La Inmaculada en su 150 aniversario

Josefa Romo Garlito

 

Se cumplen ciento cincuenta años del reconocimiento oficial de la Virgen como Inmaculada.

Pero antes de que Pío IX proclamara el dogma, en España había ya mucha fe en esta advocación. Su nombre lo llevan innumerables templos y españolas, y en Roma su imagen preside la Plaza de España. Como Sevilla, el pueblo zamorano de Villalpando y su comarca, se enorgullecen de estar entre los primeros defensores de esta prerrogativa de María...

Otro tanto sucede al Claustro universitario de Salamanca y al Concejo de la ciudad charra, que la celebran con pompa este año. María Inmaculada es Patrona de España desde 1761, a petición de las Cortes del Reino, y es Patrona también, de la Guardia Civil.

Antes de que se hicieran los montes y lucieran las estrellas, la Reina de los Mares estaba en la mente divina. “Una gran señal apareció en el cielo, una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas en la cabeza”. Así ve la Iglesia a la Virgen en la Biblia. Así también, con doce estrellas como la corona de María, ideó la bandera de Europa, Arséne Heitz, un católico ferviente que llevaba siempre al cuello la medalla de la Milagrosa. Dulce, Prudente, bondadosa, humilde, Inmaculada ..., la hizo el Creador.

Con voluntad firme y recta, supo cooperar con la gracia, y lo que tuvo por especial privilegio, lo mereció su libre disposición. Su singular pureza, a los fieles nos cautiva, e incluso a otros.

En Ella tenemos “la encarnación de todos los valores que necesitamos para nuestra vida” (Mariscal Hindemburg). María ha inspirado a artistas, músicos y poetas desde antiguo, atraídos por el fulgor de sus virtudes. Pinceles, plumas y cinceles se han dado cita para resaltar a la Virgen de las vírgenes. Murillo , Ribera y El Greco nos la han mostrado cuasi divina. Montañés, Valdés, Mena y El Cano en Andalucía, nos la acercan indescriptible en su atractivo.

Grandes santos, como San Bernardo y el jesuita Tomás Morales (hoy en proceso de canonización) entre otros, nos la hicieron amar con inefable ternura. María es la Mujer nueva que irrumpe en un mundo corrompido, la “llena de gracia” que dijera el Ángel, la Madre del Redentor y Corredentora.

Es María la doncella que enamoró al Altísimo, la Rosa de los Vientos que marca esperanzado el rumbo al Cielo, la Aurora del nuevo milenio, la Madre siempre Virgen, la más asombrosa paradoja de Dios. No se puede pensar en María sin inundarse el corazón de consuelo y de alegría. No se la puede contemplar sin verter lágrimas de amor.

Traducción del italiano realizada por Zenit