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días con la Redemptoris Mater
Padre
José Cristo Rey García Paredes cmf
Día 31: Alma Redemptoris Mater
Mientras
con toda la humanidad se acerca al confín de los dos milenios, la
Iglesia, por su parte, con toda la humanidad de los creyentes y en
unión con todo hombre de buena voluntad, recoge el gran desafío
contenido en las palabras de la antífona Alma Redemptoris Mater
sobre el «pueblo que sucumbe y lucha por levantarse» y se dirige
conjuntamente al Redentor y a su madre con la invocación: ¡Socorre!
(RM, 52).
Hace dos mil años nació la nueva Eva. Un nuevo mundo comenzó su
alborada. La luz fue venciendo a las sombras. El alba tenía
rostro de mujer. Y Dios iba en ella sembrando gérmenes de vida. Y
el Espíritu la hacía crecer en gracia, en belleza. Hace dos mil
años la historia comenzó a ofrecer los primeros síntomas de su
plenitud. Aunque María pasase inadvertida en Israel, a través de
ella Dios preparaba la mayor revolución de la historia. Después
de dos mil años, María, la nueva Eva, no se ha alejado de
nosotros. María, mujer resucitada, sigue en comunión con
nosotros y participa de la intercesión constante de Jesús en
favor nuestro. Por su resurrección quedó eclesializada, de
manera que podemos decir con toda verdad: «Reunidos en comunión,
veneramos la memoria, ante todo, de la gloriosa siempre Virgen María».
El pueblo que sucumbe y lucha por levantarse se dirige a Jesús y
a María pidiéndoles ayuda, socorro. La Iglesia ve a María «maternalmente
presente y participe en los múltiples y complejos problemas que
acompañan hoy la vida de los individuos, de las familias y de las
naciones; la ve socorriendo al pueblo cristiano en la lucha
incesante entre el bien y el mal, para que no caiga, o, si cae, se
levante» (RM, 52).Ante el tercer milenio no cabe la angustia.
Dios lo ha hecho preceder de un signo benéfico: «Una gran señal
apareció en el cielo: Una mujer...» (Ap 12, 1).
ORACION:
Padre
nuestro y Señor de nuestro futuro, en Jesús y en el Espíritu
has dado un futuro maravilloso a nuestra humanidad y a cada uno de
nosotros, el Reino de la gran comunión y de la perfecta
felicidad; en la medida en que este futuro se aproxima, pones ante
nuestros ojos el signo de la mujer, acercas a nosotros a María,
para que aliente nuestra esperanza, nos devuelva el vigor de la fe
y la sonrisa: ¡gracias por ella!, y gracias, sobre todo, a
vosotros, indivisa Trinidad. Tanto amor, tanta gracia merece
nuestra alabanza por los siglos de los siglos. Por Jesucristo,
nuestro Señor.
Fuente:
ciudadredonda.org
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