Santa María, Madre de Dios 

Víctor M. Fernández

 

Este día (1º de enero) se celebra a María como madre de Dios, porque el que se hizo hombre y salió de su seno es Dios igual que el Padre.

En realidad, esto es lo más grande que podemos decir de María. Todo lo demás (Inmaculada, Virgen, etc.) se explica por su misión de ser madre del mismo Dios encarnado.

Ella fue preservada de todo pecado, porque estaba llamada a ser madre del Hijo de Dios, y debía transmitirle una humanidad sin mancha.

Por eso mismo, todo en ella era armonía, todo su ser estaba pacificado. Entonces, es bueno presentarla como modelo en este día mundial de la paz.

Pero el Evangelio de hoy no la presenta solitaria, sino en comunidad, siendo, junto con su hijo, instrumento y modelo de paz.

En la noche de Belén se respira el anhelo de un mundo en armonía: el niño pequeño en el pesebre, su madre serena meditando todo en su corazón, los pobres y humildes pastores admirando la escena. 

Es un lugar donde la violencia y el odio no pueden tener lugar; es como un ideal del mundo soñado y anunciado por los profetas. Pero en realidad refleja también el sueño profundo de toda la humanidad, cansada de contrariedades, guerras, oposiciones, competencia, mentira e injusticia. 

Dejemos que la contemplación de esta escena pacifique nuestro interior y le devuelva a nuestro ser la serenidad perdida. Algo en nuestras vidas necesita que allí María haga renacer a Jesús para que brote la paz. De ese modo, erradicaremos la violencia en nuestro interior y podremos ser mejores instrumentos de esa paz que sólo Dios puede conceder.

Acerquémonos al Hijo de Dios hecho niño y a su madre serena. Mientras más cerca estemos de ellos más reinará la paz en nuestras vidas y en nuestras familias, y seremos también manantiales de paz para nuestras comunidades divididas y para el mundo violento. 

Oración:

María, despierta en nosotros el deseo de la verdadera paz. Deja nacer a tu hijo pequeño en nuestros corazones como en un pesebre, para que él pacifique todo lo que no tiene calma. Ayúdanos con tu intercesión para que pueda surgir el mundo nuevo que soñamos, el Reino de paz que Jesús nos prometió.

Fuente: san-pablo.com.ar