María, tu tierna paloma emprende el vuelo

 

Emma-Margarita R.A. -Valdés

 

 

Llega el abrazo de la despedida
del hijo que, hecho hombre, se distancia,
lleva tu corazón, tu vida entera,
algo en ti se desgarra.
Él es Hijo de Dios,
semilla del paráclito en tu casa.
Tú eres madre y mujer,
en tu carne te sientes cercenada. 

Virgen de soledad,
por tu valle de lirio y azucena
brotan las espadañas
bajo la lluvia triste de la ausencia.
Crece melancolía
en el latido asceta de tus venas,
en la cascada de tu sangre ardiente
abierta por la pena. 

Te dicen que otro joven,
revestido con pelo de camello
y cinturón de cuero en la cintura,
predice la apertura de los cielos.
Te acuerdas del profeta
con su traje de pieles y de cuero,
de un carro, de caballos,
torbellino de luces y de fuego. 

Tú sabes que ese joven
surgido por milagro en matriz vieja,
es Juan, el precursor,
allanará el trayecto a la promesa.
En su espacio primero
saltó de gozo al sol de su existencia
e irá delante de la luz del alba
que viene a esclarecer a las tinieblas.

Ya tu tierna paloma emprende el vuelo
al horizonte-Cruz tras la montaña,
se bautiza en el agua del Jordán,
y otra paloma blanca
desciende por el aire transparente,
y despliega sobre Él sus nobles alas.
Éste es el Hijo amado,
en su amor se complace la Palabra. 

Lees las Escrituras
reveladoras del sagrado enigma,
del agua derramada por el suelo,
de hierba renacida,
del sustento frugal, de los insectos,
de la miel que en los ojos relucía.
Pero en la noche oscura
nada te aplaca la ansiedad furtiva. 

Te duele que tu niño
se retire a ayunar en el desierto.
Tu maternal entraña,
tu tronco fijo y tu ramaje recio,
que amparaban al único retoño
de la sequía, del calor, del viento,
desbordan por la herida
escarcha de añoranza en su albo pétalo. 

Te pesa la materia,
las raíces clavadas en el mundo
y, aunque elevas tus preces
alarmada por tu hijo, por su ayuno,
por las sombras de frío desamparo,
por el rival oculto,
no puedes desasirte de tu vértigo
asomada al augurio.