María, la Madre del Verbo Encarnado II

Padre  Dr. Ignace de la de la Potterie, S.J 

 

EL MISTERIO DE MARÍA, LA MADRE DEL VERBO ENCARNADO

Si el misterio central del cristianismo es la Encarnación del Hijo de Dios, o sea, que Jesucristo es verdaderamente y al mismo tiempo Dios verdadero y Hombre verdadero, en dos naturalezas diversas -una naturaleza divina y una naturaleza humana-, presentes en una sola Persona divina (definición de Calcedonia), podemos preguntarnos: ¿qué se sigue del aspecto humano de este misterio? Si Jesús es verdaderamente hombre ha tenido que ser concebido y dado a luz históricamente por una mujer que llegase a ser su madre: se trata de la madre de Jesús pero que ipso facto es la madre del Verbo Encarnado, del Hijo de Dios. 

También aquí procederemos en tres etapas: 

- examinaremos primero la tradición dogmática de la Iglesia sobre este punto; a lo cual seguirá una breve referencia a las contestaciones contemporáneas;

- haremos luego una relectura atenta de los fundamentos bíblicos de esta enseñanza de la Iglesia;

- y en la tercera parte mostraremos el sentido teológico y espiritual de este misterio de María.

I. La fe de la Iglesia

Esta fe se expresa en tres etapas esenciales de la Tradición.

a. El Símbolo Apostólico (Dz 30)

«Credo in Deum, Patrem omnipotentem (...) et in Iesum Christum, Filium eius unicum, Dominum nostrum, qui conceptus est de Spiritu Sancto, natus ex Maria Virgine».

Se distingue respecto de Jesús su concepción y su parto; la concepción se atribuye al Espíritu Santo; el parto se realiza de la Virgen María; pero si la concepción en el seno de María se debe al Espíritu Santo, se sigue necesariamente que María permaneció virgen en aquella concepción. Que el parto fue virginal ya está sugerido por la fórmula «natus ex Maria Virgine».

Sesbaüé (III, 572) escribe: «Después de su ingreso en las primeras confesiones de fe (cf. por ejemplo: Ignacio de Antioquía, para quien la virginidad de María y su parto eran dos misterios clamorosos que se realizaron en el silencio de Dios, Ad Sp 19,1), la afirmación de la generación virginal de Jesús no aparecerá más y proseguirá su camino en la redacción de los Símbolos».

b. El Símbolo de Nicea-Constantinopla (325 y 381; Dz 150)

«... et in unum Dominum Iesum Christum, Filium Dei unigenitum (...) et incarnatus est de Spiritu Sancto [et] ex Maria virgine».

Se retoma aquí la distinción de las preposiciones «de Spiritu Santo» (para la concepción) y «ex Maria virgine» (para el parto) del Símbolo apostólico; pero el «natus est» se sustituye por «incarnatus est», que es más explícito, para dar más relieve a la Encarnación.

c. El Concilio de Efeso (432; Dz 251)

Como hemos visto arriba, en este Concilio fue proclamado como dogma que María era qeoto,koj: la Madre de Dios. Pero, como explicó San Cirilo de Alejandría, aquella divina maternidad, tanto en la concepción como en el parto, se dio junto con su virginidad.

d. Calcedonia (451).

En lo que respecta a María, el texto usado aquí no aporta muchas novedades; se dice sintéticamente que según su humanidad Jesucristo «fue engendrado de la Virgen María, Madre de Dios». La expresión «fue engendrado» se conecta con la otra expresión «de la Virgen María», lo cual implica que se quiere hablar de una «concepción virginal». Aquí se presupone la acción del Espíritu Santo, que era explícitamente mencionada en los concilios anteriores.

Excursus: La contestación contemporánea.

Las recientes investigaciones dan por resultado que las doctrinas tradicionales sobre la perpetua virginidad de la Virgen María, en el mundo de una cierta teología y pastoral, hoy ha entrado en crisis.

Esto ha sido analizado en el Congreso de Capua (1992) que se ha celebrado para conmemorar el Concilio de Capua que tuvo lugar 16 siglos antes, en el 392; aquel Concilio del siglo IV, presidido por San Ambrosio, había sido convocado para condenar al obispo Bonoso el cual negaba la perpetua virginidad de María.

Hoy, pero por motivaciones muy distintas, se presenta frecuentemente la misma duda en ciertos ambientes del mundo cristiano.

El argumento tratado por nosotros en Capua en el 1992, fue el siguiente: «"Nacido de María Virgen": ¿un teologúmeno o un hecho histórico salvífico?»1 .

