Tu llama de amor vivo

 

Emma-Margarita R.A. -Valdés

 

 

En Nazaret, María, 
meditas al relente y en la aurora, 
se empaña tu alegría, 
presintiendo la hora 
que te sorprenderá madrugadora. 

Te despiertan las aves 
en el hogar de cálidos amores, 
de amaneceres suaves, 
de sutiles temores 
de luces y de sombras portadores. 

Tu familia trabaja 
clavando utilidad en el madero, 
lo modela, lo alhaja 
con arte carpintero, 
dará al Hijo el abrazo postrimero. 

Cuidadosa te afanas 
en el vergel alado de la paz, 
quedan lejos las nanas, 
está en la pubertad 
el infante de la inmortalidad. 

Vas por agua a la fuente 
para saciar la sed que os abrasa; 
el horno está caliente 
para ese pan que amasas, 
y a los odres el líquido transvasas. 

Y tu hijo, el nazareno, 
progresa en gracia, en ciencia, en estatura, 
y es su cuerpo moreno, 
de exquisita finura, 
obra de celestial arquitectura. 

José, que fue elegido 
timonel y guardián de fruto y flor, 
tu espiritual marido, 
humano protector, 
sube al cielo en los brazos del Señor. 

Tú y Jesús ante el mundo, 
que alejado del Bien os desafía, 
sin conocer tu rumbo, 
rezando en armonía, 
sigues la senda de la profecía. 

En la inquietud callada 
el tiempo lentamente va pasando; 
aguardas, retirada, 
al Padre venerando, 
los dones que la tierra está esperando. 

Te asaltan las noticias 
de Juan, la voz que clama en el desierto, 
y en silencio acaricias 
el rosal de tu huerto 
creciendo sin espina a cielo abierto. 

En la noche cerrada 
alumbras, con tu llama de amor viva, 
la casa inmaculada 
y tu luz volitiva 
irisa la escultura primitiva. 

Está próximo el día 
para el Sol que bajó desde la altura. 
En la estepa baldía 
tu devota locura 
abre el pórtico azul a la ventura.