La Virgen de la Piedad

 

Fray Ángel Martín Fernández

 

 

He visto entre tus manos dolorosas
el cuerpo muerto de Jesús, desnudo
de todo, la cabeza
rendida, un brazo muerto, como rama
partida. Y te he mirado
por entrever tu corazón herido,
llaga de amor de arenas sin orillas,
corza transida por la misma lanza
que, enloquecida, atravesó el costado
del Hijo, como aullido
estentóreo de rayo.

Cristo es el corazón roto del Padre,
herida irrestañable entre sus manos,
charco de sangre en que se mira el cielo.
Lloran los clavos, cruje la madera,
se dan golpes de pecho
las mismas piedras.
Un relámpago ciego
de tanta luz cerró sus ojos,
que eran la misma Luz.
Nunca jamás le imaginaras muerto.

Lloro hoy contigo, Madre.
Resta a tu llanto este dolor morado
con que aquí llora un corazón contrito.