Discurso durante la solemne bendicion del Santuario de la Virgen de Lichen

SS. Juan Pablo II 

 

7 de junio 1999

1. «¡Feliz la que ha creído que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor!» (Lc 1, 45). Como peregrino me presento hoy en el santuario de Lichen y saludo a María con las palabras de Isabel: «¡Feliz la que ha creído!». El texto del evangelista Lucas nos informa de que la casa de Isabel se llenó de júbilo. Gracias a la luz que le concede Dios, Isabel comprende la grandeza de María, que está «llena de gracia» y, por eso, es «bendita entre las mujeres» (cf. Lc 1, 42), puesto que lleva en su seno a Jesús, el Salvador del mundo. La escena de la Visitación nos resulta particularmente emotiva aquí, en este lugar tan amado por María. En efecto, cada santuario es, de alguna manera, la casa de Isabel, que es visitada por la Madre del Hijo de Dios, para acompañar a su pueblo amado. 

2. Queridos hermanos y hermanas, doy gracias a la divina Providencia porque en el itinerario de mi peregrinación a la patria fue incluido este santuario. Le doy gracias por poderme encontrar con vosotros en el marco de la primavera, para bendecir el nuevo templo en honor de la Madre de Dios. Contemplo con admiración esta gran construcción, la cual, con su estilo arquitectónico, es expresión de fe y amor a María y a su Hijo. Demos gracias a Dios por este templo. 

También expreso mi agradecimiento a los custodios de este santuario: los padres marianos, que, desde hace muchos años, se encargan de él y atienden fielmente a los peregrinos. Este templo surgió precisamente por iniciativa suya. Doy las gracias asimismo a los constructores y a todos los que, con sus donativos, han sostenido y sostienen esta gran obra.

Saludo cordialmente al obispo, monseñor Bronislaw Dembowski, pastor de la diócesis de Wloclawek, en cuyo territorio se encuentra este santuario. Saludo al obispo auxiliar y al obispo emérito. Saludo al superior general y a los padres marianos, y les doy gracias por la hospitalidad. Saludo a todo el clero y a los peregrinos, que han venido de varias partes de Polonia.

3. Dirijamos nuestra mirada a María, «la que creyó» que se cumplirían las cosas que le fueron dichas de parte del Señor. Creyó en la palabra de Dios según la cual ella, virgen, concebiría y daría a luz un Hijo. El acto de fe de María recuerda la fe de Abraham, que, en los albores de la antigua Alianza, creyó en Dios. He ahí la grandeza y la perfección de la fe de María, ante la cual Isabel pronuncia palabras de admiración.

Al llamar a María «bendita entre las mujeres», indica que había obtenido la bendición gracias a su fe. ¡Dichosa la que ha creído! La exclamación de Isabel, llena de admiración, es para nosotros una exhortación a apreciar todo lo que la presencia de María conlleva en la vida de todos los creyentes.

4. Reunidos hoy para esta oración matutina en el santuario de Lichen, delante de nuestra Madre la Virgen de los Dolores, implorémosle todos que interceda en favor nuestro ante su Hijo, pidiendo para nosotros:

Una fe viva, que, de granito de mostaza, se convierta en árbol de la vida divina.

Una fe que cada día se alimente de oración, se afiance con los santos sacramentos y se enriquezca con el tesoro del Evangelio de Cristo.

Una fe fuerte, que no tema dificultades, sufrimientos o fracasos, por estar fundada en la convicción de que «nada es imposible para Dios» (Lc 1, 37).

Una fe madura, sin reservas; una fe que coopere con la santa Iglesia para edificar auténticamente el Cuerpo místico de Cristo.

Te damos gracias, María, porque sin cesar y con certeza nos guías hacia Cristo.

Madre del Hijo divino, vela por nosotros; vela por nuestra inquebrantable fidelidad a Dios, a la cruz, al Evangelio y a la santa Iglesia, como has hecho desde los albores de nuestra historia cristiana. Defiende a esta nación que, desde hace mil años, camina por la senda del Evangelio. Haz que vivamos, crezcamos y perseveremos en la fe hasta el final.

Dios te salve, Hija de Dios Padre. 
Dios te salve, Madre de Dios Hijo. 
Dios te salve, Esposa de Dios Espíritu Santo, 
templo de la santísima Trinidad. Amén.