María

Ma. Teresa Martínez Múgica


En aquellos días, se levantó María y se fue con prontitud a la región montañosa, a una ciudad de Judea. (Lc 1, 39-45 v. 39) 

-María son estas características tan especialmente tuyas: la sensibilidad, la consideración, la comprensión, de tal forma que al enterarte de la situación de tu prima Isabel, la haces tuya y no lo piensas dos veces, te levantas, quizá de estar orando o suspendiste alguna labor o de un merecido descanso y allá vas a la región montañosa a donde abundan los variados verdes y como viento fresco o lluvia suave, lluvia mansa; llegas con tu humildad y sencillez tan propias de ti, vas a ayudarla, a consolarla, acompañándola en momentos que tal vez para ella resulten difíciles. Lucas ha escrito, con prontitud, es decir: con vivacidad, resuelta, ágil, activa, preparada, ligera, dispuesta, así te imagino, así te veo espiritualmente. 

Tal fue el saludo de Isabel que te llenas del Espíritu Santo con tan sólo oír su voz (Lc 2, 41), que te sorprendes y nace entonces tu agradecimiento al Padre-Dios y que lo haz manifestado con un hermoso canto como era la costumbre en esos tiempos y sobre todo de aquellos pobres de Dios que siempre aguardaron confiados en la palabra en la promesa de Yahve y con su fidelidad puesta sólo en Él, esperaron orando y rogando por la llegada del Mesías. 

Fuiste allá considerando que Isabel estaría sola, y mucho era el quehacer y preparación para recibir al bebé. Me es lógico pensar que juntas pudieron realizar algunas labores y no sólo llegaste para acompañarla; tú hiciste las faenas más pesadas como la limpieza de toda la casa o estar pendiente de revisar para ver que lo hicieran bien; enseñabas paciente y afablemente cómo deberían efectuar cada tarea las mujeres y vecinos que seguramente fueron a ayudarlas, y así te apresurabas para ir al mercado a comprar los alimentos; además, el algodón, la leña, el lino, el aceite o las candelas para alumbrarse por la noche y tal vez no estaría cerca el mercado de la casa de Zacarías; juntas pudieron lavar, hilar y tejer la lana, el algodón o el lino comprados por ti, y preparar así la madre la ropita para ese niño anunciado por el Ángel a su padre (Lc 1, 13). María, llegaste para realizar los trabajos propios de las mujeres de tu pueblo, lo cotidiano que se torna a veces en lo más pesado porque no da lustre a quien lo realiza porque es una obligación, y es a veces, también, lo menos apreciado o reconocido pero que a toda ama de casa da grata satisfacción. 

Lucas no precisa cuánto tiempo efectivamente te quedaste (Lc. 1, 56), y tampoco dejó escrito si estuviste en el alumbramiento y si permaneciste hasta que Isabel pudo cumplir con la Ley para su purificación; no importa, dejaste hecho lo más grande. 

Tu vida siguió transcurriendo siempre junto a tu amado Hijo y esas tus características fueron perfeccionándose por afirmarse en Jesús. Lucas también ha escrito: Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón. (Lc. 2, 51). ¿Por qué? ¿Para qué? Cómo he anhelado el haber vivido en esos días a tu lado para aprender el proceso que tuviste para hacer crecer y luego extender tu fe, así no estaría bordando en vacío al imaginar que tal vez meditabas, reflexionabas para hacer la voluntad del Padre y deseando ésta se cumpliera en los que escucharan y entendieran a Jesús. 

Señora mía, hay una enorme distancia entre tu tiempo y mi tiempo, y a pesar de haber transcurrido tantos años, considero que hay actitudes y valores que no pueden perderse, como todos ésos que tú practicaste, que seguramente enseñaste y que aún te hacen resaltar en aquél la y en esta época. 

Considero que la naturaleza de las mujeres de ayer y hoy es la misma, pero las de hoy van perdiendo poco a poco y no sé por qué, su sensibilidad para con el enfermo, con el necesitado, el marginado; y no dan ejemplo de solidaridad con el que padece hambre, dolor o injusticia. 

María, eres el modelo perfecto de fe madura, para no dejar nuestras acciones a la deriva, o sin concluir, o lo que es más triste, no querer comprometernos y así mostramos ser falsos testigos de un amor como el que nos enseño Cristo Jesús. .