Inmaculada Concepción

 

Francisco Andrés Flores

 

 

En la noche de los tiempos  
en el telar de la historia  
teje el Cielo el claro sueño  
de una doncella remota:  
será suave como el viento,  
blanca como una paloma,  
en el velo de sus ojos  
no habrá mancha ni habrá sombra.  
Sueña también que a esta Dama  
(resumen de toda honra)  
muchos sitios de la Tierra  
la nombrarán su Señora,  
y que en villas y palacios  
le darán lugar de mora ;  
la llamarán Virgen Santa,  
amorosa intercesora,  
refugio de los perdidos,  
blanca estrella de la aurora . . . 
Sueña llamarla María,  
nombre que al mar rememora,  
por las ínclitas virtudes  
que el hondo mar atesora,  
porque el Cielo se refleja  
sobre el manto de sus olas  
y en el vaivén de las aguas  
besa el reflejo la costa.  
Pero también porque el Cielo  
hará en ella luz hermosa  
para que brille cual faro  
en la noche tormentosa,  
como la estrella brillante  
que los marinos añoran  
para llevar a buen puerto  
los destinos de sus proas.  
 
Sueña también que los hombres  
recordarán esa hora  
en que por amor el Cielo  
prende su luz en las sombras,  
y que las generaciones  
irán con velas y antorchas  
a tomar la luz divina  
que este candil enarbola:  
peregrinación insomne  
que atravesará la historia  
y llevará por el mundo  
la luz que en lejana hora  
se encendiera en esta joven  
desconocida y remota  
para llevar a los hombres  
la llama que en Cielo mora.  
 
¡ Que hermoso sueño que sueña  
el Cielo en temprana hora,  
y que preciosa la joven  
tan lejana y misteriosa . . !  
Con rayos de sol abriga  
su Inmaculada Señora  
y con retazos del viento  
le teje sus finas ropas ;  
baja del cielo la luna,  
se la entrega como alfombra  
y descuelga doce estrellas  
para hacerle una corona.  
Y viendo el Cielo acabada  
tan estupenda su obra,  
de la dicha se hace Niño  
y entre sus brazos se arropa.  
 
¡ Que hermoso sueño que sueña  
el Cielo en hora dichosa !  
Inmaculada es la joven  
que entre las nubes se asoma.  
Preservada del pecado  
ni los montes le hacen sombra ;  
sólo un dolor en el pecho  
como espada la perfora,  
como tres clavos sombríos,  
como cruz desgarradora  
que el tiempo irá madurando  
hasta que llegue la hora.  
Los sueños son solo sueños,  
tan sólo el tiempo los borra,  
pero cierto es que en el Cielo,  
los sueños, realidad tornan.