"Y
dijo María al ángel: ¿cómo puede ser esto, si no conozco varón?"
Primero, sin duda, María calló como prudente, cuando todavía dudosa
pensaba entre sí, qué salutación sería ésta, queriendo más por
su humildad no responder que temerariamente hablar lo que no. sabía.
Pero ya confortada, y habiéndolo premeditado bien, hablándole en lo
exterior el ángel, pero persuadiéndola interiormente Dios -que
estaba con ella según lo que dice el ángel: "El Señor es
contigo"-, expeliendo sin duda la fe al temor, la alegría
al empacho, dijo al ángel: "¿cómo puede ser esto, si no
conozco varón?"
No duda del hecho, sino que pregunta acerca del modo y del orden, no
pregunta si se hará esto, sino cómo se hará. Al modo que si dijera:
sabiendo mi Señor que su esclava tiene hecho voto de virginidad, ¿con
qué disposición, con qué orden le agradará que se haga esto? Si Su
Majestad ordena otra cosa, si dispensa este voto para tener tal Hijo,
alégrome del Hijo que me da, pero me duele la dispensa del voto; sin
embargo, hágase su voluntad en todo; pero si he de concebir virgen y
virgen también he de alumbrar, lo cual ciertamente no es imposible,
entonces ciertamente conoceré que miró la humildad de su esclava.
"¿Cómo pues se hará esto, ángel del Señor, si no conozco
varón?" Y respondiendo el ángel le dijo: "El Espíritu
Santo vendrá sobre ti y te cubrirá con su sombra la virtud del Altísimo".
Había dicho antes que estaba llena de gracia; pues ¿cómo dice ahora
"el Espíritu Santo vendrá sobre ti y te cubrirá con su
sombra la virtud del Altísimo?" ¿Por ventura podría estar
llena de gracia y no tener todavía al Espíritu Santo, siendo Él el
dador de todas las gracias? Y si el Espíritu Santo estaba en ella, ¿cómo
se le vuelve a prometer que vendrá sobre ella nuevamente? Por esto
sin duda no se dijo vendrá "a ti", sino que vendrá
"sobre ti", porque aunque a la verdad primero
estuvo con María por su copiosa gracia, ahora se le anuncia que vendrá
sobre ella por la más abundante plenitud de la gracia que en ella ha
de derramar.
Pero estando ya llena, ¿cómo podria caber en ella algo más? Y si
todavía puede caber más en ella, ¿cómo se ha de entender que antes
estaba ya llena de gracia? La primera gracia había llenado solamente
su alma y la siguiente había de llenar también su seno a fin de que
la plenitud de la Divinidad, que ya habitaba en ella antes
espiritualmente como en muchos de los Santos, comenzase también a
habitar corporalmente corno en ninguno de los mismos.
Dice "el Espíritu Santo vendrá sobre ti y te cubrirá con
su sombra la virtud del Altísimo"-. Y ¿qué quiere decir "y
te cubrirá con su sombra la virtud del Altísimo?" El que
pueda entender, que entienda. Porque exceptuada acaso la que sola
mereció experimentar en sí esto felicísimamente, ¿quién podrá
percibir con el entendimiento y discernir con la razón de qué modo
aquel esplendor inaccesible del Verbo eterno se infundió en las
virginales entrañas, y para que pudiese sostener que el inaccesible
se acercase a ella, de la partecia del mismo cuerpo a la cual se unió
Él mismo, hiciera sombra a todo lo demás? Quizá por esto
principalmente se dijo: "Te cubrirá con su sombra",
pues sin duda este hecho era un misterio, y lo que la Trinidad sola
por sí misma en sola y con sola la Virgen quiso obrar, sólo se
concedió saberlo a quien sólo se concedió experimentarlo. Dígase "el
Espíritu Santo vendrá sobre ti", el cual con su poder te
hará fecunda, "y te cubrirá con su sombra la virtud del Altísimo",
esto es, aquel modo con que concebirás del Espíritu Santo a Cristo,
virtud y sabiduría de Dios, lo encubrirá y ocultará en su secretísimo
consejo haciendo sombra, de suerte que sólo será conocido de Él y
de ti.
