Natividad de la Santísima Virgen María

José Portillo Pérez

 

 

Vamos a contemplar o visualizar una de las imágenes más amadas por los católicos. Creo conveniente que comencemos esta meditación de hoy intentando pensar qué lugar ocupa María Santísima en nuestra vida. Fijaos que no os propongo que pensemos en el margen que ocupa María en nuestra vida de fe, sino que pensemos si María, junto a Dios, nuestros prójimos y nosotros, es la razón por la cual intentamos vencer nuestra adversidad para sentir que aunque tengamos dificultades invencibles, habitamos en el Reino de Dios que es la Iglesia de Cristo resucitado. Os digo esto porque en ciertas ocasiones, María, de igual forma que la mayoría de nuestros Santos, es olvidada por nosotros. Es cierto que en el mes de mayo no faltan flores ante el altar de nuestra Señora, que cuando concluímos la celebración de la Eucaristía dominical le cantamos a Santa María del Camino, y que María ocupa un lugar preferente en el Nacimiento que ponemos en casa y en el Templo durante el tiempo de Navidad, de

igual forma que ponemos un cirio encendido ante la fotografía de nuestros difuntos para conmemorar su recuerdo el día 1 de noviembre.

La lectura de Miqueas que escuchamos hace unos minutos no sólo nos habla de la forma en que el Hijo de Dios se encarnó (se hizo Hombre) en una aldea en la que reinaba la pobreza, así pues, el Profeta también nos habla de la humildad de la mujer que resistió valientemente las dudas de José, aquel carpintero que tenía derecho a apedrearla por haber cometido adulterio contra su persona supuestamente. Miqueas refleja en su texto la humildad de la mujer que se despojó de lo poco que poseía y sufrió la aparente desdicha de dar a luz a su Hijo en una cueva. En la posada de Belén no había sitio para José y María, Jesús aún no ha sido aceptado por todos los hombres...

En cierta forma, hermanos, es difícil para nosotros hablar de Jesús sin recordar a nuestra Madre celestial.

Según una antigua tradición, Joaquín y Ana no podían tener hijos porque uno de los dos era estéril. El nombre de María proviene del hebreo Myriam, y significa dueña, esta realidad me sugiere que de quienes se creían desgraciados debido a la esterilidad de Ana nació una mujer cuya vida, según predijo María, sería recordada y admirada de generación en generación.

Podemos aplicarle a nuestra Santa Madre perfectamente el texto de la Carta de San Pablo a los Romanos correspondiente a la Eucaristía que estamos celebrando. "Estamos seguros -nos dice el Apóstol de las gentes-, además, de que todo se encamina al bien de los que aman a Dios, de los que han sido elegidos conforme a su designio" (Rom. 8, 28) Nosotros no sabemos si María sabía que su dolor cuando José dudaba con respecto de su fidelidad hacia él, la peregrinación a Egipto para que Herodes no asesinara al Niño de Belén, el dolor que le causaba la peregrinación de Jesús, su permanencia junto a la Cruz, y otros muchos sufrimientos como la muerte de José, le servirían para perfeccionarse espiritualmente. Cuando nuestra Señora sufría, cuando contemplaba un acontecimiento que no podía comprender como la visita de los pastores y los magos de Oriente, la Reina del cielo meditaba lo que acontecía y reflexionaba sobre todos esos hechos gozosos y dolorosos al mismo tiempo, pues ni siquiera sabía
si tendría la dicha de ver crecer a su Hijo. María es una de tantas madres que, a lo largo de la Historia, han contemplado a sus hijos marcadas estrechamente por el asombro, el miedo de perderlos, y por la inseguridad de desconocer los peligros que los acechaban. Debió ser muy fuerte el impacto que las palabras del anciano Simeón provocó en el corazón de José y María con respecto al anuncio o profecía de la Pasión y muerte de Jesús.

Fuente: autorescatolicos.org