Tríptico a la madre 

 

Francisco-Manuel Nácher López 

 

 

I

A nadie nos es dado en esta vida
elegir de quién hemos de nacer.
¡Buscar madre…! la madre tan querida
nos la busca el Señor, que nos da el ser.
Si tú, antes de nacer, por don divino,
pudieras elegir madre a placer,
¿qué madre buscarías?, ¿con qué tino?
¿a quién elegirías?, ¿qué mujer?
Sin duda, buscarías… la más buena…
¡la que aquí te crió con gran amor!,
porque Dios te la dio de amores llena,
(la madre que por ti calla el dolor,
el ser que, al llorar tú, muere de pena)
que, lo que nos da Dios es lo mejor. 

II

Pero Dios, una vez, vino a este mundo
para ser hombre aquí, por padecer,
bajándose del cielo a este profundo;
y, por ser hombre, tuvo que nacer.
Dios sí que pudo, entonces, buscar madre,
¡el Dios que nos da madre y nos da el ser,
el Dios que mueve montes, nuestro Padre,
tuvo que elegir madre a una mujer!
Y Dios, en ese trance, ¿qué no haría
en favor del mortal que había de ser
aquélla de quien luego nacería?
El que no encuentra freno a su poder
puso su fuerza y su sabiduría
en la creación feliz de esa mujer. 

III

Y surgió de Su mano soberana
la más bella creación que pudo dar:
la mujer más divina y más humana
que a Dios mismo es posible imaginar.
La virtud, el candor y la ternura,
la pureza, la fe, belleza, amor,
confundiéronse en esta creatura
destinada a ser madre del Creador.
Tuvo que elegir madre y elevarla,
la tuvo que crear y la creó
y luego, cual buen hijo, supo amarla
y, más tarde, en la cruz, nos la entregó.
¡Demos gracias a Dios porque, al crearla,
se dio madre a Sí mismo… y nos la dio!