Señora de todo, después de la Trinidad

 

San Efren Siro

 

 

¡Oh Virgen llena de maravillas
que engendraste al Hijo de Dios,
mi boca indigna es incapaz
a tu respeto
de hablar de tu pureza!
Los querubines del cuádruple rostro
no son santos como lo eres tú,
los serafines de la séxtuple ala
no son más perfectos que tu belleza.
No son más puras que tu pureza
las legiones de los ángeles excelsos
que sostienen y transportan
al Niño hermoso
que tu seno nos donó.
Señora mía. Madre de Dios Santísima
y llena de gracia, océano inagotable de
la misteriosa generosidad y de los dones
divinos, distribuidora de todo bien,
Señora de todo después de la Trinidad, nueva
consoladora después del Paráclito, y
después del Mediador mediadora de todo
el mundo, mira mi fe y mi deseo que
viene de Dios.
Mis acciones indignas no detengan tu
misericordia,¡ Oh Madre de Dios!, nombre
tan querido para mí.
No hay apoyo más seguro que tu ayuda.
Tú hiciste desaparecer las lágrimas
de la tierra; tú colmaste las criaturas
de todo bien: a las celestiales
aumentaste la alegría, y trajiste
a la Tierra la salvación.
Por ti esperamos llegar al Reino celestial;
de ti, sola inmaculada, vino, viene y
vendrá desde el comienzo hasta la consumación
de los siglos toda gloria, todo honor
y santidad a los apóstoles, a los profetas,
a los justos y a los humildes de corazón.
¡Y en ti se alegra, enriquecida de gracia, toda   criatura!