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días con la Redemptoris Mater
Padre
José Cristo Rey García Paredes cmf
Día 15: María, Madre de los hombres
Si
la maternidad de María respecto de los hombres ya había sido
delineada preceden temente, ahora junto a la cruz es precisada y
establecida claramente; ella emerge de la definitiva maduración
del misterio pascual del Redentor. La madre de Cristo, encontrándose
en el campo directo de este misterio que abarca a todo hombre, es
entregada al hombre —a cada uno y a todos— como madre (RM,
23).
El momento culminante de la verdad sobre Jesucristo, su misterio
pascual, es también el momento culminante de la verdad sobre María.
Sabemos que para el cuarto evangelista la cruz es el símbolo de
la humillación-exaltación, de la muerte-vida, del
fracaso-victoria. La cruz no es sólo muerte, también resurrección.
No es sólo el momento en el que Jesús «entrega el Espíritu»,
sino también el momento en que la Iglesia «recibe el Espíritu».
La cruz es el gran símbolo del acontecimiento pascual. Pues bien,
ahí está María como testigo cualificado de todo ese acontecer.
Ahí está Maria ejerciendo una función, que Jesús resalta desde
la cruz: siendo la madre del discípulo amado.
La pregunta de Caná: «¿Qué hay entre nosotros, mujer?» no había
sido respondida por Jesús. Ahora Jesús responde dirigiéndose de
nuevo a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo» (Jn 19, 25). La
relación entre Jesús y su madre se encuentra mediatizada por la
maternidad de María con relación al mejor discípulo de Jesús.
Ya, de hecho, la madre de Jesús había mostrado en Caná una
solicitud casi materna por los demás, se había dirigido a los
servidores pidiéndoles atención y obediencia a las palabras de
Jesús, había intervenido de alguna manera en el nacimiento de la
fe de los discípulos. Por esto, en el misterio de Cristo le
corresponde a María ejercer la función de madre; pero de madre
no con relación a Jesús, sino con relación a todos los discípulos
de Jesús: madre de su fe. «Es verdaderamente madre de los
miembros de Cristo por haber cooperado con su amor a que naciesen
en la Iglesia los fieles» (LG, 54; RM, 23).
En la cruz, como ponen de relieve algunos exégetas, se da un
traspaso de propiedad: la que al comienzo de la escena es
denominada «madre de Jesús», al final de la escena se ha
convertido en la «madre del discípulo amado»; éste la ha
acogido como pertenencia suya, la ha incluido como elemento
esencial dentro de su propio mundo espiritual.
ORACIÓN:
Padre
de todos los hombres, que has querido manifestarnos tu solicitud
paterna a través de la maternidad espiritual de María; haz que
tu Iglesia acoja su mediación materna y que cada uno de los
creyentes la reciba, como madre y ejemplo de vida, tal como lo
hizo el discípulo amado de Jesús. Por el mismo Jesucristo,
nuestro Señor.
Fuente:
ciudadredonda.org
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