Visitación de María

 

Rainer María Rilke

 

 

Aún lo sobrellevaba fácilmente al comienzo,
pero a veces, cuesta arriba, sentía ya
el peso de su maravilloso vientre,
y entonces se detuvo, tomando aliento, sobre las   altas
montañas de Judá. Mas no era la promesa de la  tierra,
sino la plenitud que por su cuerpo se había dilatado;
al andar la sentía: jamás se sobrepasa
la grandeza que ahora experimentaba.
Y se apresuró a poner su mano
sobre el otro vientre, más distendido ya,
y ambas mujeres se inclinaron vacilando,
rozando el cabello y los vestidos.
Cada una, llena de su propio santuario,
buscaba el amparo de la otra.
Ay, el Salvador era aún en ella flor,
pero el Bautista, poseído de alegría,
dio saltos en el seno de Isabel.