Según algunos, por ejemplo Drewermann, la concepción virginal de María no es un hecho histórico sino un "teologúmeno", o sea una construcción teológica, inspirada por mitos orientales, especialmente en el antiguo Egipto.

Frente a esta teoría, la primera respuesta histórica que hay que dar es que entre los antiguos mitos paganos no hay ningún ejemplo de una mujer que hubiera verdaderamente concebido (un rey o un dios) de un modo virginal.

Por lo demás, a esta tendencia (ya frecuente en el Catecismo holandés de 1966) es preciso dar también una respuesta teológica con el teólogo católico alemán K. H. Schelkle: «si la teología católica tuviera que interpretar la concepción virginal como un "teologúmeno", tendríamos que cambiar muchas cosas en la Iglesia: se tendría que reformular el tema de la inerrancia bíblica, la infalibilidad de la Iglesia, se debería cambiar la conciencia de los fieles y la misma doctrina mariológica».

II. Relectura de los Evangelios en la perspectiva de la Tradición.

a. Lc 1,28-31

Es el texto fundamental para nuestro tema (hablaremos de esto enseguida). 

- 1,28: gratia plena (Vulgata), traducido usualmente por "llena de gracia"; pero no es la traducción exacta. El verbo usado aquí es caritovw, que nos indica que hay un cambio; por lo tanto: "Alégrate por haber sido hecha agradable (a Dios) por medio de la gracia, en preparación a la concepción virginal, de acuerdo al proyecto divino para la Encarnación". Para actuarlo, la gracia de Dios, ya desde tiempo, había inspirado a María un deseo de virginidad; San Bernardo llama muy bien a esta acción divina en María, antes de la Encarnación: "la gracia de la virginidad".

- 1,31: "concebirás en tu seno" (Vulgata: concipies in utero); por lo general, los modernos omiten "en tu seno" como un detalle inútil2 , redundante, pero no lo es, porque esta expresión se encuentra sólo aquí en toda la Biblia. El único sentido es que la concepción de María será completamente interior al vientre, y no será debida, como acontece normalmente en el acto sexual, a la penetración de un semen masculino en el vientre de la mujer. En v.1,35 se explicará que la concepción en María, será realizada en su vientre por la acción del Espíritu; el v.31 ya insinuaba que se trataría de una concepción virginal;

- 1,34 (pregunta de María): «¿como sucederá esto, pues no conozco varón?». Traducción exacta: «¿pues no tengo relaciones con varón?». [mejor: «pues soy virgen» (no sólo físicamente sino en su profundo deseo)].

- 1,35 : «El Espíritu Santo vendrá sobre ti... por lo tanto aquel que nacerá santamente de ti será llamado Hijo de Dios». El parto santo tan incontaminado (virginal) de María, después de la concepción (interior) que se debía al Espíritu Santo, será un signo exterior de que el Niño así concebido por ella es verdaderamente el Hijo de Dios.

Conclusión: Este es el pasaje fundamental del Nuevo Testamento para expresar la encarnación en el seno de María y el haber dado a luz su hijo. Así lo ha entendido la Tradición. El nexo esencial entre la concepción virginal y el parto virginal será el signo de que Jesús, el hijo de María era el Hijo de Dios. Hay que notar que una referencia a Lc 1,28-31 se encuentra también en Lc 3,23 al comienzo de la vida pública (la genealogía de Jesús): «Tenía Jesús al comenzar, unos treinta años, y "era según se creía hijo de José"», pero no lo era... en realidad era hijo de Dios3 .

b. Jn 1,12-13

Hemos visto ya que el prólogo de Juan compendiaba la teología del cuarto Evangelio articulada en torno al tema teológico de la Encarnación del Verbo. Por lo tanto es impensable que Juan no se haya interesado por el modo histórico y concreto en el cual se realizó la Encarnación; por la concepción virginal por medio de la cual se ha realizado la Encarnación del Verbo. Todo se concentra en el v. 12 del prólogo.

Usualmente el versículo es leído con el verbo principal en plural refiriéndose a los cristianos: ...qui ex Deo nati sunt. Pero otra tradición, cada vez más seguida en los últimos tiempos, nos invita a leerlo en singular. Se trata por lo tanto de Cristo pero con la insistencia sobre tres negaciones que indican desviaciones teológicas: «... el cual no nació de sangre, ni de deseo de carne, ni de deseo de hombre sino que nació de Dios».

