Nuestra Señora de la Resignación de sus Dolores

 

Curro Azcárate Llanes

 

 

Con su carita aniñada, 
Resignación de Dolores, 
la Virgen deja San Pedro 
llevada por corazones; 

sobre la espalda curtida 
de sus buenos nazarenos, 
que mecen su palio malva 
con un compás de requiebro 
que le marca la voz ronca 
de saeta que le cantan; 
mientras un ramo de flores 
vuela a besar sus plantas. 

El sol desciende, pausado, 
desconsolado a su lecho 
porque quisiera ser broche 
luciendo sobre tu pecho; 

las lágrimas del rocío 
se esparcen en las aceras 
porque quieren y no pueden 
fundirse junto a tu cera; 

en un balcón olvidado, 
mudo quedó el enrejado 
porque soñó alguna vez 
ser tu varal cincelado; 

y el aire de madrugada 
triste hasta el cielo vuela 
porque el rozar con tus ojos 
bebió de tu amarga pena. 

Quien pudiera ser, Madre, 
jarra, corona o fanal 
para estar siempre a tu vera 
como lo estuvo San Juan. 

Tras de ti, Resignación 
cuando cruzas el umbral, 
se va el corazón de Huelva 
agarrado a tu varal.