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¡Nuestra Señora del Rosario, danos un poco de tu
fe!
Fr. Louis-Marie Ariño-Durand, O.P.
Homilía predicada en
la Parroquia de Nuestra Señora del Rosario, el 3 de octubre
2010.
« ¡Aumenta en nosotros la fe »
¡Qué pregunta tan buena! Porque, hermanos y hermanas, sabemos
muy bien que la fe, es algo que no se encarga, no depende de
nosotros. Nos gustaría tener un poco más. Nos gustaría que los
que nos rodean tuvieran la fe...pero eso no es tan sencillo.
Y nuestra fe, es muy
pobre, sobretodo cuando vemos la de los otros...Y vosotros los
habéis visto, como yo.
Esto ocurría hace algunos años, en Marsella, una mujer, que sin
duda jamás encontraréis, vivía en los barrios del Norte de la
ciudad. Podríamos llamarla Djemila, Fátima o Aicha, poco
importa. Todavía es bonita bajo su velo pero tiene la cara
cansada, los ojos enrojecidos por haber llorado tanto. Tiene la
cara como muchas otras madres. Su único hijo está en la carcel.
En su barrio es casi algo corriente. Y ese día, salió de su casa
y se fue al centro de Marsella, al pie de una colina donde se
erige una Basílica coronada por una mujer que tiene un niño en
sus brazos.
Y al pie de los peldaños que conducen hasta Nuestra Señora de la
Guarda, esta mujer está sentada en el suelo. Ha desatado sus
cabellos y llora. Y sube, de rodillas, todos los peldaños, al
ritmo de su llanto.
No sé si vais a creerlo, hermanos y hermanas, pero cuando la
mujer regresó a su casa, su hijo la esperaba delante de la
puerta.
O fue también en San Juan Chamula, en Chiapas, este hombre,
delante de la estatua de Nuestra Señora. Rezando en voz alta, en
tzotzil, su lengua. Ha venido por un miembro de su familia que
está enfermo y llora e implora.
Y quisiéramos llorar con él y nuestra pequeña fe hace subir una
plegaria hacia el Señor: « Señor, mira la fe de este hombre; es
como la hemorroísa que toca la franja de tu manto. Déjate
conmover Señor, déjate enternecer por sus lágrimas. ¿Acaso no le
oyes gritar? ...y ¿no vas a liberarle? »
O tal vez fue también aquella noche, en Lourdes, a las 2 o a las
3 de la madrugada. Con el celo de vuestra juventud, habiais
decidido pasar la noche en vela en la Gruta- ¡Hay que hacerlo,
al menos una vez en la vida!- y de pronto se acerca, un hombrón,
que se arrodilla a vuestro lado. Y se pone a llorar.
Su plegaria no era sin duda en tzotzil. No tenía lengua. Era la
plegaria de las lágrimas. Y como lo decía un autor, es tan
misterioso el país de las lágrimas… Y él estaba allí , delante
de la estatua de esta Señora, al lado de un desconocido que no
sabía lo que hacer.
Tres encuentros de la fe.
Tres encuentros con las lágrimas.
Y tres encuentros bajo la mirada de Nuestra Señora.
Y no es una casualidad.
María es una mujer de fe.
María es una mujer que sabe el precio de las lágrimas.
Y como lo dice tan bellamente uno de nuestros hermanos dominicos
irlandés, Dios ha hecho un Rosario con las lágrimas de María.
Lágrimas de felicidad y de reconocimiento derramadas sobre el
portal del Primogénito,
lágrimas de luz alegre cuando el buen vino surgió en Caná,
lágrimas de dolor y de sangre al pie de la Cruz,
lágrimas de júbilo en la Resurrección.
« ¡Aumenta en nosotros la fe! »
¡Qué pregunta tan buena! Una pregunta que merece una buena
respuesta. Cristiano de Rangueil, si quieres que tu fe aumente,
¡toma tu Rosario! Y aprende a llorar por tu miseria y por la del
mundo.
La belleza del Rosario, no podrás comprenderla sino con el
precio de tus lágrimas.
Si, a la cabecera de tu hermano moribundo, vas desgranando tu
rosario entre tus dedos, comprenderás.
Si, antes de un encuentro difícil, violento, imprevisible,
desgranas tu rosario, comprenderás.
Si, cuando tu coche sale de la carretera, perdiendo el control,
te agarras a tu rosario, comprenderás.
¡Mira a María, grita hacia ella y verás los árboles que se
arrancan para ir a plantarse en el mar. Y verás maravillas
todavía más bellas!
¡Salve, Reina del Rosario!
¡Danos un poco de tu fe en el corazón de nuestras tinieblas!
¡Salve, Spes nostra!
¡Salve, Esperanza nuestra!
Amen.
Fuente:
rosarium.op.org
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