Madre Inmortal

 

Diego Quiñones Estévez

 

 

 

Sedientos de luz y vida, consagramos nuestros cánticos

a tu inmortal maternidad, Virgen María,

a tu belleza que pintó Dios Padre

(cuando tu Concepción Inmaculada)

con el pincel del Espíritu Santo

y los colores de la pureza y del amor

en el lienzo infinito de la Eternidad.

 

Por tu dolor y tu amor, Corredentora

en el camino de la Redención de tu Hijo,

recibes la Corona Celestial

de las manos de la Trinidad Santísima

que contemplamos todos los hijos de tu Santa Iglesia,

jubilosos, siempre, de alcanzar el encuentro

con tu presencia bienaventurada,

libre de la huella del pecado.

 

Nuestros cánticos, a ti consagrados, Virgen Madre,

se unen a los de la muchedumbre de ángeles

que en tu Asunción te acercaron al Cielo

con una música desconocida

en concierto de voces inimitables,

pura armonía del ritmo de Dios,

deleite para los sentidos

y gozo de las almas en la Gloria,

que, por tu mediación, Madre Inmortal,

tus hijos vislumbramos en la Tierra,

cuando adoramos la Eucaristía,

junto a los Santos del Cielo, en Comunión de Vida,

seguros del vino y del pan de Cristo

que preparan los ángeles, con majestad y esmero,

en la Mesa Eterna de nuestra Salvación.

 

 150-Aniversario del Dogma de la Inmaculada Concepción