Asunción

 

P. Antonio Márquez Fernández, S.D.B.

 

 

Nada tuvo que ver la muerte fiera
contigo, Virgen Santa y Gran Señora.
Angel de sueño dulce, en feliz hora,
cerró tus ojos, luz de primavera.

Te despertó la lira parleruela
de un Serafín y tal radiante Aurora
Te izas a la región abrasadora
y alma del Cielo, donde tu Hijo impera.

A tu paso, la brisa gime queda,
enfrena el sol su curso y se conmueve
y estrena resplandor la noche oscura.

Como huella de Ti, acá nos queda,
en los almendros un dosel de nieve
y en la fuente caudal de linfa pura.