La Virginidad perpetua de María 

Padre Angel Peña. O.A.R.

 

María fue virgen antes del parto, en el parto y después del parto, es decir, siempre. En el siglo II, san Justino es el primer teólogo en llamar a María La Virgen, como si fuese su nombre propio , confesando, implícitamente su virginidad perpetua. Lo mismo podemos decir de san Ireneo, Orígenes y san Hipólito, que también llaman a María La Virgen. Orígenes habla de la virginidad perpetua de María al decir que no existe otro hijo de María, sino Jesús, según la opinión de aquellos que juzgan rectamente sobre Jesús .

San Clemente Alejandrino (+215) habla claramente de la fe de la Iglesia en la virginidad perpetua de María y habla de la relación existente entre María y la Iglesia. En los primeros Credos, que se remontan al tiempo de los apóstoles, se dice que Jesús nació de una virgen, lo cual también parece indicar lo mismo. En el siglo IV, san Atanasio fue el gran defensor de la virginidad de María y lo mismo san Epifanio de Salamina, san Efrén y san Juan Crisóstomo (In Matth. Hom 5, 2-3). San Atanasio escribió: Jesús, hecho carne, es engendrado en los últimos tiempos de santa María siempre Virgen (símbolo de Alejandría, atribuido a san Atanasio).

San Hilario de Poitiers, en un escrito del año 356, dice que algunos de su tiempo negaban la virginidad de María y los llama individuos sin religiosidad, completamente alejados de una enseñanza espiritual. Los principales opositores fueron Helvidio y Bonoso, pero contra ellos escribió san Jerónimo. En 383 escribió una carta Adversus Helvidium, donde da argumentos de la Escritura y de la tradición. Bonoso fue condenado por los obispos del Iliricum en una célebre carta, cuyo autor, según algunos, pudo ser el Papa san Siricio.

San Jerónimo escribió otra carta famosa contra Joviniano (Adversus Iovinianum), donde aplica a María las palabras del Cantar de los cantares y dice: Mi hermana, mi esposa, es un jardín cerrado, una fuente sellada (Can 4, 12) y dice: Cristo es Virgen y la madre del Virgen es Virgen también para siempre, es Virgen y Madre (carta 49). San Agustín habla mucho de María como virgen perpetua, sobre todo, en sus sermones 188 y 189.

San Ambrosio tiene un texto hermoso sobre la virginidad perpetua de María. Dice: Que escuchen el símbolo (Credo) de los apóstoles que la Iglesia romana guarda y custodia intacto... Ésta es la virgen que concibió en su seno, ésta es la virgen que dio a luz un hijo... Porque Isaías no dijo solamente que una virgen concebiría, sino también que daría a luz un hijo. Ahora bien, ella es la puerta del santuario, la puerta oriental que permanece siempre cerrada y de la que se dice que nadie atravesará, sino solamente el Dios de Israel (Ez 44,2). Ésta es la puerta bendita de María; de ella se escribió: El Señor pasará a través de ella y se cerrará después de su paso, porque concibió virgen y dio a luz siendo virgen (carta 42). Y la llamaba la siempre Virgen (aeiparthenos en griego).

A partir del siglo IV, quedó para todos clara la doctrina de la virginidad perpetua de María, que fue definida como dogma de fe en el concilio tercero de Letrán en el año 649 con estas palabras:

Si alguno, contra la opinión de los Santos Padres, no afirma que la santa e inmaculada María, siempre virgen, es verdaderamente madre de Dios..., que dio a luz sin perder su integridad, conservando inmune su virginidad, sea anatema.

Lutero y Calvino defendieron abiertamente la virginidad perpetua de María y Lutero definió como locos y villanos a quienes negaban esta creencia. Un siglo después, la confesión de fe de los calvinistas confirmaba esta verdad de que María había sido virgen en el parto, antes del parto y después del parto. Esto mismo afirman los ortodoxos.