El Verbo se hizo carne... 

Padre Rosendo Torres S.J

Repetimos como tantas frases sublimes como ésta sin reparar su significado. También se traduce como "La Palabra se hizo carne Verbo y palabra la misma realidad". Sin embargo, por Verbo, con mayúscula, hemos entendido en el mundo de la fe cristiana, que se trata de Nuestro Señor Jesucristo. El Verbo, es decir, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, se hizo hombre y habitó entre nosotros y hemos visto su gloria...

Es el punto culminante del prólogo del cuarto evangelio cuyo Autor "espiritual" es Juan el Zebedeo. En torno a él surgió una comunidad de discípulos o una "escuela joánica", que se transmitieron el mensaje de Juan adaptándolo a las nuevas circunstancias. Dentro de esa comunidad de discípulos, uno de ellos puso por escrito el evangelio que representa esta tradición. Este sería el evangelista redactor. Reduciendo el problema de la autoría del evangelio diríamos que el evangelio de Juan = Juan el apóstol, el hijo de Zebedeo + tradición joánica, continuada por sus discípulos + evangelista redactor. Fue ésta una escuela de discípulos donde surgió la circunlocución "el discípulo a quien amaba el Señor" para designar a Juan. Así llamaban a su maestro cuando entre ellos lo citaban y recordaban sus palabras y las que les transmitía como oídas al Señor. Y entre ellos discípulos figuraba, sin duda, el evangelista-redactor.

Todas estas hipótesis salvan los datos tradicionales atribuyendo el evangelio al Apóstol Juan. 

El prólogo del evangelio es una pieza de valor único. Como los demás evangelistas lo antepone a su obra para presentarnos al protagonista de su narración. A diferencia de ellos no se queda en el Bautista y el Bautismo de Jesús, como Marcos, ni en el nacimiento virginal como lo hacen Mateo y Lucas. El llega hasta los orígenes. Y estos orígenes se remonta a la eternidad misma de Dios. Sólo así la presentación es completa. En la presentación de la Palabra se distinguen tres fases; su preexistencia vv.1-5. En la segunda fase destaca la entrada en el mundo de los hombres y la tercera fase es la Encarnación: el Verbo se hace hombre y habitó entre nosotros.

El que estaba junto a Dios y que pre-existía real y personalmente. El evangelista pone la base sólida de la razón última de por qué esta Palabra puede hablarnos de Dios. El poder revelador y salvador de esta palabra tiene su fundamento en el origen y naturaleza de la misma.

Al revelarnos que el Verbo se hace carne, estamos en el punto culminante del prólogo. Nos habla elocuentemente del amor infinito de Dios. Esta es la razón por la cual el evangelista afirma que el Verbo se hizo carne, no hombre, aunque en realidad lo que se quiere afirmar es que se hizo hombre. La "carne" indica lo débil, caduco, impotente. Y es que la distancia infinita entre el Logos eterno de Dios y la carne, unidos en Cristo, pone de manifiesto el amor infinito de Dios. Distancia infinita salvada por el amor infinito de Dios. El evangelista prepara así el terreno para las afirmaciones eucarísticas, que hará posteriormente en el capítulo sexto, siendo así que el Logos se hizo carne es necesario comer "la carne" del Hijo de Hombre.

La afirmación pone de relieve la habitación de Dios entre los hombres . "Plantó su tienda", que es la traducción del verbo griego correspondiente y que acostumbramos a traducir por "habitó" . Estamos en la culminación de todos los ensayos de esta habitación de Dios en medio de los hombres. Ensayos que recoge el Antiguo Testamento cuando habla de la tienda, el templo el tabernáculo.

Como consecuencia en Cristo puede verse la gloria de Dios. Una visión de la gloria sólo asequible a los creyentes. Hemos visto su gloria. Y es la gloria que cantamos estos días, Gloria a Dios en los cielos y en la tierra paz a los hombres que El quiere tanto

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