa intimidad. Y la confianza da paso
al miedo: "Oí tu ruido en el jardín, me dio miedo porque estaba desnudo,
y me escondí". La presencia de Dios les atemoriza porque han roto la
amistad. Han cortado el diálogo con Dios, para el que habían sido
creados (Vaticano II). Eva ha fracasado como madre, acarreando a toda la
raza humana las consecuencias del pecado: la conflictividad con el
Creador, y con sus criaturas. Vertical y horizontal.
MORIRAS
Apenas han pecado, han sentido el aldabonazo de la conciencia, golpeando
angustiosamente en su alma: Has ofendido a Dios, se va a cumplir la
palabra que te dijo Yavé: "Morirás". Es un momento trágico de dolor
insoportable; es una situación de descalabro, de bancarrota total. Nunca
podremos saber la profundidad del pesar interno de nuestros primeros
padres después del pecado. Podemos rastrear algo por nuestra propia
experiencia, pero teniendo en cuenta que nosotros conocemos la
existencia de los Sacramentos y que no hemos experimentado el estado de
excepción y de privilegio suyo. Ellos perdían dones sobrenaturales:
gracia, virtudes infusas, dones del Espíritu Santo. Perdían los dones
preternaturales; la inmunidad de la concupiscencia, sobre todo. Caían de
muy alto a muy profundo. Se reconocen responsables. Externamente todo
sigue igual, pero el pecado hace que en su conciencia lo vean todo en su
carácter doloroso y penoso. Tenían motivos para desesperarse. Después
del interrogatorio, llega la maldición, empezando por la serpiente, que
desde ahora entrará en lucha constante a vida o muerte con el hombre. No
sólo representa las fuerzas de la naturaleza hostiles al ser humano,
sino que en ella se encarna todo el problema del mal, presente de modo
misterioso en el mundo creado.
FIDELIDAD DE DIOS
Pero Dios es bueno siempre, siempre es fiel (1 Tes 5,24). Y aquellas
eran sus criaturas, eran hijos, aunque han perdido la filiación
gratuita. No les va a ahorrar el sufrimiento necesario para la
expiación, pero no les va a abandonar: ”Dios hizo al hombre y a la
mujer, unas túnicas de piel y los vistió”. Al cubrir la desnudez de su
creaturiedad, descubre la ternura del Padre. “El Padre Eterno... decretó
elevar a los hombres a la participación de su vida divina y, caídos por
el pecado de Adán, no los abandonó, dispensándoles siempre su ayuda en
atención a Cristo Redentor” (Lumen Gentium, 2). Les anuncia un Redentor.
"Y dijo a la serpiente: Establezco enemistades entre tí y la mujer,
entre tu estirpe y la suya; ella te aplastará la cabeza" Génesis 3,9. Y
le da a la mujer el nombre de Eva, es decir, “madre de todos los
vivientes”. Aunque ellos han merecido la muerte, Dios recrea la vida,
que, a pesar del mal y de la muerte, sigue siendo la gran bendición de
Dios.
LA MUJER NUEVA
Ya está aquí la nueva Mujer: Una mujer fracasa, pero a Dios no se le
acaban los resortes: los hombres serán redimidos por el Hijo de la
Mujer. San Ireneo presenta a María como la nueva Eva que, con su fe y su
obediencia, contrapesa la incredulidad y la desobediencia de Eva. La
enemistad de María con la serpiente entre todos los humanos, la
constituye en mujer libre del pecado original. "Tú no morirás. Esta ley
es para los demás, no para tí" (Est 15,13). María, una mujer libre del
pecado, como Ester de la muerte decretada por el rey Asuero para todos
los judíos. Una mujer en la que el enemigo no ha encontrado ni un solo
resquicio por el que introducir el pecado. Ese es el sentido profundo de
la fiesta de la Inmaculada: La Inmaculada Concepción exclama: "Estoy
llena del gozo de mi Señor, porque me ha vestido un traje de triunfo, me
ha cubierto con túnica de victoria; me ha enjoyado como una novia para
sus bodas"(Is 61,10).Sólo la sabiduría de Dios puede capacitar al hombre
para comprender esta suprema gracia de la preservación del pecado,
haciéndonos conocer el mismo pecado en su propia identidad como misterio
de iniquidad, y que nuestra sociedad ha llegado a perder la conciencia
de su realidad.
La carta a los Efesios, destaca la bendición de María y la nuestra que
nos bendijo con su Gracia y nos eligió para ser “hijos suyos” por medio
de Cristo. Dios, Padre de Nuestro Señor Jesucristo, nos eligió en
Cristo, para que fuésemos santos e irreprochables ante El por el amor.
El nos ha destinado a ser sus hijos" Efesios 1,3. Es un himno que ayuda
al creyente a sentirse amado por el Padre desde siempre; y a dar una
respuesta que nos haga vivir “en su presencia sin culpa ni mancha”.