San Ireneo, refiriéndose al Prólogo, leía así: «Él (Cristo) no ha nacido de la voluntad de un hombre, no de la concupiscencia de la carne; José no participó en aquel nacimiento; sólo María ha cooperado al mismo (...). Así comprendemos que la venida del Verbo en la carne no es debida a la voluntad de un hombre sino a la voluntad de Dios». San Jerónimo se expresa en términos similares. Sólo si se lee el Prólogo en este modo, toman su pleno significado las tres negaciones de los versículos 12 y 13, que preceden el versículo 14, sobre la Encarnación del Verbo. Aquellas tres negaciones, que tienen una resonancia polémica, excluyen tres posiciones erróneas, más aun heréticas, en la comprensión de la Encarnación: «(Él) no ha nacido de la sangre (es decir, del derramamiento de sangre), no de la voluntad de la carne, no de la voluntad de un hombre, sino que fue engendrado por Dios».

Expresada en términos positivos: esta triple exclusión de modos erróneos de comprender la manera concreta en que tiene lugar la Encarnación, implica afirmar una concepción virginal para la Madre del Verbo Encarnado y también un parto virginal (sin pérdida de sangre).

III. El sentido teológico de la Virginidad de María en la Encarnación.

a. La concepción virginal

Si Jesús hubiera sido concebido no interiormente "en el vientre" de María por el Espíritu Santo sino por una relación carnal con su esposo José, Él sería físicamente el hijo de José, no sería el Hijo de Dios. Jesús llama siempre Dios a su Padre. Aquella paternidad divina para Jesús reclama que no había conocido una real paternidad humana de José.

b. El parto virginal

El parto virginal indicado claramente en Lc 1,35: «y justamente por esto (es decir la concepción será la obra del Espíritu), aquél que nacerá santo ( es decir inmaculado) será llamado Hijo de Dios».

Nueve meses después de la concepción virginal de María, el parto virginal, incontaminado, cuando su Hijo salga del vientre materno, se convertirá en un signo exterior de su divina filiación.

c. El ideal de la virginidad en la historia de la salvación.

En el Antiguo Testamento y en el judaísmo, para una mujer, permanecer virgen no era un ideal, sino un oprobio, como se ve por la serie de mujeres estériles desde Sara, la esposa de Abraham y las otras madres de los patriarcas. La última, Isabel, la madre del Precursor consideraba su esterilidad como una vergüenza (Lc 1,25).

El ideal de la virginidad comenzará solamente con el cristianismo: pero no comienza sólo con Jesús, que lo ha proclamado (Mt 19,12), sino antes que Él, comienza con María en la Encarnación; pero en María fue el efecto de la gracia, que le había inspirado un deseo de virginidad, justamente como preparación a la Encarnación y como cooperación a ella.

En el texto de Lucas hay un paralelismo entre Isabel la estéril y María la virgen. Estamos aquí en la transición del Antiguo Testamento al Nuevo. Estamos al término de una larga preparación en la historia de la salvación: la bendición de las mujeres estériles que fueron bendecidas por Dios son un signo y un símbolo de las mujeres vírgenes que se convertirán en madres. Tanto para las estériles como para la Virgen la maternidad es don de Dios.

Así se explica que en la Tradición cristiana la virginidad -como el matrimonio-, se vuelve un ideal en la vida de los creyentes. María se transforma en el modelo de esta vida virginal; por esto es llamada «la Virgen María», «la Virgen Santa» (ajeipa,rqenoj: "siempre virgen").

Con respecto al judaísmo se da aquí una inversión total de la perspectiva; con la Encarnación del Verbo en el vientre virginal de María, en la plenitud de los tiempos empezaba el cristianismo, cumplimiento de la Antigua Alianza.

Pero María fue también Madre: Mater Dei, Mater Christi; María fue la única mujer de la historia humana que realizó en sí estas dos vocaciones de la vida cristiana: la virginidad y la maternidad, que San Bernardo llama: «La gracia de la virginidad y la gloria de la maternidad».

* Conferencia dirigida a los religiosos y religiosas del Instituto del Verbo Encarnado con motivo de la Jornada Bíblica 1998 Biblia y Hermenéutica, pronunciada en el Seminario "María, Madre del Verbo Encarnado" el 23 de setiembre de 1998, en la ciudad de San Rafael, Mendoza, Argentina.

1 Cf. Ignace De la Potterie, Storia e Misterio, Roma 1997, pp. 21-24.

2 WB 75; WB 92; BJ: "Voici que tu conceiras"; TOB: "Voici que tu vas être encinté".

3 Cf. Lc 3,38.

Fuente: edicionesive.org.ar