Virgen de la Divina Providencia

 

Emma-Margarita R.A. -Valdés

 

 

Tu niño duerme en paz en tu regazo
de madre inmaculada,
remanso de dulzura en el destierro.
Él es la flor lozana, tú acaricias
sus pétalos divinos
y su semilla fruto de promesa.
Duerme el lirio soñando amaneceres
pletóricos de azul
tras la cortina roja en cruz y espinas,
que separa la noche y la mañana.

Y tú, madre amorosa, hospitalaria,
velas al Sol que yace en la piedad
de tu maternal cuna,
tierno cobijo al Dios que se ha hecho humano.
Son nanas tus latidos 
y tus ojos palomas que aletean
en el cálido aliento de su boca
colmada de parábolas.
Él dará la Verdad al universo
perdido entre las sombras.

Tus pechos, azucenas florecidas
por el Amor glorioso,
creador de la Vida en tu jardín,
son fuente de ambrosía celestial.
Tus manos, oraciones maduradas
en soledad unida
a la Sabiduría que decide,
son escalas de incienso.
Tu cuerpo, casa de oro, protectora
del Niño que dormita sosegado.

Te damos gracias, Madre, porque tú eres
Virgen de la Divina Providencia,
la estrella matutina que nos guía
con el fulgor sagrado,
la Reina de los cielos y la tierra,
la esposa del Amor.
Acudimos confiados a rogarte
nos acojas en tu maternal seno,
custodies nuestra vida
para que reposemos en tu paz.