Nuestro fin es ser santos, imitando a nuestra Madre y hermana María.
LA LLENA DE GRACIA
San Lucas nos narra el cumplimiento de la promesa: "No temas, María,
porque has hallado gracia ante Dios... Hágase en mí según tu Palabra" Lc
1,26. De Dios a María todo es gracia, don gratuito, plenitud del amor.
De María a Dios, el reconocimiento agradecido, la alegría que brota del
corazón, el reconocimiento de la propia pobreza y la disposición para
ser servidora y para responder con la obediencia de la fe a la Palabra
que se le ha comunicado. En esta elección encuentra María el sentido de
su vida y se dispone a colaborar con el plan salvador de Dios con todas
sus fuerzas: “Soy la esclava del Señor, hágase en mí según lo que has
dicho”. Esclava, servidora, es decir, pertenezco al Señor, y me dedico
totalmente a colaborar en la obra de la salvación en la misión recibida.
Y nos recuerda el sentido profundo de nuestro existir.
NUESTRA ELECCION
Igual que celebramos la elección de María, celebramos la de cada uno de
nosotros. La de María nos recuerda las preferencias de Dios y el tipo de
personas que colaboran con El. En Nazaret, aldea desconocida, se decide
el futuro de la humanidad. Allí ha confiado Dios la venida de su Hijo al
mundo a la respuesta libre de una joven humilde, pobre y desconocida del
mundo. Lección que nos enseña que Dios actúa a través de las personas a
quienes el mundo suele dejar olvidadas. Los caminos de Dios para salvar
al mundo no pasan por la alianza con el dinero, el poder ni con la
fuerza de las armas o los medios de comunicación, sino por la pequeñez y
humildad de María, que es capaz de recibir la plenitud de la Gracia.
Pero la elección se hace al servicio del Salvador. La página de la
anunciación resalta la colaboración de María en la redención de los
hombres. A través de María, Cristo es plenamente “hijo del hombre”,
completamente solidario y en todo igual a nosotros menos en el pecado. Y
su colaboración no es pasiva, sino que es la respuesta de la fe que
modela enteramente su vida y la lleva a acompañar a su Hijo hasta el
Calvario: “Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu descendencia y
la suya”. María libre de pecado significa que la raíz de todos los males
está vencida por la superabundancia del don de Dios. La fiesta de la
Inmaculada Concepción de María, en el corazón del Adviento, nos presenta
a la Virgen de Nazaret como modelo de acogida y de colaboración con el
Salvador.
La Iglesia de Oriente, interpreta la expresión llena de gracia, en el
sentido de una santidad singular que reina en María durante toda su
existencia. Ella inaugura así la nueva creación. El texto: «Ella te
aplastará la cabeza», ha inspirado la representación de la Inmaculada
que aplasta la serpiente bajo sus pies. Aunque en el texto hebreo no es
la mujer sino su linaje quien pisa la cabeza de la serpiente, como
existe una profunda solidaridad entre la madre y la descendencia, es
coherente la representación, no por virtud propia sino por la gracia del
Hijo.
FULGENS CORONA
La encíclica “Fulgens corona”, de Pío XII en 1953 publicada en el
centenario de la definición del dogma de la Inmaculada Concepción,
argumenta así: «Si en un momento determinado la santísima Virgen María
hubiera quedado privada de la gracia divina por haber sido contaminada
en su concepción por la mancha hereditaria del pecado, entre ella y la
serpiente no habría ya -al menos durante ese periodo de tiempo, por
breve que fuera- la enemistad eterna de la que se habla desde la
tradición primitiva hasta la solemne definición de la Inmaculada
Concepción, sino más bien cierta servidumbre». La absoluta enemistad
puesta por Dios entre la mujer y el demonio exige por tanto en María, la
Inmaculada Concepción, es decir, una ausencia total de pecado, ya desde
el inicio de su vida. El Hijo de María obtuvo la victoria definitiva
sobre Satanás, preservándola del pecado. Como consecuencia, el Hijo le
concedió el poder de resistir al demonio, realizando así en el misterio
de la Inmaculada Concepción el más notable efecto de su obra redentora.
¡Cuán hermosa eres, María! «Alégrate, llena de gracia, el Señor está
contigo». El concepto inmaculada tiene un sentido negativo y uno
positivo. Aquel dice que ha sido concebida sin la mancha de pecado
original; éste, que ha venido al mundo ya llena de toda gracia y de
dones. La Panaghia, la Toda Santa, ponen el acento sobre el aspecto
positivo igual que cuando la llamamos Tota pulcra, Toda Hermosa. María
es llena de gracia.
