Santa
María, Madre de Dios
Padre
Juan Alarcón Cámara, S.J.
San
Lucas 2,16-21:
Y
para que Dios Padre pudiera enviar a Su Hijo al mundo, cuenta con la
colaboración especial de Santa María Madre de Dios. Desde los tiempos
de Pablo VI el inicio del año nuevo civil está dedicado a la
solemnidad de la maternidad divina. Ella, guiada por el Espíritu, fue
la primera en acoger al Hijo de Dios con confianza viva y con
generosidad ilimitada.
En
este sentido hemos de entender la expresión del evangelio de hoy: su
madre "conservaba todas estas cosas, meditándolas en el corazón".
El evangelista sabe muy bien que Jesús tuvo una Madre sin igual. Por
eso ya desde los primeros tiempos se dio una auténtica veneración de
su persona de progenitora y creyente. Y es que en la venida del Mesías
Jesús a este mundo se comportó de una manera singular, como nadie lo
hizo entonces y lo ha hecho hasta ahora, recibiéndolo desde el
silencio, la contemplación y la gratitud.
La
mejor teología no es la especulativa, sino la que prende en el silencio
interior y se gesta en el sagrario del corazón, para luego pasar a los
hechos. Sólo quien se aparta del ruido puede escuchar en lo íntimo la
voz del Señor, acogerla con el gozo debido en lo profundo del ser y
disponerse incondicionalmente a llevarla a la práctica.
Únicamente
el silencio puede llevar de verdad a la contemplación, que significa
experimentar en la hondura de la existencia personal las maravillas que
hace el Dios en la propia vida. María es elegida para ser Madre del
Hijo de Dios. Ella lo sabe, aunque el camino que tiene que recorrer no
está lleno de rosas sino erizado de incomprensiones y penalidades.
Si
algo está presente y actuante en María es la memoria agradecida, por
lo que el Dios de los padres ha hecho en su pueblo, en sus hijos y ahora
en ella. Grande es la humildad de María ante su Señor, pero mayor aún
es su agradecimiento convertido en bendición, alabanza y acción de
gracias (Lc 1,46-55).
Así
actuó la Madre del Hijo de Dios en la primera Navidad. Y de esa Madre
"bendita entre todas las mujeres", podemos aprender a guardar
silencio interior ante la irrupción de la gracia en nuestra vida y
aprender a contemplar la presencia y actuación de Dios con memoria
agradecida, como lo hicieron también los pastores, guiados por María.
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