Como si el ángel respondiera a la Virgen: ¿por qué me preguntas a mí
lo que experimentarás en ti dentro de poco? Lo sabrás, lo sabrás y
felicísimamente lo sabrás, siendo tu Doctor el mismo que es el
Autor. Yo he sido enviado a anunciar la concepción virginal, no a
crearla. Ni puede ser enseñada sino por quien la da, ni puede ser
aprendida sino por quien la recibe. "Y por eso también lo
santo que nacerá de ti será llamado Hijo de Dios", esto
es, no sólo el que viniendo del seno del Padre a ti te cubrirá con
su sombra, sino también lo que de tu sustancia unirá en sí, desde
aquel instante, se llamará Hijo de Dios, y el que es engendrado por
el Padre antes de todos los siglos, se reputará desde ahora Hijo
tuyo. De tal suerte lo que nació del mismo Padre será tuyo y lo que
nacerá de ti será suyo, que no serán dos hijos, sino uno solo. Y
aunque ciertamente una cosa es de ti y otra cosa es de Él, sin
embargo, ya no será de cada uno lo suyo, sino que un solo Hijo será
de los dos.
"Por eso también lo santo que nacerá de ti será llamado
Hijo de Dios". Atiende, oh hombre, con cuánta reverencia
dijo el ángel: "lo santo que nacerá de ti". Dice
lo santo absolutamente sin añadir otra cosa, y esto sin duda porque
no encontraba palabras con que nombrar propia y dignamente aquello tan
singular, aquello tan magnífico, aquello tan venerable, que formado
de la purísima carne de la Virgen, se había de unir con su alma al
único del Padre. Si dijera carne santa u hombre santo, o cualquiera
cosa semejante, le parecería poco. Por eso dijo "santo"
indefinidamente, porque cualquiera cosa que sea lo que la Virgen
engendró, es santo sin duda y singularmente santo, así por la
santificación del Espíritu como por la asunción del Verbo.
"Y he aquí que Isabel, tu parienta, ha concebido un hijo en
su vejez". ¿Qué necesidad había de anunciar a la Virgen
la concepción de esta estéril? ¿Por ventura por estar dudosa todavía
e incrédula la quiso asegurar el ángel con este prodigio? Nada de
eso. Leemos que la incredulidad de Zacarías fue castigada por este
mismo ángel, pero no leemos que María fuese reprendida en cosa
alguna, antes bien, reconocemos alabada su fe en lo profetizado por
Isabel: "Bienaventurada eres por haber creído, porque todo
lo que te ha sido dicho de parte del Señor será cumplido en
ti." Se participa a la Virgen la concepción de su prima
para que añadiéndose un milagro a otro milagro se aumente su gozo
con otro gozo. Ciertamente era preciso fuese inflamada anticipadamente
con un no pequeño incendio de amor y. alegría, la que había de
concebir luego al Hijo del amor paterno en el gozo del Espíritu
Santo. Ni podía caber si en un devotísimo y alegrísimo corazón
tanta afluencia de dulzura y de gozo.
O tal vez se notifica esto a María porque era razón que un prodigio
que se debía divulgar después por todas partes, lo supiera la Virgen
por el ángel antes que lo oyese de los hombres, para que no pareciese
que la Madre de Dios estaba apartada de los consejos de su Hijo, si
permanecía ignorante en las cosas que tanto le interesaban.
0 bien para que siendo instruida, así de la venida del Salvador corno
de la venida del Precursor, y fijando en la memoria el tiempo y el
orden de las cosas, refiera después mejor la verdad a los Escritores
y Predicadores del Evangelio, como quien ha sido informada desde el
principio por noticias que el cielo le ha comunicado de todos los
misterios.