LA MADRE DE CRISTO ES LA PERSONA HUMANA REDIMIDA CON MAYOR PLENITUD Y
MAS SEMEJANTE A DIOS. LA LLENA DE GRACIA Y DE BELLEZA
La palabra gracia, significa favor, perdón, amnistía y belleza,
hermosura, amabilidad. De gracia, charis, proviene carne, poema y
charme en francés: belleza, atractivo. En la Biblia, gracia tiene estos
dos significados favor divino, gratuito e inmerecido, perdón y
misericordia; belleza, estado de gracia. María esla llena de gracia,
porque ha sido objeto de un favor y de una elección únicos; ha sido,
también, la agraciada, la salvada graciosamente por la gracia de Cristo
¡ella ha sido preservada del pecado original «en previsión de los
méritos de Cristo!». Pero, es «llena de gracia», igualmente, en el
sentido de que la elección de Dios la ha hecho resplandeciente, sin
mancha, «toda hermosa», tota pulcra, como canta la Iglesia en esta
fiesta. María es agraciada y graciosa. Este es el mensaje para nosotros.
Si la Inmaculada Concepción es la fiesta de la gracia y de la belleza,
tiene algo importantísimo que decirnos hoy. La belleza nos afecta a
todos, es una de los resortes más penetrantes del actuar humano. Todos
amamos la belletza. Podemos disentir sobre qué sea bello; pero, todos
somos atraídos por la belleza. «El mundo será salvado por la belleza»,
ha dicho Dostoievskji. Pero el mundo puede también estar perdido por la
belleza. La belleza, desde la Helena de Homero, ha sido causa de duros
lutos y tragedias y muchos mitos modernos de belleza han terminado en el
suicidio.
Dice Pascal que hay tres niveles de grandeza, el material, el
intelectual y el moral, el de la santidad, que puede ir separados. Los
genios más grandes se han desarrollado a veces en la pobreza. Gounod
decía que una gota de santidad vale más que un océano de talento. Hay
belleza física, belleza intelectual y belleza espiritual. La belleza
dice la Biblia (Prov 31,30) es mentirosa y así lo han reconocido los
poetas y filósofos, que crearon el mito de las sirenas: muchachas
bellísimas, que hechizaban con su cantos a los marineros y les conducían
a estellarse contra los escollos. La belleza de María Inmaculada se
sitúa en la santidad y la gracia y constituye el vértice después de
Cristo. Su belleza es interior, hecha de luz, de armonía, de
correspondencia perfecta entre la realidad y la imagen que tenía Dios al
crear a la mujer. María es Eva en todo su esplendor y perfección, es la
nueva Eva.
EL CARDENAL DE MIILAN MONTINI
Pero, después de haber contemplado en María la belleza en grado sumo,
miremos la belleza hoy en nuestras sociedades. Pablo VI, cardenal de
Milán, decía: «A quien quisiera ver reflejados los rayos divinos y
humanos de la Virgen en las almas nuestras y de nuestros hermanos, se
le contrae el corazón al ver tantas almas de adolescentes y hasta de
niñas, que serían bellas candidatas a sublimes virtudes, a tanta poesía
del espíritu, a tanto vigor de acción, y que son estropeadas,
manchadas, rodeadas por un anegarse de tentaciones, que no consiguen
reprimir. Nuestros muchachos, nuestras muchachas, ¿qué leen?, ¿qué ven?,
¿qué piensan?, ¿qué desean?. Cuántas almas profanadas! ¡Cuántas familias
rotas! iCuántas personas con una doble vida! ¡Cuántos amores, que han
llegado a ser traiciones! ¡Qué disipación de energía humana, en este
nexo de indisciplina de costumbres y de vicios ahora tolerados, de esta
exhibición de la pasión y del vicio!»
Al designar a María como llena de gracia vemos el inicio de un nuevo
orden, fruto de la amistad con Dios que implica una enemistad profunda
entre la serpiente y los hombres, como se deduce del capitulo 12 del
Apocalipsis, en el que se habla de la «mujer vestida de sol» (Ap 12, 1).
La exégesis actual ve en esa mujer a la comunidad del pueblo de Dios,
que da a luz con dolor al Mesías resucitado. Pero, además de la
interpretación colectiva, el texto sugiere también una individual cuando
afirma: «La mujer dio a luz un hijo varón, el que ha de regir a todas
las naciones con cetro de hierro» (Ap 12, 5). Así, haciendo referencia
al parto, se admite cierta identificación de la mujer vestida de sol con
María, la mujer que dio a luz al Mesías. La mujercomunidad está
descrita con los rasgos de la mujerMadre de Jesús.
Caracterizada por su maternidad, la mujer «está encina, y grita con los
dolores del parto y con el tormento de dar a luz» (Ap 12, 2). Lo que
remite a la Madre de Jesús al pie de la cruz, donde participa, con el
alma traspasada por la espada, en los dolores del parto de la comunidad
de los discípulos. A pesar de sus sufrimientos, está vestida de sol,
lleva el reflejo del esplendor divino, y aparece como signo grandioso de
la relación esponsal de Dios con su pueblo.
