María, camino hacia Dios

Padre  Antonio Díaz Tortajada

 

1. - El Maestro Eckhart –místico, dominico, alemán del siglo XIII-- dice que la misión del Padre “es engendrar al Hijo, y lo engendra continuamente”. “Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, ¡pues lo somos!... Ahora somos hijos de Dios y aún no se ha manifestado lo que seremos pero aún no se manifestó lo que seremos. Seremos semejantes a Él por que lo veremos tal cual es”. 

Dios nos ha destinado a ser hijos desde la creación del mundo, pero la decisión de Adán y Eva fue dar la espalda a ese deseo y querer ellos ser dioses, suplantar a Dios. Eva, en el paraíso, se opone al plan divino: La soberbia, querer ser como dioses, cierra las puertas a los “paseos con Dios al caer de la tarde”. 

María, desde una humilde aldea de la periferia del Imperio Romano, posibilita de nuevo el camino hacia Dios, “la revelación del secreto mantenido en secreto durante siglos”, que dice Pablo. Este secreto lo revela san Juan: “El Verbo se ha hecho carne y plantó su tienda entre los hombres” y san Pablo manifiesta que “quiso Dios mostrarse en la fragilidad de la desnudez y rebajamiento”. 

Dios mismo hace en la debilidad su morada. María, se vacía de sí misma, de sus intereses, de sus miedos, de sus aspiraciones y se abre plenamente a los planes de Dios: “He aquí la esclava del Señor. Hágase en mí según tu palabra”. Sabe lo que dice, pregunta lo que no entiende. “¿Cómo puede ser eso si no conozco varón?”. 

2.- El anuncio de la encarnación del Verbo en las entrañas de la Virgen María es el acontecimiento más importante en toda la historia de la humanidad: Dios se hace hombre en las entrañas de una joven virgen. 

San Lucas es el único evangelista que nos cuenta la anunciación del ángel a María. El indagó en las fuentes, tal vez directamente con María o seguramente en los medios judeo-cristianos. El nos revela el misterio bajo formas, figuras y el colorido del Antiguo testamento. El niño es el centro de la revelación. 

El anuncio a Zacarías se hace en la majestuosidad del templo de Jerusalén y a la hora en que el pueblo estaba en oración; el anuncio a María, lo hace el arcángel san Gabriel en Nazaret, un pueblo desconocido, situado en Galilea de los gentiles y entra en la casa humilde de una joven y la saluda. El viene de la presencia de Dios. Empieza así el movimiento del cielo a la tierra. 

Ante todo el arcángel entra y la saluda diciendo: “Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo”. La Virgen, al escuchar estas palabras se pregunta qué significa aquel saludo. Ella entiende el sentido profundo de esta salutación, porque ella se movía siempre bajo la sombra y la fuerza del Espíritu santo y porque desde su infancia fue formada en el lenguaje del Antiguo testamento. El sentido del Antiguo Testamento había impregnado profundamente su alma. Además, el ángel habla con el lenguaje del Antiguo Testamento. Cada palabra, cada frase, es un tejido de alusiones y de reminiscencias bíblicas. Con toda verdad, podemos decir, que el enviado de Dios le hablaba a María en su propio lenguaje. 

3. - “Llena de gracia”. Este nuevo título le recuerda el misterio de su elección: Es el eco de los anuncios de salvación dirigidos a la hija de Sión, el monte de Jerusalén, escogido por Dios para su morada. Aquí señala el gozo de la buena nueva. Y todo el evangelio de san Lucas, está impregnado de alegría por la presencia misericordiosa y salvífica de Dios en medio de su pueblo. Este saludo a María quiere decir: privilegiada, favorecida, agraciada, llena de gracias, etc. Este saludo contiene todo un programa: está colmada de gracia en el amado, es decir, en el Mesías. 

“El Señor está contigo”. Grandes figuras del Antiguo Testamento habían sido saludadas con estas palabras: cuando Dios le pidió a Moisés que sacara al pueblo de Egipto y este se sintió incapaz de hacerlo. Y Gedeón, cuando Yahvé le pidió que salvara a su pueblo de un peligro inminente. 

María está entre las grandes figuras de la historia sagrada. Ahora ella tendrá como misión colaborar en la salvación de Israel y del universo entero. Pero no debe afanarse porque el Señor está con ella como estuvo con Moisés y Gedeón. 

“Ante estas palabras, María se turbó y se preguntaba qué significaría tal saludo”. María se encuentra ante una teofanía, ante una aparición de Dios. No se trata de una emoción psicológica o moral; es la actitud del creyente que se encuentra arrobado, en contemplación, ante el misterio del anuncio del ángel. Ella se turba, es decir, se inunda de un temor reverencial ante la grandeza del misterio que tiene delante. Nadie como fray Angélico, el gran pintor de la anunciación, ha logrado retratar lo que pasaba en ese instante en el interior de María. 