0 quizá para que oyendo hablar de una parienta suya anciana y estado
avanzado, piense ella que es joven en obsequiarla, y dándose prisa a
visitarla, se dé de este modo lugar y ocasión al niño Profeta de
ofrecer las primicias de su servicio a su Señor, y fomentándose
mutuamente la devoción de ambas madres, excitada por uno y otro
infante, se haga más admirable un milagro con otro milagro.
Pero mira cristiano, estas cosas tan magníficas que escuchas
anunciadas por el ángel, no las esperes cumplidas por él. Y si
preguntas por quién, oye al mismo tiempo que te dice: "para
Dios nada es imposible". Como si dijera: Esto que tan
firmemente prometo, lo presumo en el poder de quien me envió, no en
el mío, "porque para Dios nada es imposible." ¿Qué
será imposible para aquel Señor que hizo todas las cosas con el
poder de su palabra? Y fíjate que llaman la atención las palabras,
el no decir expresamente "porque no será imposible para
Dios" todo hecho sino "toda palabra"
["quia non est impossibile apud Deum omne verbum" =
"para Dios nada es imposible"]. Tal vez se dijo "toda
palabra" porque así como pueden hablar los hombres tan fácilmente
lo que quieren, aún aquello que de ningún modo pueden hacer, así
también y aún sin comparación con mayor facilidad puede Dios
cumplir con la obra todo lo que ellos pueden explicar con las
palabras. Lo diré más claramente: si fuera tan fácil a los hombres
hacer como decir lo que quieren, tampoco para ellos sería imposible
toda palabra. Más porque como dice el proverbio, del dicho al hecho
hay un gran trecho, no respecto de Dios sino respecto de los hombres,
para solo Dios, en quien es lo mismo hacer que hablar y lo mismo
hablar que querer, no será imposible toda palabra.
Pudieron prever y predecir los Profetas que la Virgen o la estéril
habían de concebir y alumbrar, ¿pero pudieron hacer por ventura que
concibiese y alumbrase? Mas Dios les dio a ellos el poder de
predecirlo, con la facilidad con que entonces pudo predecirlo por
medio de ellos, pudo ahora, cuando quiso, cumplir por sí mismo lo que
había prometido. Porque en Dios ni la palabra se diferencia de la
intención porque es Verdad, ni el hecho de la palabra, porque es
Poder, ni el modo del hecho, porque es Sabiduría, y por eso no será
imposible para Dios toda palabra.
Oísteis, oh Virgen, el hecho, oísteis también el modo. Lo uno y lo
otro es cosa maravillosa, lo uno y lo otro es cosa agradable. Gozáos,
pues, hija de Sión, alegraos, hija de Jerusalén. Ya que ha dado el
Señor a vuestros oídos gozo y alegría, oigamos de vuestra boca la
respuesta que deseamos, para que con ella entre la alegría y gozo en
nuestros huesos afligidos y humillados. Oísteis, vuelvo a decir, el
hecho y lo creísteis: creed lo que oísteis también acerca del modo.
Oísteis que concebiréis y daréis a luz un hijo; oísteis que no será
por obra de varón sino por obra del Espíritu Santo. Mirad que el ángel
aguarda vuestra respuesta, porque ya es tiempo que se vuelva al Señor
que lo envió.
Esperamos también nosotros, Señora, esta palabra de misericordia, a
los cuales tiene condenado a muerte la divina sentencia, de la que
seremos librados por vuestra palabra. Ved que se pone en vuestras
manos el precio de nuestra salud, al punto seremos librados si consentís.
Por la palabra eterna de Dios fuimos todos creados y con todo eso
morimos, pero por vuestra breve respuesta seremos ahora restablecidos
para no volver a morir. Os suplica esto, oh piadosa Virgen, el triste
Adán desterrado del paraíso con toda su miserable posteridad.
Abraham y David con todos los otros Santos Padres, los cuales están
detenidos en la región de la sombra de la muerte. Esto mismo os pide
el mundo todo postrado a vuestros pies.
SAN
BERNARDO (Tomado de su libro "Las grandezas de María ")