Súplica

 

Fray Ángel Martín Fernández

 

 

Arrodillado junto a ti, imagino
al ángel que llenó, con su figura
esplendorosa, el marco de tu puerta,
y te dijo que Dios
amanecía en tus entrañas
hecho tejido de tu misma carne,
uniendo al pulso de tu sangre el suyo
divino prietamente.

Dicen que no temblaban
tus rodillas, Señora, que no tiembla
quien tiene puesta en Dios su confianza,
que no vacila quien ajusta al agua
del río azul de Dios su propio vaso.

Arrodillado junto a ti, María,
te pido sólo que me des un poco
de esa certeza con que desbordaste
con tu sí las orillas generosas
de tu fe. Yo, Señora, también tengo
un ápice de fe y acatamiento
puesto en las manos de Señor. Muy poca
cosa. Prefería
por eso, una medida bien colmada,
con que creer tan desahogadamente
como tú. Que no tiemblen mis rodillas
tampoco, que no tiembla
quien pone en Dios su amor, su confianza.