En el Apocalipsis queda significada también la dimensión eclesial de
María, pues la mujer vestida de sol representa la santidad de la
Iglesia, que se realiza plenamente en la santísima Virgen. Era
conveniente que, al igual que Cristo, nuevo Adán, también María, nueva
Eva, no conociera el pecado y fuera así más apta para cooperar en la
redención. El pecado, que como torrente arrastra a la humanidad, se
detiene ante el Redentor y su fiel colaboradora. Con la diferencia
sustancial de que Cristo es santo en virtud de la gracia que en su
humanidad brota de la persona divina; y María es santa en virtud de la
gracia recibida por los méritos del Salvador (Juan Pablo II).
LA MADRE DEL HIJO DE DIOS
Dios ha hecho INMACULADA a la Madre de su Hijo, porque había de ser su
Madre y, por tanto había de transmitirle, en cuanto hombre, según las
leyes mendelianas, sus cualidades físicas, biológicas, psíquicas y
espirituales. Jesús, “imagen de Dios invisible” como Persona Divina Hijo
de Dios, había de ser genéticamente, como Hombre, el puro retrato de su
Madre, en lo ontológico, en lo físico (sus mismas manos, el color de sus
ojos, su aire al caminar, su finura y sencillez y majestad... un no sé
qué que tienen las almas regias, sus mismos gestos característicos...) y
en lo moral. Humanamente Jesús no tiene padre, y recibe los 45
cromosomas biológicos de su Madre Adorable. La maternidad divina de
María es su participación en la humanidad de Cristo. El más pequeño
pecado en María habría dejado en ella una disposición negativa, que
hubiera contrariado su perfecta disposición para ser la Madre de Cristo.
Si esta situación de María comporta una gran familiaridad con Dios por
su semejanza mayor debida a la plenitud de su gracia, socialmente, será
causa de una gran dificultad y dolor, teniendo que convivir con los
pecadores a quienes, desde niña, ya con sus compañeras, le es difícil
comprender. Veía que mentían, que eran coquetas, que desobedecían... y
la llena de gracia, no lo podía entender... No había en ella
concupiscencia, porque toda ella estaba sometida a Dios y todas sus
fuerzas obedecían a su voluntad y razón ordenadas y rectas.
LOS TEOLOGOS
Los grandes teólogos no siempre estuvieron de acuerdo en el misterio de
la concepción inmaculada de María. Hubo disidencias, por salvar la
universalidad del pecado, y la universalidad de la redención. Pero Dios
providente, fue revelando progresivamente la verdad: En 1830, a través
de Santa Catalina Labouré al entregarle la Medalla Milagrosa: “¡Oh María
sin pecado concebida!” Y 24 años después, Pío IX definió el dogma, tal
día como hoy, en 1854. Fué un Cardenal de la Iglesia: Lambruschini,
quien viendo al papa Pío IX, hoy ya Beato, triste y abatido por los
conflictos que azotaban a la Iglesia le aconsejó apresurar la
definición. Cuatro años después, el 25 de marzo de 1858, la Virgen le
dirá en Lourdes a Bernadette, “Soy la Inmaculada Concepción”.
ME FELICITARAN TODAS LAS GENERACIONES
El pueblo cristiano ha dirigido siempre a María las alabanzas con que
los hijos de Israel bendijeron a Judit, después de haber vencido a
Holofernes: "Tú eres la gloria de Jerusalén, tú la gloria de Israel, tú
el orgullo de nuestra raza" (Jdt 15,25). Te damos gracias, Señor, porque
preservaste a María de toda mancha de pecado original, para que fuese
madre de tu Hijo, y comienzo e imagen de la Iglesia, esposa de Cristo,
llena de juventud y de hermosura. "Purísima había de ser, la Virgen de
la que naciera el Cordero inocente que quita el pecado del mundo.
Purísima, la que entre todos los hombres es abogada de gracia y ejemplo
de santidad" (PE). Estas son "las maravillas que ha hecho el Señor, la
victoria alcanzada por su santo y poderoso brazo, acordándose de su
fidelidad en favor de la casa de Israel. Por eso, "cantad al Señor un
cántico nuevo" Sl 97.
Pidamos a María Inmaculada, que participa en cuerpo y alma de la gloria
de Jesucristo, que todos sus hijos deseen esa misma gloria y caminen
hacia ella. Que interceda por la salud de los enfermos, el consuelo de
los tristes y el perdón de los pecadores. A ella, que fue madre de
familia, que interceda para que todas las madres de la tierra fomenten
en sus hogares el amor y la santidad.
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