María en mi vida

 

José Landeros Tirado

 

 

Cuando llegó a su plenitud el tiempo,
brotaste FLORECITA NAZARENA,
y en tu virgen capullo EL VERBO ETERNO
en un misterio se hizo carne nuestra.
¡OH VIRGINAL Señora de los cielos
sin mancha de pecado concebida:
quien pudiera cantarte y alabarte
en el lenguaje eterno y sin medida!

Me has hecho muy feliz Santa María
porque eres Tú mi madre y mi abogada,
y en todas las etapas de mi vida
he sentido tu amor dentro de mi alma.

¿Recuerdas Madre, cuando pequeñito
llegaba hasta tu templo sacrosanto
para mirar tu imagen extasiado?

¿Recuerdas que saliendo de la escuela
entraba en tu santuario misterioso
el corazón latiendo apresurado?

Tu amor nació en mi corazón de niño,
y aprendí a saludarte dulcemente
en los cálidos brazos de mi madre
con el ave María de las mañanas
con que se coronaba el Padre Nuestro;
después, la juventud. !Cuántos recuerdos
dejaron en mi alma esos abriles
de mi querido y santo seminario:
floreciste en mis cantos juveniles
despertando el amor en cada verso...

Y hoy estreno, Señora y Madre mía
con mucho amor mi saludo postrero,
cuando la nieve de los años pinta
poco a poco de blanco mis cabellos,
y vuelvo hasta la sombra del santuario
para decirte siempre que te quiero,
pues me siento feliz de estar muy cerca
de mirarte y cantarte allá en el cielo.

Por eso yo te llevo serenata
mañana tras mañana hasta tu templo
cuando rezo en las cuentas del rosario
uno a uno tus grandes privilegios;
y al mirarte, como cuando era niño
igual que cuando joven, o ahora viejo,
puedo decirte lleno de ternura:
!OH FLOR DE NAZARETH, CUÁNTO TE QUIERO!