La autorrevelación de Jesús en las bodas de Caná

 

Emma-Margarita R.A. -Valdés

 

 

Consumado el desierto y el ayuno, 
va Jesús a Caná, para un festejo, 
le acompañan sus fieles, su cortejo 
de hermanos en la fe del Trino y Uno. 

Que Jesús será rey, lo piensa alguno, 
el pueblo está asombrado, está perplejo: 
su universal palabra, su consejo, 
su autoridad... El tiempo es oportuno. 

Mas hijo es de José, del carpintero, 
un obrero modesto, y fue alumbrado 
en una pobre cuna de Belén. 

Dicen que es impostor, aventurero. 
¿No saben que su ciencia ha deslumbrado 
a los doctores en Jerusalén? 

La boda preparada con cuidado 
atrae a mucha gente para ver 
al Nazareno, va a comparecer 
de amigos y familia rodeado. 

María observa al novio atribulado, 
carece de lo que ha de menester, 
piensa que es por Jesús, al atraer 
más personas del número esperado. 

Ella insinúa a su hijo omnipotente: 
No tienen vino. Él dice no es su hora.. 
Haced lo que Él os diga. Y Él ordena. 

que llenen de agua cada recipiente. 
Con su divinidad transformadora 
convierte el agua en vino, en Nochebuena. 

La manifestación de su deidad 
es necesaria, es su confirmación, 
hace en la boda la revelación 
del celestial poder y majestad. 

Fue por María, por su claridad, 
este primer milagro, mediación 
que esclareció la gloria, es su misión 
el ser corredentora en la Unidad. 

La Nueva Alianza es signo de esponsales, 
en Cristo se hace amor en este vino, 
compromiso del Padre en su Largueza. 

Los discípulos ven las credenciales, 
descubren que es Jesús el Ser divino, 
se abre su fe a la luz, a la certeza.