Nuestra Señora de la Caridad del Cobre

 

Emma-Margarita R.A. -Valdés

 

 

Tu imagen llegó a este pueblo 
y en su corazón quedó. 
Tienes el rostro moreno 
por los rayos del Amor, 
en tu piel brilla el reflejo 
de razas de tu nación, 
cobrizos, blancos y negros, 
seres que llevas a Dios, 
y son para el mundo nuevo 
levadura, sal y sol. 

A dos mestizos y a un negro 
te ofreciste maternal, 
flotabas sobre un madero 
con tu nombre, por el mar. 
Eres en tierra y en cielo: 
¡Virgen de la Caridad! 
Ni el agua tocó el atuendo 
pues tu pureza jamás 
se empañó, tu ser angélico 
trajo al mundo al nuevo Adán. 

Habían ido con celo 
a por sal y, al encontrarte, 
felices retrocedieron 
con la joya de tu imagen. 
Una ermita, un monumento 
de las almas anhelantes, 
te dio el abrigo, el afecto, 
y eres reina en sus hogares. 
Ni avatares de los tiempos 
desalan tu sal de Madre. 

Y tu maternal desvelo 
eran las minas del cobre, 
huiste y te descubrieron 
en la cima de su monte, 
tu mensaje entendió el pueblo 
y añadieron a tu nombre 
de Virgen, por más perfecto, 
el de Caridad del Cobre. 
Y en lo alto de ese cerro 
ofreces Amor de amores. 

Peregrinan a tu templo 
a venerarte, a alabarte. 
Jesús, en tu brazo izquierdo, 
afirma que eres la Madre, 
por ti atenderá los ruegos, 
y, como un claro mensaje, 
una cruz en el derecho, 
señal de humano vejamen 
que también sufren los pueblos, 
tormento que ella comparte. 

Reinas en el universo, 
allí donde está un cubano 
tienes un trono en su pecho, 
por el mundo desplazados 
se han reunido en los templos 
que en recuerdo levantaron 
sus ofrendas y sus ruegos, 
con fe y en tu desagravio. 
Por Patrona te eligieron 
y eres celestial presagio.