Letrilla de la Virgen María esperando la Navidad

 

Gerardo Diego

 

 

Cuando venga, ay, yo no sé

con qué le envolveré yo,

con qué.

 

Ay, dímelo tú, la luna,

cuando en tus brazos de hechizo

tomas al roble macizo

y le acunas en tu cuna.

Dímelo, que no lo sé,

con qué le tocaré yo,

con qué.

 

Ay, dímelo tú, la brisa

que con tus besos tan leves

la hoja más alta remueves,

peinas la pluma más lisa.

Dímelo y no lo diré

con qué le besaré yo,

con qué.

 

Y ahora que me acordaba,

Ángel del Señor, de ti,

dímelo, pues recibí

tu mensaje: «he aquí la esclava».

Sí, dímelo, por tu fe,

con qué le abrazaré yo,

con qué.

 

O dímelo tú, si no,

si es que lo sabes, José,

y yo te obedeceré,

que soy una niña yo,

con qué manos le tendré

que no se me rompa, no,

con qué.

 

 

 

 

Dame tu mano, María

 

Gerardo Diego

 

 

Dame tu mano, María,

la de las tocas moradas;

clávame tus siete espadas

en esta carne baldía.

Quiero ir contigo en la impía

tarde negra y amarilla.

Aquí, en mi torpe mejilla,

quiero ver si se retrata

esa lividez de plata,

esa lágrima que brilla.

 

Déjame que te restañe

ese llanto cristalino

y a la vera del camino

permite que te acompañe.

Deja que en lágrimas bañe

la orla negra de tu manto

a los pies del árbol santo,

donde tu fruto se mustia.

Capitana de la angustia:

no quiero que sufras tanto.

 

Qué lejos, Madre, la cuna

y tus gozos de Belén:

"No, mi Niño, no. No hay quien

de mis brazos te desuna".

Y rayos tibios de luna,

entre las pajas de miel,

le acariciaban la piel

sin despertarle. ¡Qué larga

es la distancia y qué amarga

de Jesús muerto a Emmanuel!

 

¿Dónde está ya el mediodía

luminoso en que Gabriel,

desde el marco del dintel,

te saludó: "Ave, María"?

Virgen ya de la agonía,

tu Hijo es el que cruza ahí.

Déjame hacer junto a ti

ese augusto itinerario.

Para ir al monte Calvario,

cítame en Getsemaní.

 

A ti, doncella graciosa,

hoy maestra de dolores,

playa de los pecadores,

nido en que el alma reposa,

a ti ofrezco, pulcra rosa,

las jornadas de esta vía.

A ti, Madre, a quien quería

cumplir mi humilde promesa.

A ti, celestial princesa,

Virgen sagrada María. Amén.