La Anunciación 

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En la Anunciación María se ha abandonado en Dios completamente, manifestan­o “la obediencia de la fe” a aquel que le ha­laba a través de su mensajero y prestando “el homenaje del entendimiento y de la voluntad”. Ha respondido, por tanto, con todo su “yo” humano, femenino, y en esta respuesta de fe estaban contenidas una cooperación perfecta con “la gracia de Dios que previene y socorre” y una disponibilidad perfecta a la acción del Es­píritu Santo, que, “perfecciona constantemente la fe por medio de sus dones”.

La palabra del Dios viviente, anunciada a María por el ángel, se refería a ella misma “vas a concebir en el seno y vas a dar a luz un hijo” (Lucas 1, 31). 

Acogiendo este anuncio, María se convertiría en la “Madre del Señor” y en ella se realizaría el misterio divino de la Encarnación: “El Padre de las misericordias quiso que precediera a la encarnación la aceptación de par­e de la Madre predestinada”. Y María da este consentimiento, después de haber escuchado todas las palabras del mensajero. Dice: “He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra” (Lucas 1, 38). 

Este fiat de María —“hágase en mí”— ha decidido, desde el punto de vista humano, la realización del mis­terio divino. Se da una plena consonancia con las palabras del Hijo que, según la Carta a los Hebreos, al venir al mundo dice al Padre: “Sacrificio y oblación no quisiste; pero me has for­mado un cuerpo … He aquí que vengo … a ha­cer, oh Dios, tu voluntad” (Hebreos 10, 57). 

El misterio de la Encarnación se ha realizado en el momento en el cual María ha pronunciado su fiat “hágase en mí según tu palabra”, haciendo posible, en cuanto concernía a ella según el designio divino, el cumplimiento del deseo de su Hijo.

Fuente: almudi.org