A la Asunción de Nuestra Señora

 

Gerardo Diego

 

 

-I-

¿Adónde va, cuando se va, la llama? 
¿Adónde va, cuando se va, la rosa? 
¿Adónde sube, se disuelve airosa, 
hélice, rosa y sueño de la rama? 

¿Adónde va la llama, quién la llama? 
A la rosa en escorzo ¿quién la acosa? 
¿Qué regazo, qué esfera deleitosa, 
qué amor de Padre la alza y la reclama? 

¿Adónde va, cuando se va escondiendo 
y el aire, el cielo queda ardiendo, oliendo 
a olor, ardor, amor de rosa hurtada? 

¿Y adónde va el que queda, el que aquí abajo, 
ciego del resplandor se asoma al tajo 
de la sombra transida, enamorada? 

-II- 

Esta vez como aquella, aunque distinto. 
El Hijo ascendió al Padre en pura flecha. 
Hoy va la Madre al Hijo, va derecha 
al Uno y Trino, al trono en su recinto. 

Ella va a ser la flor del laberinto, 
engaste en hueco desde aquella fecha, 
cuando fue concebida sin sospecha 
de huella original, de oscuro instinto. 

Por eso sube altísima y raptada 
en garras de los Ángeles de presa, 
por eso el aire, el cielo rasga, horada, 

profundiza en columna que no cesa, 
se nos va, se nos pierde, pincelada 
de espuma azul en el azul sorpresa. 

-III-

No se nos pierde, no. Se va y se queda. 
Coronada de cielo, tierra añora 
y baja en descensión de mediadora, 
rampa de amor, dulcísima vereda. 

Recados del favor nos desenreda 
la mensajera, la revoladora, 
la paloma de paz. Heridla ahora: 
ya se acabó el suplicio de la veda 

Hoy sobre todo que es la fiesta en Roma 
y se ha visto volar otra Paloma 
y posarse en le nieve de una tiara. 

La Asunción de María -vítor, cielos-, 
corazonada ayer de mis abuelos, 
en luz, luz, luz de Dogma se declara. 

Ella va a ser la flor del laberinto, 
engaste en hueco desde aquella fecha, 
cuando fue concebida sin sospecha 
de huella original, de oscuro instinto. 

Por eso sube altísima y raptada 
en garras de los Ángeles de presa, 
por eso el aire, el cielo rasga, horada, 

profundiza en columna que no cesa, 
se nos va, se nos pierde, pincelada 
de espuma azul en el azul sorpresa. 

-III-

No se nos pierde, no. Se va y se queda. 
Coronada de cielo, tierra añora 
y baja en descensión de mediadora, 
rampa de amor, dulcísima vereda. 

Recados del favor nos desenreda 
la mensajera, la revoladora, 
la paloma de paz. Heridla ahora: 
ya se acabó el suplicio de la veda 

Hoy sobre todo que es la fiesta en Roma 
y se ha visto volar otra Paloma 
y posarse en le nieve de una tiara. 

La Asunción de María -vítor, cielos-, 
corazonada ayer de mis abuelos, 
en luz, luz, luz de Dogma se declara.