Dios le habló a María

Padre César Rodríguez Villarreal

 

La Iglesia celebra cada año el Misterio de la Encarnación del Verbo de Dios y, al mismo tiempo, la vocación de Nuestra Señora, que conoce a través del ángel, la voluntad de Dios sobre Ella. Con su correspondencia, comienza la Redención. Recreemos brevemente el relato contenido en el Evangelio de San Lucas.

En un pequeño pueblo de Palestina, en la apartada Galilea, habita la criatura elegida por Dios desde la eternidad para ser la Madre del Redentor. Es una joven que vive en la fervorosa espera del Mesías. Su corazón late sólo para Dios, rico en misericordia y fiel a sus promesas, hasta el punto de que ha tomado la decisión, por inspiración del mismo Señor, de permanecer siempre virgen. También José, de la casa de David, un hombre justo, al celebrar los desposorios con María, se ha asociado a esa decisión, movido seguramente por el Espíritu Santo.

En aquel pequeño lugar de Galilea, María lleva una vida normal. Conoce las profecías sobre el Mesías y ansía que llegue el momento en que se cumplan, y su existencia -en medio del trabajo cotidiano-, constituye un abandono total en Dios.

Así la encuentra el Arcángel Gabriel cuando, pasados seis meses desde la concepción de Juan el Precursor, se dispone a anunciarle el especialísimo evento.

La presencia del arcángel sorprende a la Virgen, que se considera la más pequeña de las criaturas de Yahvé. Más que la presencia del enviado del Cielo, lo que turba a María son las palabras que se le dirigen. Tan excepcional alabanza: «Dios te salve, llena de gracia, el Señor es contigo», estremece su alma y es como un acicate que remueve su profunda humildad. Cuenta el Evangelio que María «consideraba qué podría significar este saludo».

Con las siguientes palabras del arcángel, las variadas profecías mesiánicas se iluminan y adquieren, en un instante, unidad en la mente de nuestra Madre. El Sol de Justicia llama a su corazón y a su alma, ansioso de establecer su morada entre los hombres, y declara haber puesto los ojos sobre la Virgen de Nazaret, como arca elegida de la Nueva Alianza. El nombre del Salvador resuena por primera vez en los oídos de la que es llamada a ser Madre suya, que se entrega indondicionalmente a la voluntad de Dios.

Fuente: Semanario. Arquidiócesis de Guadalajara. México.