Te anuncia su última cena 

 

Emma-Margarita R.A. -Valdés

 

 

Está próximo el día de los Ácimos,
es la fiesta ritual de los judíos.
Tú recoges los panes fermentados,
y te ocupas de todo lo preciso.
Tu hijo habló contigo y te dio ánimos,
va a empezar su Pasión, su sacrificio,
es la hora señalada para el tránsito,
pronto desvelará su Ser divino. 
Y, como despedida, ha organizado
una cena en unión de sus discípulos,
dará su testamento, su mandato,
porque llega el momento decisivo.
Los apóstoles serán, en el cenáculo,
testigos de su amor y su prodigio.
La casa de la madre de Juan Marcos
es el lugar que Cristo ha preferido;
desde ese jueves sitio venerado
entre los seguidores del mirífico.

Traes carne de cordero, vino, hierbas;
la carne asada al fuego, es lo prescrito;
cuatro copas de vino habrá en la cena;
con la primera copa de ese vino
el anfitrión bendecirá la fiesta;
la segunda es preámbulo al inicio
del Hallel; con la copa que es tercera
se da la bendición, está cumplido
el ritual, y la cuarta, al fin, completa
el rezo del Hallel. Lo indica el Libro
del Éxodo, reflejo de esta fecha.
Con dátiles, almendras, nueces,higos, 
harás el horoseth, que representa
el lodo del trabajo del cautivo;
lechugas y achicoria, que amarguean,
forman el merosin, y el pan de trigo,
el matsot, con cebada y con avena,
sin levadura, que al salir de Egipto,
por la prisa, no dio tiempo a ponerla.
Es Pascua de Yahvé, es el clandestino
banquete que salvó a la gente hebrea
de dura esclavitud, del genocidio.

Echados estarán los comensales
a la forma habitual de los triclinios,
al estilo romano; los detalles
de aquella ceremonia eran genuinos.
Tendrá la cabecera el responsable
del grupo y a los lados los venidos
para concelebrar el día grande;
mesa rectangular, con utensilios,
cojines sobre los que recostarse,
tres anchos bancos, y para el servicio
queda libre un extremo, como base
a todos los manjares y adminículos.

De este modo vivieron los apóstoles
el milagro dogmático, eucarístico;
Jesús sentado en medio de los doce,
y Juan a su derecha, el más querido;
a su izquierda Pedro; Judas Iscariote
en un ángulo, junto al fiel discípulo;
los demás a ambos lados, sin un orden,
aunque ansían tener más cerca a Cristo.

Jesús les dice que no habrá otra Pascua
hasta cuando en el Reino estén unidos,
y esta cena, temida y deseada,
es el final para un feliz principio.
Sentados a la mesa, Él se levanta;
se quita el manto; más cordial, más íntimo
con la túnica; toma una toalla
y se la ciñe; echa agua en un lebrillo,
y se postra ante Pedro, que así exclama
“¿Tú me lavas a mí...?”. No está previsto
este acto del Mesías; Él lo aclara
diciendo que en asuntos metafísicos
más adelante enviará la llama
que clarificará lo acaecido;
quien no lava la suciedad del alma
no tendrá parte en el convite místico,
y hagan lo mismo que Él, sin arrogancia,
servir es un deber de amor, de amigo.

Comenzada la cena de hermandad,
mustio, apesadumbrado, les predijo
que uno de ellos le iba a traicionar.
Los presentes dudaban de sí mismos,
todos se preguntaban quién será.
“¿Soy por ventura yo, Rabbí?”. Lo ha dicho 
Judas. Cristo contesta: hazlo ya.
Cuando Judas abandonó el recinto
cruzando la infernal oscuridad,
aseguró Jesús a los reunidos
que el Verbo en Él se glorificará.
Un año solamente ha transcurrido
desde que habló en Cafarnaúm del pan,
manjar de Vida, fruto beatífico,
y en esta cena se lo va a dejar
ministrándose entero en pan y en vino,
la dádiva de su proximidad
para elevar al hombre al Infinito.
En sus sagradas manos tomó el pan,
lo partió en once partes, lo bendijo,
lo dio: tomad, comed todos del pan,
esto es mi cuerpo...haced por mí lo mismo.
Dando gracias al Padre celestial
tomó después el cáliz, lo bendijo:
es mi sangre que se derramará...
¡Cómo entiendes, María, su designio!
Sabes la Omnipotente voluntad.
¡Qué gran muestra de amor quedar cautivo!

Con profundo pesar te van contando
les habló como hermano, como amigo,
dio un nuevo mandamiento a los cristianos:
caridad, que les hace sus discípulos.
Ahora no puede, a dónde va, guiarlos,
mas volverá en su fecha a conducirlos
al lugar elegido y preparado,
para ir con Él: verdad, vida y camino.
Terminado el banquete, mudo el cántico,
fueron al monte gris de los olivos,
tarde negra, telón de luto y llanto
cubre un cielo lejano, apocalíptico.
Moraba en derredor un mal presagio
y en los fieles latidos un cilicio.

Pedro le dijo que estará a su lado,
le seguirá por zarzas, por espinos,
sufrirá sus heridas, sus desgarros,
pues él es Pedro, piedra de granito,
arrasará el jaral, el jaramago,
bajará hasta el abismo del maligno,
le arrancará el cuchillo, la hoz, el látigo,
y entregará su vida por su amigo.
Jesús contesta que al cantar el gallo
tres veces negará ser su discípulo.
Cuando caigan las sombras del ocaso
y comiencen las horas del suplicio,
le lanzarán la flecha del sudario,
se acallarán las voces de los címbalos,
beberá hasta las heces los agravios
y, en soledad, padecerá el martirio.
De temas importantes les ha hablado
dejándoles confusos, afligidos;
al final, tristemente, dijo ¡vamos!
ha llegado el momento. Sus discípulos
salieron en silencio del cenáculo
hacia el huerto de paz de los olivos.