Es cuando el ángel le dice: “No temas, has encontrado gracia ante Dios. Concebirás y darás a luz un hijo al que le pondrás por nombre Jesús. Será grande y será llamado hijo del Altísimo. El Señor le dará el trono de David su padre; y su reino no tendrá fin” El ángel hace referencia a la profecía de Isaías: “He aquí que una virgen está encinta y va a dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Emmanuel. Y a los vaticinios de Natán dirigidos a David y a su descendencia. A diferencia del relato de Mateo, aquí es María la que le impondrá el nombre, indicando con esto, que todo, aún el nombre del niño procede de lo alto. 

4. El niño será de la descendencia de David y a diferencia de la descendencia terrena, ya casi desaparecida, el reino anunciado a este hijo, no tendrá fin y será llamado “Hijo del Altísimo”. Jesús será el Hijo de Dios en un grado de profundidad desconocido en el Antiguo Testamento y en el judaísmo. “Reinará” sobre todas las naciones para llevar la salvación hasta los confines de la tierra y reunirá al pueblo de Dios y a todas las naciones gentiles. María ya no tiene dudas; ella comprende que el ángel le está anunciando que será la madre del Mesías. 

Ahora surge la pregunta: “¿Cómo se podrá realizar esto pues no conozco varón?” Esta pregunta indica una condición presente: Ella es virgen y desposada con José. Con la luz del Espíritu ella va a tomar conciencia poco a poco del plan que Dios tiene sobre ella y de las exigencias que implica este programa que le propone el ángel. Ante el plan de Dios, María, como en otro tiempo Abrahán, debe renunciar a sus propias vías personales. María, al aceptar todo riesgo, entra de lleno en los planes de Dios. 

“El Espíritu Santo vendrá sobre ti y te cubrirá con su sombra”. Esta es una acción totalmente nueva. El Espíritu de Dios hizo fértiles a las madres de Samuel, de Sansón y de Zacarías. El Espíritu que desciende sobre María no es el espíritu profético. Aquí se trata de una nueva creación, de realizar una maternidad bajo la acción del Espíritu. No se trata tampoco del inicio de un movimiento del Espíritu sino de una acción permanente y total en que toda la vida girará alrededor del Espíritu de Dios. 

5. - Las nubes en la psicología oriental y de Palestina, eran signo de la presencia de Dios. Cuando iban por el desierto los israelitas, adelante iba una columna de nubes. Después que recibieron la Ley en el Sinaí, la grabó Moisés sobre tablas de piedra y la colocó en el arca de la alianza, y frecuentemente se cubría de nubes. Cuando Salomón inauguró el templo de Jerusalén, eran tan densas las nubes al interior del templo, que no se veían los unos a los otros. De esa manera se manifestaba Dios en medio de su pueblo. Ya podemos entender por qué le dice el ángel que el Espíritu la cubriría con su sombra. 

María no pide señales para creer como lo hace Zacarías, pero el ángel se la da: ahí está tu parienta Isabel, que ha concebido un hijo en su vejez, porque para Dios no hay nada imposible. Esa misma palabra se la dirigió Yahvé a Abrahán cuando le anunció, que su mujer infecunda y ya anciana, concebiría un hijo. La fe de María se apoya en el hecho salvífico de Isabel. María está emparentada con Isabel. Pero Isabel pertenece a la tribu de Leví y es descendiente de Aarón. Luego María es de familia sacerdotal y descendiente de David. 

Dijo entonces María: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” El ángel ha dado su mensaje; María lo ha comprendido y ha quedado arrobada en la contemplación del misterio. Dios espera una respuesta consciente y libre. El no atropella la libertad del hombre. María da libremente la respuesta. La respuesta no es tanto expresión de humildad como de fe, de amor, de docilidad, de servicio permanente. Esa disposición no se limita solamente al momento de la anunciación sino que será una actitud permanente de María. Por eso dice el concilio Vaticano II: “Se ofreció totalmente como sierva del Señor a la persona y a la obra de su Hijo, poniéndose al servicio del misterio de la redención bajo él y con él, con la gracia de Dios omnipotente “ 

Inmediatamente después del “sí” de María, se realiza el misterio de la encarnación del Verbo y empieza la obra salvadora de Jesús en la tierra. 

6. - Dios vendrá a cada uno de nosotros y a nuestro mundo en la medida que como María, le hagamos espacio, en la medida que nos vaciemos de nuestros miedos, prejuicios, intereses, proyectos. En la medida que le abramos el corazón para escucharlo, para descubrirlo presente. Cuando nos preocupemos por conocer sus planes y proyectos para nuestros hermanos los hombres y mujeres de este tiempo, y dejemos que su espíritu, su palabra se deje oír a través de nuestras vidas.